Telecomunicaciones

La entrada de Arabia en Telefónica hace saltar las alarmas por la debilidad de las telecos europeas

El sector ve la operación como otro toque de atención a Bruselas para cambiar una regulación que debilita a las compañías y las penaliza en bolsa exponiéndolas a compradores foráneos

El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, posa junto al nuevo logo.

El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, posa junto al nuevo logo.

David Page

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La inesperada irrupción de Saudi Telecom (STC) -la operadora

controlada por el Estado saudí

- como primer accionista de Telefónica con una participación del 9,9% ha provocado un shock económico y político. A la dirección de la teleco española y al propio Gobierno español -según insisten ambos- les ha pillado por sorpresa la operación, urdida y ejecutada en secreto por Arabia Saudí durante meses, y de la que sólo fueron informados horas antes del anuncio oficial del nuevo socio de referencia el pasado martes.

Un auténtico terremoto empresarial (la mayor teleco española va a tener que lidiar con un nuevo e inopinado accionista principal, aunque STC insiste en que la operación es amistosa pese a su falta de aviso previo y en que no tomará el control ni interferirá en la gestión diaria) y también institucional (el Gobierno debe aprobar la operación por la entrada de una empresa extranjera, y además estatal, en una compañía estratégica y clave para la seguridad nacional).

Una sacudida corporativa que, según advierten las compañías de telecomunicaciones y los analistas, es síntoma de la debilidad de todo el sector en Europa, plagado de operadoras pequeñas o a lo sumo medianas, con trabas regulatorias para emprender la concentración y con modestas valoraciones bursátiles (por las reducidas rentabilidades y la necesidad de seguir inyectando inversiones milmillonarias en plena revolución tecnológica) que las dejan expuestas ante posibles compradores, también los indeseados.

Desde el sector se espera que la entrada en el capital telecos europeas de algunos rivales procedentes de los ‘petroestados’ de Oriente Medio (la emiratí e& en Vodafone y ahora la saudí STC en Telefónica, amén de operaciones en otros operadores europeos de menor tamaño) se convierta en un toque de atención en toda regla sobre el impacto que tiene la regulación de la Unión Europea en el negocio y en la salud financiera de las compañías.

Más de 400 telecos en Europa

La Comisión Europea lleva casi tres décadas promoviendo una liberalización del sector de las telecomunicaciones basada en impulsar al máximo la competencia para garantizar precios asequibles para ciudadanos y empresas. Una estrategia originariamente ideada para derrumbar los antiguos monopolios estatales que ha buscado activamente garantizar en cada mercado nacional la existencia de cuatro operadoras de referencia con capacidad de competir y que se ha completado por parte de Bruselas con vetos o con imposición de severas condiciones a algunas operaciones de fusión entre compañías relevantes.

El resultado es que en el mercado de la UE operan una legión de más de 400 telecos, de las que un centenar puede considerarse que tienen un tamaño de relevancia en sus mercados locales. Una atomización que contrasta con los sólo tres o cuatro operadores realmente grandes de los sectores de telecomunicaciones de potencias como Estados Unidos o de China.

“La toma de participaciones en Vodafone, y ahora en Telefónica, sin duda llamará la atención de la Comisión Europea. Sólo queda esperar que, por fin, las autoridades reconozcan que se necesita urgentemente un cambio normativo para apoyar las mayores rentabilidades necesarias para crear 'campeones' europeos sanos”, advertían esta semana los analistas del banco de inversión JP Morgan, alertando de la fragilidad de todo el sector continental de las telecomunicaciones.

Un modelo en cuestión

La hipercompetencia ha generado una industria deflacionaria por la presión de las pujantes compañías ‘low cost’ y ha apretado la rentabilidad y los ingresos de las operadoras, sobre todo de las que tienen red propia y que han de asumir inversiones millonarias para continuar con el despliegue en plena era 5G y para atender el aumento exponencial del tráfico de datos.

“Los mercados de telecomunicaciones de la UE están fragmentados. En la UE, la norma general de un mínimo de cuatro operadores de telecomunicaciones por Estado miembro priva a las empresas de telecomunicaciones de los medios financieros para satisfacer las necesidades crecientes de inversión”, alertan Judith Arnal y Raquel Jorge en una reciente investigación para el Real Instituto Elcano. “Las normas de la UE en materia de competencia giran en torno a un enfoque estático que consiste en ofrecer precios bajos a los consumidores, en vez de en un planteamiento dinámico que fomente la inversión. La calidad de la banda ancha ha aumentado de forma espectacular, pero los precios minoristas han mantenido su tendencia a la baja”, apuntan.

En la última década, el sector europeo de las telecos ha perdido casi un tercio de sus ingresos totales, mientras que el tráfico datos ha venido creciendo a un ritmo del 35% cada año. La situación de hipercompetencia en algunos mercados nacionales, como es el caso del español, ha provocado un proceso de 'maxiflación' en que las compañías dan más por menos (con descensos de precios mientras se aumentan los servicios, singularmente con más capacidad y velocidad de datos).

Todo ello cuando la Comisión Europea calcula que aún serán necesarias inversiones por 174.000 millones en redes para cumplir los objetivos de conectividad hasta final de la década y en un contexto en que los grupos que despliegan esas redes tienen difícil obtener rentabilidades suficientes en un mercado tan fragmentado y por las trabas y la rigidez de la regulación comunitaria y también de las regulaciones nacionales.

“Lo que hemos vivido esta semana no va sólo de Telefónica es el reflejo de cómo está todo el sector en Europa. La Unión Europea ha jugado con su regulación a debilitar el sector y éste es el resultado: que un grupo foráneo puede comprar un 10% de una de las grandes operadoras continentales por sólo 2.000 millones. Es de broma”, advierte un ejecutivo de la industria española de las telecomunicaciones. Y es que una de las consecuencias del modelo actual ha sido una penalización generalizada del valor en bolsa de las compañías. En los últimos cinco años Telefónica ha perdido un 45% de su capitalización bursátil, Vodafone un 55%, Orange un 25%, la británica BP casi un 50% y Telecom Italia más de un 40%. La única excepción es la alemana Deutsche Telekom, que se ha revalorizado un 45%.

La fusión Orange-MásMóvil como prueba

Todo el sector europeo de las telecos está pendiente de los grandes movimientos que vienen en el mercado español. No sólo de la entrada de Arabia en Telefónica (o no hasta ahora), sino que ya existía una expectación real de cuándo y, sobre todo, cómo se podrá ejecutar la fusión de los negocios de Orange España y MásMóvil para crear un nuevo gigante nacional. Y es que la unión del segundo y cuarto mayores operadores del mercado español se ve como una prueba de fuego para comprobar si Bruselas está dispuesta o no a allanar la concentración continental en un sector tan atomizado.

La Comisión Europea ya ha advertido de que considera que la operación puede deteriorar la competencia del sector y ha ‘parado el reloj’ del proceso de análisis de la fusión para tener todo el tiempo necesario para estudiarla en profundidad. Se da por descontado que Bruselas impondrá condiciones ('remedies', según la jerga económica y comunitaria) para aprobar la operación, obligando a las compañías a desprenderse de algunos activos para obtener el visto bueno regulatorio.

No sólo Orange y MásMóvil han venido reclamando la aprobación de la operación sin condiciones o con exigencias mínimas, también lo han hecho los rivales directos de ambas operadoras en el mercado español, como Telefónica y Vodafone. La dureza de esas exigencias condicionará otros movimientos corporativos y la estrategia del resto de operadoras, y las grandes compañías temen que la decisión de la Comisión Europea esté orientada de nuevo a impulsar un cuarto operador (la mejor posicionada es la compañía de origen rumano Digi, que está creciendo con fuerza en España con su modelo de bajo coste y que ha mostrado todo su interés por hacerse con los activos de que deban desprenderse Orange y MásMóvil).

“A fin de promover la concentración transfronteriza en el seno de la UE, primero debe haber fusiones y adquisiciones entre las empresas de los distintos Estados miembros. Un ejemplo palmario lo tenemos en la fusión de Orange y MásMóvil en España, ante la cual la Comisión Europea decidió abrir una investigación en profundidad en vez de agilizar el proceso. No hay pruebas que indiquen que la Comisión Europea vaya a dejar de lado su reticencia a reducir el número de operadores móviles de cuatro a tres en un mercado nacional de gran tamaño”, anticipan Arnal y Jorge en el último estudio del Real Instituto Elcano sobre la autonomía estratégica digital de la UE.

Desde el sector de las telecos se viene reclamando desde hace años un cambio de regulación para proteger una actividad crítica en la era de la conectividad, con el objetivo de garantizar la soberanía digital y de comunicaciones de la Unión Europea. “Para que Europa recupere el liderazgo digital, debe empezar a mirar hacia adelante y dejar de aferrarse a los fallidos modelos regulatorios del pasado”, reclamaba hace unos meses la patronal de las operadoras y la industria del móvil GSMA, organizadora del Mobile World Congress de Barcelona.

“Ahora es el momento de que los responsables políticos europeos actúen con valentía para garantizar una economía digital líder en el mundo para los ciudadanos de todo el continente”, decía la asociación empresarial, para lo que exige “simplificar la regulación, apoyar las economías de escala a través de la consolidación y garantizar que las grandes empresas internacionales que más se benefician del acceso a los consumidores europeos paguen su contribución justa a la inversión en red de la que dependen”, en referencia a otra de las grandes batallas que están dando las telecos, reclamando que los gigantes tecnológicos como Alphabet (Google), Meta (Facebook), Apple, Amazon, Microsoft o Netflix contribuyan a financiar el despliegue de las redes pagando por su uso.