"Día del Orgullo: si lo que se quiere es la normalización, deberían moderarse ciertas expresiones e indumentarias"

El 28 de junio se celebró el Día del Orgullo Gay. Fecha emblemática desde que, en 1969, un grupo de homosexuales en Nueva York, en el pub Stonewall Inn, se sublevó de manera espontánea y se enfrentó a la policía, reivindicando sus derechos civiles. Ahí se inició una lucha para conseguir libertades y denunciar la discriminación y represión que sufrían con redadas y detenciones. Se organizó un movimiento en el que, en diferentes etapas, emergieron activistas entre los que destacan Harvey Milk en San Francisco y Sylvia Rivera en Nueva York.

Habiendo empezado con una sintética historia y sobre el activismo por los derechos de las personas de orientación sexual no 'hetero' y normalizar su situación en la sociedad, me arriesgo a no ser entendido en mi reflexión, aunque a pesar de ello digo lo siguiente: La fiesta del Orgullo es necesaria en tanto que conmemora una fecha que marcó un antes y un después para el colectivo. Algunas manifestaciones que, con el espíritu de dar visibilidad y legitimidad a esta realidad, se llevan a cabo en diferentes ciudades del mundo me da la impresión de que rozan la exageración y frivolizan de manera innecesaria, dando un mensaje más que de libertad, de desenfreno y orgía. El objetivo para dar carácter de normalidad puede quedar opacado por la parafernalia y la estridencia.

Si lo que se debe y quiere conseguir es la no excepcionalidad, la no singularidad, la cotidianidad, otra vez, la normalidad, pienso que deberían moderarse ciertas expresiones e indumentarias. Conferencias, informar de manera didáctica, concienciando a la gente contra la homofobia y la agresión. También con monográficos, tanto en prensa como en radio y televisión, exprimiendo esta jornada para conseguir objetivos y convivir sin marginar ni estigmatizar. Todo ello no es óbice para disfrutar y celebrar con alegría este día.