Contenido de usuario Este contenido ha sido redactado por un usuario de El Periódico y revisado, antes de publicarse, por la redacción de El Periódico.

"Confieso que he ignorado"

Una pareja homosexual besándose.

Una pareja homosexual besándose. / Shutterstock

Tengo que hacer una confesión. Y alguien dirá: “¿Eso qué tiene que ver conmigo?”. Pues, sencillamente, quiero confesar algo que quizá muchos heteros debamos admitir. Me refiero a los prejuicios que Bruno Bimbi pone de manifiesto en su libro 'El fin del armario'. Dice Bruno -cito solo algunas actitudes- que solemos preguntar a los gais si son activos o pasivos, aunque eso no va ligado a la orientación sexual. Cuenta que solo en Ecuador se clausuraron más de 30 clínicas de 'cura' de la homosexualidad. Que un ciudadano de Corea del Norte huyó de su país no por motivos políticos, sino por la vergüenza de ser incapaz de tocar a su mujer. Detalla Bruno casos de suicidio de deportistas de élite por presión social tras haber salido del armario…

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Al leer todo eso, como simple hetero de a pie -y también como autora interesada en las relaciones de poder-, me siento obligada a confesar que, hasta hace relativamente poco, no me había puesto en la piel de un adolescente que -en pleno siglo XXI- no sale del armario porque sabe que no contará con el apoyo de su familia o amigos. Pensaba que esas situaciones ya solo se daban en las peores dictaduras, que en el resto de países eran cosa del pasado. O una ignorancia aún más grave: nunca había imaginado que un homosexual pudiese no ser consciente de que está perdidamente enamorado de su amigo porque en su cabeza ni cupiese esa posibilidad. Y esa castración mental o emocional me parece muy triste.

Es posible que, si remediamos nuestra falta de sensibilidad o nuestro desconocimiento, evitemos en alguna ocasión que un familiar o un amigo pase por un trance similar.

Al ponerme a confesar, me ha venido a la mente el título de la obra de Pablo Neruda 'Confieso que he vivido', y curiosamente he encontrado estos versos: “No entendí nunca el rigor, sino para que el rigor no exista. […] Quiero que la gran mayoría, la única mayoría -todos- puedan hablar, leer, escuchar, florecer. “

Participaciones de loslectores

Másdebates