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"A 15 años del Estatut de la discordia: provocaciones contraproducentes y escenificaciones grotescas"

Pere Aragonès en Waterloo saludando a Carles Puigdemont

Pere Aragonès en Waterloo saludando a Carles Puigdemont / Hors Wagner (EFE)

Sebastián Romero

Como ya ocurrió con el 40 aniversario del restablecimiento de la Generalitat (1977), el Estatut del 2006 ha sufrido un silenciamiento consciente y coincidente. Y es que nadie ha reclamado la paternidad de la criatura 15 años después, pese haber sido una de las obras maestras del Tripartit (PSC, ERC e ICV) y el marco autonomista vigente. Condenado a la discordia desde sus inicios por la posición anticatalanista de populares y la desconfianza convergente (bajo el «síndrome oposición») fue recortado siendo nonato por el propio Consell de Garanties Estatutàries, «cepillado» después por la comisión constitucional del Congreso presidida por Guerra y, como ya sabemos, recortado a título póstumo por el célebre Tribunal Constitucional cuatro años después de ser refrendado por el pueblo catalán. El Estatuto más fotocopiado de la historia (con réplicas de su articulado a otras cartas autonómicas, como la andaluza o la castellana) acabó siendo el menos legitimado de la historia de Catalunya, con un 49% de participación. Y de aquellos polvos, estos lodos, con la aparición del movimiento independentista más fuerte de la Europa occidental.

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Por muy arriesgado que pueda parecer, resulta inevitable establecer un paralelismo entre la campaña por el 'No al Estatut' de ERC-CUP y PP con el rechazo a los indultos a partes iguales entre independentismo y españolismo. Recordemos la recogida de firmas del PP en toda España contra el Estatut para poner en valor lo poco que se aprende en este país de las provocaciones contraproducentes. Asimismo, la escenificación grotesca del 'president' Aragonés evitando al Ejecutivo español y su visita al político prófugo Puigdemont representa un nuevo acto de apropiacionismo temerario y partidista de la Generalitat. Más allá de su deslealtad institucional, devalúa y sobreexpone nuevamente nuestro sistema de autogobierno, cuya recuperación en 1977 fue forjada a base de muchos consensos y a un precio de clandestinidad y represión sin duda muy superior al 1-O.

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