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"Boris Johnson o el destiempo"
Boris Johnson contesta a preguntas en el Parlamento británico. /
REUTERS TV
Hablaré de Boris Johnson igual que podría hablar de un paisaje, de una calle o de una puesta de sol, es decir, de algo nuevo que te llama la atención y, simplemente, te incita a comentarlo. Antes que nada, lo primero que yo destacaría de Boris Johnson es su devoción hacia su país: es como una religiosidad. Está orgulloso de ser inglés, le gusta demostrarlo y, muy hábilmente, supo enaltecer el sentimiento interno que llevan dentro de sí muchos de sus compatriotas: la arrogancia de su pasado imperial. Por eso lideró hábilmente el famoso y preocupante Brexit, o sea, la ruptura con Europa. Su pelo también llama la atención, es una cabellera rubia (fruto del correspondiente tinte) diseñada para ir alborotada.
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Boris Johnson me recuerda a ciertos compañeros de colegio que conocí durante la adolescencia. Niños de clase alta y perspicaces, pero que, en el recreo, nunca se unían a lo que la mayoría de nosotros jugábamos: eran niños diferentes en todo. Por eso, después y a destiempo, tienen que recuperar las asignaturas que, cuando tocaba, no supieron franquear. Las reiteradas y locas fiestas en el 10 de Downing Street en momentos poco adecuados (pandemia) le pueden costar el cargo a Boris Johnson.