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Los partidos agrarios, antecedentes de la España Vaciada | + Historia

'España vaciada' es un término que empieza a ser familiar a mucha gente. Y lo será aún más, si finalmente se convierte en partido político y cambia la correlación de fuerzas que ocupan el Congreso de los Diputados.

Campesinos de Santa Llogaia, en 1930.

Campesinos de Santa Llogaia, en 1930.

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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En los últimos días, este periódico ha informado puntualmente de cómo el proyecto 'España vaciada' va cogiendo forma para convertirse en partido político. Siguiendo el ejemplo de iniciativas previas, como 'Teruel existe', se quiere llevar al Congreso de los Diputados la voz de aquellos territorios que intentan sobrevivir en un país cada vez más radial, donde el centro y la periferia concentran a la mayoría de la población y de recursos.

Los habitantes de las provincias del interior ya se han cansado de reclamar a los partidos convencionales que atiendan a sus demandas y han decidido buscarse la vida por su cuenta. Aunque ahora pueda parecernos muy rompedor, no es la primera vez que las zonas rurales alzan la voz. Pero eran otros tiempos...

Hay que tener en cuenta que la transformación de España en los últimos cien años ha sido radical. Se ha pasado de una economía basada, sobre todo, en la agricultura a convertirse en un país de servicios. Si antes se cultivaba la tierra, ahora se cultiva el turismo, que es la principal fuente de ingresos. Y como sale más a cuenta hacer de camarero que de labrador, las nuevas generaciones acaban dejando su casa para ir allá donde encuentran trabajo, aunque sea precario.

Con este salto tan vertiginoso se ha perdido la memoria y no se conoce demasiado que las reivindicaciones de las zonas rurales han existido en cada etapa. Por ejemplo, durante la composición del nuevo mapa político de la Transición, en 1977 se constituyó el Partido Monárquico Agrario, donde había representantes procedentes de lugares tan diversos como Córdoba y Segovia. La formación, vinculada a los grandes propietarios y sectores conservadores, conectaba con el Partido Agrario Español (PAE), fundado en 1934 y en activo hasta el estallido de la guerra civil; con la diferencia de que este era republicano.

Hace tiempo que los especialistas en historia rural han demostrado que, desde el siglo XIX, el campo español estaba politizado. El problema era que hasta hace poco no se le había prestado atención, porque no siempre participaba de la dinámica de partidos. Aparte de que, hasta la llegada de la 2ª República, los grandes propietarios coaccionaban a los jornaleros para que siguieran sus postulados ideológicos, con la amenaza de dejarlos sin tierra, que era su medio de subsistencia. Como el día que escribimos sobre la corrupción ya hablamos de ello, no hace falta insistir.

Ahora bien, tal y como puso de manifiesto Luis Gil Cuadrado en 2006, en su tesis doctoral defendida en la Universidad Complutense de Madrid dedicada al PAE, muchos políticos de la época de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera utilizaron el agrarismo como bandera electoral para ganar escaños en el Congreso. Aquellos movimientos cristalizaron en la fundación, en 1934, del Partido Agrario, que tenía implantación sobre todo en la zona mesetaria. Era una formación que representaba los intereses de los propietarios pero que, a diferencia de lo que hacían otros partidos de derechas, aceptaba el régimen fundado en 1931. De hecho, según Gil Cuadrado, políticamente eran moderados. Sin embargo, socialmente eran conservadores. Por ejemplo, en 1934, colaborando con el gobierno de Alejandro Lerroux, quisieron desmantelar la legislación social sobre el campo que se había intentado implantar durante el primer bienio republicano. Asimismo, fueron muy beligerantes contra la autonomía de Catalunya, porque defendían el centralismo, y tampoco aceptaban la ley de contratos de cultivo impulsada por los partidos catalanes de izquierdas, porque favorecía a los campesinos por encima de los terratenientes.

El problema de la política es que es más fácil hacer oposición que gobernar. El PAE pudo comprobarlo al ocupar el Ministerio de Agricultura. La incapacidad de mejorar la realidad de su electorado favoreció a formaciones más conservadoras como la CEDA, y en los comicios de febrero de 1936 se derrumbó. Además, como otras formaciones republicanas conservadoras, al estallar la guerra civil quedó en tierra de nadie: demasiado tibia para los antifascistas y poco española para los golpistas. Lo que ocurrió en las zonas rurales a partir de entonces ya fue otra historia y no muy agradable.


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Una estructura distinta

La estructura del campo catalán era muy distinta a la del español. Las propiedades eran más pequeñas y, además, había costumbre de arrendar parcelas por períodos muy largos. El Govern de Companys quiso regularlo con la ley de contratos de cultivo, que despertó la oposición feroz de los grandes propietarios. Fue uno de los temas más complicados de la 2ª República.

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