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Masculinidades ofendidas

Alguien quizás pensará que conoce a hombres que trabajan para ser feministas y que se revisan y aprenden. Está claro que sí, los hay. Desgraciadamente, si nos vamos a las estadísticas, no son la mayoría. Todavía hay muchos entornos en los que la bandera del feminismo no ha ni llegado

Torso de un joven sin camiseta.

Torso de un joven sin camiseta.

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Elena Crespi Asensio
Elena Crespi Asensio

Psicóloga especializada en sexualidad.

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¿Por qué ofende, especialmente a un hombre, que se señale una conducta machista? Me lo pregunto y sé que me caerá una lluvia de críticas, de insultos y de desprecio por hablar de esto. No sufro puesto que estoy acostumbrada. Siempre que hablamos de feminismo o alguien husmea en la perspectiva de género hay una colección de personas que, antes de reflexionar y revisarse, prefieren ofenderse y ridiculizar a quién ha dicho algo sobre este tema.

Este fenómeno no me pasa solo a mí, nos pasa a todas cuando explicamos las situaciones machistas que vivimos día a día. Y se nutre de las redes sociales para extenderse y del anonimato (la mayoría de las veces) para refugiarse.

Imagínate, además, cuando hablamos de sexualidad y de relaciones sexo-afectivas. Entonces la masculinidad se ofende profundamente y los ataques son feroces. Si hablo del acoso no puedo olvidar a mi compañera Pamela Palenciano, quien ha visto como algunos lugares con olor conservador no le han permitido hacer su monólogo 'No solo duelen los golpes'. Un monólogo que levanta la rabia de algún hombre y algún chico arraigado en la masculinidad hegemónica, como si fuera la última de las cartas que puede jugar.

Pues si te ofende alguna de las cosas que las feministas decimos en voz alta sobre los privilegios de la masculinidad, te invito a que no te ofenda y a que lo puedas reflexionar. Te pondré un ejemplo: yo acumulo algunos privilegios como, por ejemplo, ser blanca, llegar a final de mes, estar en plena edad adulta y no tener diversidad funcional. Déjame ampliar algo sobre el privilegio blanco: cuando alguna compañera racializada me señala un comportamiento racista, por cotidiano y pequeño que parezca, que yo haya podido hacer o decir no me siento ofendida, más bien al contrario, me gusta que alguien me ayude a identificar los privilegios que tengo. Y esto me ayuda a aprender para tener menos comportamientos racistas.

Pero, claro, entiendo que para poder hacer esto tiene que haber unos ingredientes muy importantes: la voluntad de aprender, poder rectificar y tomar conciencia. Y no todo el mundo tiene ganas de hacerlo. Pero es que en este mundo, lleno de privilegios y opresiones, no nos queda más remedio que ser conscientes de las opresiones que tenemos para batallarlas y de los privilegios que disfrutamos para derribarlos.

Ahora alguien quizás pensará que conoce a hombres que trabajan para ser feministas y que se revisan y aprenden. Está claro que sí, los hay. Desgraciadamente, si nos vamos a las estadísticas, no son la mayoría. Si en tu entorno el feminismo es una bandera que ondea alta, posiblemente conozcas a más hombres que se revisen y aprendan pero todavía hay muchos entornos en los que la bandera del feminismo todavía no ha ni llegado.

Hablemos de estas masculinidades ofendidas. Cuando alguien se ofende por algo que le dicen es porque le tocan alguno de los pilares de su existencia. Cuando hablamos de masculinidad, el estudio que hizo Promundo Global dice que esta se fundamenta en:

1. Ser autosuficiente: sobre todo en aquello que tiene relación con su salud física y emocional.

2. Ser fuerte: para poder defender su reputación y ser invulnerable emocionalmente.

3. Ser atractivo físicamente: por lo tanto, tienen que cuidar su apariencia física y su cuidado personal.

4. Tener unos roles masculinos rígidos: vinculados con la división habitual de las tareas del hogar y el cuidado de los niños.

5. Ser heterosexual y homofóbico: por lo tanto, según la masculinidad hegemónica, el hombre “de verdad” es aquel que no es homosexual y que rechaza todo aquello que tiene que ver con el colectivo LGTBIQA+.

6. Ser muy sexual: esta idea de que el hombre siempre tiene que estar dispuesto a un encuentro sexual y que, incluso, no puede reprimir sus instintos animales, como si no tuviera cerebro ni pudiera hacer uso de la razón.

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7. Ser agresivo y tener el control: la manera de conseguir el respeto de los demás es a través de la violencia y tiene que tener el control sobre las decisiones dentro del ámbito doméstico y sexo-afectivo.

Estos son siete pilares sobre los que se sustenta la masculinidad y que fundamentan la violencia machista. A través de pequeñas cosas cotidianas, que parecen tonterías y, también, a través de evidencias mucho más explícitas. Todo se retroalimenta; por lo tanto, empieza a ser hora de romper con estos pilares absurdos de esta masculinidad que hay que derrocar para hacer una sociedad igualitaria, feminista.