El estreno de la ronda francesa

El Tour empieza en Bilbao con una encerrona de etapa

El País Vasco alucina con el Tour.

El Tourmalet: el otro árbol de Gernika.

Un Tour exclusivo para Vingegaard y Pogacar.

Pogacar estreno Tour

Pogacar estreno Tour / UAE TEAM

Bilbao (enviado especial)

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El muro de Pike apenas tiene dos kilómetros de ascensión. ¡Madre mía! Que a nadie se le ocurra subirlo después de ponerse tibio a carne o pescado. “Sólo llegaremos 15 a meta”. Lo comenta Tadej Pogacar después de haberlo subido con la bici. El viernes, a eso del mediodía, hay que mirar la fecha del reloj no sea que hubiera algún error para confirmar que es al día siguiente cuando el Tour transita por sus cuestas camino de la meta de Bilbao, el fin de la primera etapa.

Hay que repasar la fecha porque con tanta gente, pintadas, algunas autocaravanas aparcadas, parece que en unos minutos vayan a pasar los ciclistas compitiendo, lo que en cierta manera es un hecho verdadero porque el muro, cerca del aeropuerto de Sondika, se convierte en una pasarela de participantes del Tour.

Se pregunta a un cicloturista que se recupera del esfuerzo en la cima que si se ha cruzado con alguien. Está feliz porque lo han adelantado mientras ascendía el muro, un gozo para cualquier aficionado, nada menos que Jonas Vingegaard y Wout van Aert, dos que pueden ganar este sábado en Bilbao. Otros se entretienen con las fotos o los aplausos y con que les devuelvan el saludo como hace Julian Alaphilippe, otro que aspira al primer jersey amarillo, mientras regresa a su hotel.

El muro es un festival, un puerto al que le han quitado la bonificación a última hora porque el Tour prefiere que se vista de amarillo el primero que cruce la línea de meta junto a la basílica de Begoña, otra ‘encerrona’, un kilómetro al 5 por ciento, en la sentencia no apta para velocistas del estreno de la carrera.

Y es que la primera etapa es algo así como un homenaje a los ciclistas vizcaínos que viajaron al Tour; desde el primero, Vicente Blanco, al que llamaban ‘El Cojo’, y que ya llegó cansado a la salida de 1910 porque tuvo que desplazarse desde el País Vasco en bici. Fue el segundo ciclista español en participar. Hoy, claro está, sería impensable en un ciclismo que vive de los ciclocomputadores, de lo que dictan los vatios y con los directores comunicándoles a los corredores por el pinganillo que si viene una curva, que si cambia la dirección del viento, que ojo con la bajada que es peligrosa o hasta el instante para atacar.

El Tour pasa por la Vizcaya de los Antón Barrutia, Fede Etxabe, Patxi Gabica, Andrés Gandarias, Iñaki Gastón, Julián Gorospe, Dalmacio Langarica o Jesús Loroño, que fueron leyenda y, sobre todo, por las carreteras por las que se entrenó Marino Lejarreta al que se conocía como el ‘Junco de Berriz’.

Y también por los corredores actuales, los que tendrán el honor de pisar con un dorsal del Tour los lugares en los que crecieron como ciclistas, Pello Bilbao, Jonathan Castroviejo y Omar Fraile, el último ciclista español que ganó una etapa de la ronda francesa. Sucedió en un lejano 2018, en el aeródromo de Mende, en el Macizo Central, mucho antes de una pandemia. Desde entonces cero patatero en victorias. Pero es que en un reino dominado por ciclistas como Mathieu van der Poel los triunfos son más caros que las naranjas.