ANÁLISIS

Escucha, Pep: tienen hambre

Martí Perarnau

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Todo empezó enBusquets. Era un partido como tantos otros de los que le esperan al Barça hasta final de Liga. Más que los puntos, estaban en juego otros factores: el ritmo competitivo, la competencia interna por ganarse un puesto para la Champions, las certezas futbolísticas, los interrogantes que laceran el porvenir y, como trasfondo, el mensaje del vestuario a su entrenador, que siempre dijo que miraría las pupilas de sus pupilos como quien explora el fondo de la taza de café en busca del augurio: ¿siguen queriendo ser los mejores? La respuesta, sobre el césped.

Vestido de frac saltóBusquets, más ancla y vela que nunca, dispuesto a dividir el espacio y ejercer de primer campamento de la cordadablaugrana. SinXavi, Busquets asumió que debía ser el área de descanso de sus compañeros. Desde el primer instante marcó la tendencia y a su rebufo se movió toda la maquinaria, nuevamente conCescen la base creativa, aunque a su manera: no busquemos en él un clon deXavi, pues eso es inviable. Pensemos enFàbregas como un interior creativo distinto aHernández,capaz de mover las palancas del reloj, pero a otro ritmo, y poseedor de una verticalidad inglesa. A partir de estas dos piezas, el reloj marcó horas, minutos y segundos. Ni siquiera el error de

coordinación entre defensas yValdés generó dudas a la maquinaria, que redobló su intensidad a partir del gol dePiatti. Y por ahí ya aparecieron todos, crecidos desde la dinámica colectiva, futbolistas voladores, de nuevo ligeros y ágiles como en los grandes momentos de la temporada. Como una final de Wembley, pero en el Camp Nou.

Aparecieron los hombres luminosos y, aún mejor, los oscuros. Entre los primeros, el ingrávido Iniesta, eltronituanteAlexis,el pletóricoCesc y el legendarioMessi, protagonistas de una noche memorable por la producción inagotable de jugadas felices: no fantasiosas como en otros día, sino punzantes, deseosas de la diana definitiva. Solo las manos mágicas deDiego Alves evitaron un aplastamiento histórico.

Futbolistas luminosos

El Barça se vistió de francotirador a partir de estos cuatro jugadores luminosos y ya fue un pimpampum en el que también los hombres oscuros encendieron las antorchas. Los desmarques constantes dePedro, las coberturas dePiqué y la división deBusquets como rey de la posición se unieron al festival de los brillantes. Reencontrado en sus fundamentos del juego, la maquinaria hizo mejor a los maquinistas. No fueMessi quien hizo andar el reloj, sino el reloj quien dio cuerda a sus agujas, que se movieron en la mejor exhibición del curso, por más que el guardameta visitante evitara que el asedio concluyese en goleada épica.

El Barça del frac deja un aroma de mensaje contundente de sus chicos aGuardiola: los jugadores están por él. Los luminosos, con elMessi de siempre, elIniesta époustouflante, elAlexiscolosal, elCesc más inglés; los oscuros, como eseBusquets eje absoluto, príncipe posicional, líder de la sombra; los chavales de las nuevas hornadas; o los eternos. Noche de frac, partido descomunal, mensaje indiscutible: el PepTeamapenas está en la adolescencia.