El otro árbol de Gernika

Tourmalet por Sergi López Egea

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Sergi López-Egea

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Si alguien pudiera escoger dónde nacer, si al hacerlo ya tuviera claro que sería ciclista, sin duda diría que Gernika. Y si siendo corredor un día se enterase que las autoridades del País Vasco habían decidido que apostaban por acoger el Gran Départ del Tour entonces cruzaría los dedos, rezaría si fuese creyente -por supuesto a la virgen de Begoña que hasta tiene en Bilbao una calle convertida en república a su obra y gracia- o se diría a sí mismo: “que el Tour pasa por mi ‘oficina’”. Porque la ‘oficina’ es el lugar de trabajo del ciclista y esa oficina para un corredor es la carretera.

El nombre de Gernika para los foráneos siempre ha ido asociado al triste recuerdo de lo que nunca tuvo que pasar, de lo que no se debe olvidar para que no vuelva ocurrir, y más en estos tiempos tan extraños en los que algunos parece que deseen volver al pasado. Las aviaciones nazis y fascistas bombardearon y destruyeron la ciudad en 1937. Todo se fue al traste salvo un árbol que permaneció en pie y que desde hace siglos reivindica las tradiciones vascas. Un cuadro de Pablo Picasso, encargo del Gobierno de la República, se convirtió en obra de arte y en uno de los símbolos mundiales a favor de la paz.

La ciudad de Pello Bilbao

Gernika ahora es una ciudad alegre. Pero también nerviosa, con los vecinos agitados como los niños que apenas pueden dormir la noche de Reyes esperando los regalos. Porque por su carretera principal pasará este sábado el Tour y porque también lo hará por la ‘oficina’ de Pello Bilbao.

Valga una visita por los alrededores de la ciudad vizcaína para afirmar que, a Pello, aunque vaya rápido y con la cabeza agachada controlando el manillar de su bici, se le pondrá este sábado la piel de gallina. Pello es el ciclista de Gernika y en Gernika ser el ciclista de la ciudad es como ser el deportista del pueblo, el más grande, un símbolo casi como su árbol y un espejo en el que quieren reflejarse todos los niños que sueñan con ser corredor como él y sobre todo con tener la tremenda suerte, no sólo de disputar el Tour, sino hacerlo por las carreteras que marcan su ‘oficina’.

El mural

A la fotógrafa vizcaína Iraia Calvo, con su cámara cargada de cientos de fotos de ciclistas, le pidieron si podía prestarles una de Bilbao con su uniforme de trabajo, el ‘maillot’ del Bahrein. Con esa imagen los miembros de su peña -no hay corredor en Euskadi que no tenga su propia cuadrilla de animación- le han pintado un mural que ya quisieran Tadej Pogacar en Eslovenia o Jonas Vingegaard en Copenhague. Pero es que Gernika se cubrirá de pancartas en euskera animando a su chico, con los vecinos, entre ellos los padres, vestidos con camisetas con el nombre de Pello.

Lejos de Gernika no se sabe que cuando ganó en 2019 dos etapas del Giro, una de ellas al esprint, a Mikel Landa, ahora su compañero, los amigos lo esperaron y le montaron una fiesta impresionante. Al año siguiente, en una tregua de la pandemia, el homenaje ya fue distinto tras acabar la ronda italiana en quinta posición, porque del tributo se encargó el ayuntamiento y todo fue más oficial y menos íntimo.

Por eso, porque Gernika será una fiesta, porque Gernika será Pello Bilbao, porque es la mejor opción entre los 14 corredores españoles que disputan la ronda francesa para ganar una etapa, porque es rápido en las llegadas… sólo se puede acabar este primer Tourmalet del Tour 2023 diciendo que se preparen los Van der Poel, Van Aert, Alaphilippe y hasta Pogacar en la meta de la capital vizcaína porque Bilbao sólo hay uno y que tras el paso de la prueba por Gernika sus piernas estarán cargadas de fuerza, fe y velocidad.

Posdata: desde 2018 ningún corredor nacido al sur de los Pirineos ha ganado una etapa en el Tour. El último fue otro vizcaíno, Omar Fraile, que también corre la prueba este año. Desde entonces ningún español ha subido al podio de la carrera y ha llovido, ha habido sequía, elecciones y lo que es peor una pandemia y una guerra en Ucrania.

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