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De vendedores ambulantes y manteros de Lavapiés

Tristeza en el barrio

Tristeza en el barrio / JUAN MANUEL PRATS

De chaval y hasta los 24 años, Lavapiés fue mi barrio. Allí nací en la calle Valencia esquina con Doctor Fourquét. Los disturbios acontecidos el jueves, me trajeron a la memoria una escena de la que fui testigo siendo niño: la persecución de un vendedor de fruta con un carrillo de mano por un policía municipal cachiporra en mano bajando por la calle de Lavapiés. Al llegar a la altura donde yo me encontraba, la carrera del vendedor de fruta se truncó al chocar el carro de mano que portaba la fruta contra el bordillo de la acera. El policía descargó un cachiporrazo en la espalda del hombre que le tumbó en el suelo. Los transeúntes se arremolinaron increpando al policía que no tuvo más remedio que hacer mutis por el foro y dejar en libertad al vendedor y su fruta.

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El barrio en la actualidad lo habitan hindúes, gente progre e inmigrantes de raza negra. Estos últimos tienen como único medio de vida para subsistir ser “manteros”, vendedores ambulantes desperdigados por todo Madrid, sitios como la Puerta del Sol o la Estación de Atocha.  Tanto el Gobierno como el Ayuntamiento debieran buscar una solución, para que este colectivo de inmigrantes tengan un medio de  ganarse el sustento diario, decentemente, sin acosos policiales.

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