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"La crueldad de un sistema que impide siquiera coger de la mano a los enfermos terminales"

Un paciente ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos para enfermos de coronavirus del Hospital Josep Trueta de Girona.

Un paciente ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos para enfermos de coronavirus del Hospital Josep Trueta de Girona. / EUROPA PRESS / Glòria Sánchez

Ayer me enteré que un amigo cercano había ido al hospital porque no se encontraba bien, le diagnosticaron un cáncer terminal y lo ingresaron en paliativos. Me entristeció mucho conocer su destino, pero lo que me rompió el corazón fue conocer en qué situación pasará sus últimos días. El protocolo determina que solo puede recibir visitas de diez minutos y no pueden tener contacto alguno. ¿Por qué? ¿De qué le quiere proteger el protocolo? ¿De empeorar? Su madre, tras recibir la noticia, pudo entrar a verlo. Le preguntó a la enfermera si podía, al menos, cogerle de la mano, a lo que le respondió que estaba prohibido. Más tarde salió su hermano menor de la habitación pidiendo perdón a su madre porque no había podido contenerse y le había abrazado. (¿Pedir perdón por abrazar a tu hermano? ¿Pedir permiso para cogerle la mano a tu hijo en su lecho de muerte?).

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Todos merecemos morir rodeados del calor de los nuestros. Que el único contacto que tenga en sus últimos días sea el gotero que le inyecta morfina me parece un castigo que no merece nadie. Una sanidad de calidad no solo salva vidas, sino que dignifica la vida y la muerte de sus pacientes. Y esto no es culpa de la cruel pandemia, sino de la frialdad del sistema.

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