Alimentación

¿Por qué no sale a cuenta producir tomates en Catalunya?

Catalunya ampliará sus hectáreas cultivables para llegar a producir un 50% de lo que consume

Tomates, lechugas y alcachofas pierden terrenos en Catalunya

TOMATECS

TOMATECS / epc

María Jesús Ibáñez

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El 90% de las patatas que se consumen en Catalunya han sido cultivadas fuera de Catalunya. Y el 89% de las zanahorias, y el 20% de los pimientos… "Son, todos ellos, productos de fácil conservación, que pueden almacenarse durante tiempo y sale mucho más barato comprarlos fuera que producirlos aquí", lamenta Toni Rovira, payés de Cabrera de Mar (Maresme) y responsable del sector de la Huerta en el sindicato agrario Unió de Pagesos. En un momento en el que los mercados demandan cada vez más verduras frescas, en el que nutricionistas y ecologistas claman porque en las mesas se impulse la proteína vegetal por encima de la de origen animal, los agricultores catalanes se encuentran con que, por culpa de los altos costes de producción, no pueden hacer frente a la competencia feroz de otros territorios, desde los invernaderos de Murcia y Almería hasta el creciente empuje de Marruecos.

Solo los pepinos (96,8%), las lechugas y escarolas (92,5%) y las cebollas (63,9%) que se comen en Catalunya se han cultivado aquí, según el Pla Director de l’Horta de Catalunya, elaborado por la Generalitat en 2020. "Y también otros productos más perecederos como las acelgas o las espinacas, que tienen una vida más corta y que, por tanto, se venden sobre todo en mercados locales", agrega Rovira. En global, el denominado nivel de autosuficiencia alimentaria de Catalunya es del 40%, frente al entre el 60% y el 80% que hay de promedio en España.

Un sector que fue referente

El problema, sin embargo, tiene un calado más profundo. El problema es que los cultivos hortícolas en Catalunya dejan a los payeses, en muchos casos, en números rojos. El plan director de la Generalitat analiza el caso de tres tipologías de productos: tomates, coliflores y bróquiles y cebollas. En las dos primeras categorías, el margen económico que obtiene el agricultor es negativo. Solo las cebollas dan algún beneficio. En el tomate, el caso más significativo, el coste de producción en Catalunya era en 2017 -último año del que hay información disponible- de 27.105 euros por hectárea. En Almería, ese mismo tomate se producía a 22.439 euros por hectárea, un 17,2% más barato que en Catalunya. En las crucíferas, el saldo negativo es de -656 euros por hectárea.

"Históricamente, la huerta había sido un sector muy potente en Catalunya", recuerda Rovira. "Habíamos sido pioneros en la introducción de innovaciones como el control biológico de plagas, por ejemplo, pero el modelo productivista que tenemos ahora nos ha dejado muy tocados", lamenta el productor. Uno de los principales problemas del sector es su extrema atomización, el pequeño tamaño de las explotaciones que, a menudo, son para el consumo doméstico del propio agricultor. O como mucho, para abastecer a una pequeña red de compradores.

La competencia a mayor escala, admite también el conseller de Acció Climàtica i Alimentació, David Mascort, es muy dura. "Luchamos contra factores exógenos que se lo están poniendo muy difícil a los productores de aquí", admitía hace unos días Mascort, en la presentación del nuevo organismo FARO (siglas en inglés del Observatorio para la Acción y la Investigación Alimentarias). El principal rival son las producciones que se importan de países donde las normativas ambientales y de seguridad sanitaria son muchos más laxas que aquí, pero que cuentan con el aval de la Unión Europea. En el caso de la huerta, por ejemplo, Marruecos es un contrincante de primer orden. "Eso hace que nuestros agricultores y ganaderos sean poco competitivos en algunos mercados y, a menudo, acaba con el abandono", lamentó Mascort.

La demanda de productos hortícolas (solo en Catalunya se calcula que se producen 35 especies diferentes) "ha crecido de modo exponencial en los últimos años y todo apunta a que seguirá haciéndolo", señalaba recientemente Elisenda Guillaumes, directora general de Agricultura i Ramaderia de la Generalitat en la inauguración del primer Congreso de la Huerta de Catalunya. En los últimos 20 años, Catalunya ha perdido más de la mitad de la superficie que dedicaba al cultivo de productos de huerta y ha tenido que traer de fuera, especialmente de comunidades como Murcia, Andalucía o Navarra, pero también de Marruecos, más verduras que nunca.

¿Qué se puede hacer para revertir la situación? ¿Qué medidas se van a emprender si el objetivo es que Catalunya produzca en 2030 el 50% de lo que consume? "De entrada, lo más urgente es que haya una apuesta clara por el relevo generacional, que los jóvenes vean la agricultura como una opción profesional", afirma el dirigente de Unió de Pagesos en el sector de la huerta. El plan director de la Generalitat prevé un centenar de medidas, que van desde la transferencia de conocimientos y tecnología al campo hasta la concienciación de los consumidores, para que sepan dar valor a los productos de calidad que se producen en Catalunya. Hasta ahora, según el Govern, ya se han implementado en torno a un tercio de las propuestas. La acción en este sector, admiten tanto los representantes de la Administración como los de los payeses, empieza a ser ya urgente.

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