Mundial femenino

España, de lo imposible a lo impensable

El gol de Olga Carmona hace campeona a una España que desperdició un penalti y ha conseguido justamente este título pese al ambiente enrarecido por la fría relación existente entre las jugadoras y el seleccionador

La final del Mundial entre España e Inglaterra.

La final del Mundial entre España e Inglaterra. / EFE

Fermín de la Calle

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"Ganar el Mundial", siempre sonó a deseo imposible, a anhelo impensable en boca de las jugadoras de la selección española. Pero las de Vilda han conquistado la Copa del mundo jugando al fútbol, echando la pelota al césped y desplegando una riqueza técnica que les emparenta, no solo en el palmarés, a aquellos campeones del mundo del tiqui-taca en Sudáfrica. Porque esta España, más allá de la épica, no se ha encontrado con ninguna selección futbolísticamente mejor en todo el Mundial, salvo aquella goleada reactiva ante Japón. Y por eso este título, más allá de lo heroíco de la conquista, es un enorme acto de justicia balompédica porque nadie ha tratado mejor el balón. La historia dirá que un gol de Olga Carmona, otra vez la sevillana, elevó al Olimpo a esta selección que suma este logro a la lista de grandes gestas de un deporte español, que debería dejar de mirar el género de sus protagonistas para celebrarlo de igual forma en las gradas, las calles y los medios de comunicación.

Desconozco si Jorge Vilda es muy inteligente o todo lo contrario. Pero el pulso que mantiene con sus jugadoras ha convertido este Mundial en algo más que una cuestión deportiva para unas futbolistas a las que ha desafiado a demostrar que se puede ganar "pese a tu seleccionador". Más allá de la alegría contextual del logro, la relación de Vilda con las jugadoras sigue siendo fría y estrictamente profesional. Una fractura que sigue abierta y con mala solución para el técnico, porque como advertía Napoleón "las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo". Su tenacidad no conoce límites. 

"Ganar un Mundial"

En esta España caínita en la que muchos dirigentes deportivos repetían no hace mucho que "el deporte femenino ni es deporte ni es femenino", llevamos días leyendo y escuchando elogios a la selección femenina de gente que no sabe siquiera si es pronadora o supinadora. "Ganen o pierdan ya son campeonas", repite un mantra que se ha convertido en lugar común de esas columnas, opiniones y editoriales. Sin embargo, si algo era importante para este grupo es precisamente eso, demostrar que son capaces de "ganar". Por eso llevan luchando toda su vida, por eso se enfrentaron a Vilda. Para luchar por títulos, "para ganar un Mundial", no solo jugarlo. 

Nadie duda de que más allá del resultado deportivo dejarán un legado con la enseñanza vital de su lucha contra el machismo cultural y social al que se han enfrentado al elegir el deporte heteropatriarcal por antonomasia, el fútbol. Pero como deportistas que son, saben que la gloria de la victoria te envuelve para siempre, mientras la derrota es una mancha que difícilmente se borra. Por eso desde que comenzaron el Mundial solo han verbalizado un objetivo: "Ganar el Mundial". Un propósito que a algunos, a servidor el primero, nos parecía excesivo por confundir lo impensable con lo imposible. Craso error. Afortunadamente.

Para esta final ante las inglesas, el mejor rival posible porque había cuentas pendientes y eso afilaba el colmillo de las nuestras, Vilda volvió a mover el once dejando a Alexia fuera para colocar a Salma. Putellas ha vivido un Mundial discreto, en lo futbolístico y lo mediático. Algo que le ha generado una indisimulada frustración. Y el día de la final el seleccionador se encomendó a sus jugadoras más en forma. La letanía del once que quedará para la historia se recitaba así: Cata Coll, Ona Batlle, Irene Paredes, Laia Codina, Olga Carmona, Aitana Bonmatí, Tere Abelleira, Jenni Hermoso, Alba Guerrero, Salma Palalluelo y Mariona Caldentey.

Trampa a Bronze, gol de Olga

España demostró desde el inicio que era mejor con el balón en los pies. Las inglesas eran más agresivas, más físicas. En su banquillo emergía la figura de Sarina Weigman, la druida del fútbol femenino. En el nuestro, Vilda, el 'villano'. Avisaron las 'pross' con un disparo al larguero, pero las españolas se asociaban bien por dentro y se movían mejor por fuera. Pudieron marcar en una jugada en la que Salma y Alba perdonaron, pero a la media hora Mariona le tendió una trampa a Luzie Bronce, lateral inglesa que juega con ella en el Barça, abriendo la puerta para que saliese conduciendo hacia adentro, donde le robaron la pelota, llevando rápidamente la jugada a su carril, que estaba vacío. Allí apareció Olga Carmona para clavar un disparo seco y raso abajo, donde más escuece a las porteras. Gol que adelantaba a España y obligaba a Inglaterra a salir a campo abierto. A proponer más. A arriesgar. Justo lo que no le gusta. Salma rozó el segundo cacheteando una pelota que se apoyó en el palo de Earps en la última jugada del primer tiempo. Todo iba sobre ruedas... 

Del vestuario salía una Inglaterra más afilada, como no podía ser de otra forma. Weigman ponía en el césped a su jugadora más diferente, Lauren James, y acumulaba más jugadoras en el medio para cortocircuitar a España. Eran minutos de apretar los dientes y tener paciencia buscando los espacios sin cometer errores. Y lo lograron sumando llegadas que inquietaban a las inglesas. Hasta el punto de generar un penalti que tuvo que ratificar Tori Penso acudiendo al VAR por una mano de Walsh en una llegada de Mariona. Pero Jenni Hermoso no pudo batir a Earps, que acertó con la intención de la delantera del Pachuca.

Los contratiempos se sucedieron con la inoportuna lesión de una impecable Laia Codina, que dejó su lugar a Ivana Andrés. Después de un camino tan largo y tortuoso, no podía ser tan fácil... Pero las españolas se mantuvieron firmes atrás. El partido se había acelerado, tenía más revoluciones, más idas y vueltas. España había perdido el control del balón, pero no de la final porque las de Vilda sabían sufrir. Trataban de salir tocando y enfriar el encuentro ante el ejercicio de ímpetu inglés.

El cuarto de hora final de descuento fue un dulce epílogo para una historia digna de un guión de Hollywood. España hizo ancho el campo, Alexia pisó el césped y el encuentro murió más cerca del área de Earps que el de una Cata Coll que nunca pensó que sería la portera titular de la campeona del mundo el día que se subió al avión en Barcelona camino de Nueva Zelanda. Este triunfo es una historia de superación, de fe y de talento futbolístico que debería ser ejemplo para un país que hoy es un poco más plural. Son campeonas del mundo, por más que ya hubieran ganado el corazón de todas y todos. Las chicas ya tienen su estrella.