"Que nunca se apaguen los sueños"

El solsticio de verano me predispone a entrar de lleno en la noche de San Juan. Es el momento de atesorar deseos y magia. En especial este año necesitamos quemar nuestras penas en la hoguera, purificando nuestras almas, retomando las ilusiones, haciendo realidad los anhelos e intentando que nunca se apaguen los sueños.

Recuerdo que, en esta noche tan peculiar, las personas que nos reuníamos intentábamos desafiar la oscuridad con nuestras sonrisas. La alegría era la tónica general de una velada que conseguía atraparnos con sus garras y que nos dispensaba todo tipo de alicientes.

En este período de tiempo en que estamos saliendo de la pandemia es normal que resurja esa nostalgia de querer colmar nuestro espíritu evocando los buenos momentos. Más que nunca, estamos ávidos de sensaciones positivas que hacen que la vida ahora sea un verdadero regalo y donde amigos y felicidad van de la mano. Esa imagen de alegría compartida nos hace sentir más jóvenes porque, al fin y al cabo, el bienestar rejuvenece y hace que nuestro cuerpo vibre de contento y nos renueva por dentro.

¿Por qué no podemos volver a soñar cada año o inmortalizar esos sueños repitiendo escenas en las que todos nos veamos renacer? Propongo un brindis para que el fuego de las hogueras repartidas por la Tierra acabe con todo aquello que se ha propuesto distanciarnos y que el resplandor de las llamas nos mantenga a todos más unidos que nunca.

Acabo con una frase del pintor holandés Vincent van Gogh que da sentido a esta fiesta popular nocturna: “A menudo pienso que la noche está más viva y más rica de colores que el día”.