Ciclismo
Van der Poel sobrevive con épica en Roubaix entre pinchazos y una polémica caída
El ciclista neerlandés gana en solitario después de haber triunfado en la Milán-San Remo y acabar segundo en Flandes.
Un pinchazo privó a Van Aert de pelear por la victoria después de que el alemán Degenkolb se fuera al suelo tras tropezar con el ganador de la carrera.
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Cuando tienes la suerte de cara nada te puede obstaculizar. Solo te espera la gloria de la meta, entrar solo en el velódromo de Roubaix y ganar el segundo ‘monumento’ de 2023, la primera clásica de las clásicas, el infierno convertido en paraíso, en el cielo y en el jardín plagado de piedras de Mathieu van der Poel.
Es una furia. Es el ciclista que ataca a 51, a 47 y a 45 kilómetros de la meta. Es el que se aprovecha de las desdichas de sus adversarios. Es el Van der Poel que sale con vida, el único que no sucumbe al endemoniado Carrefour de l’Arbre, el más duro de cuantos sectores de adoquines esconde la París Roubaix, porque el bosque de Arenberg siempre los coge demasiado lejos de meta, aunque en este 2023 fuera el lugar escogido por el Jumbo del siempre bravo, increíble y maravilloso Wout van Aert para levantar chispas sobre las piedras, aunque los neumáticos de su equipo, como si fuera la desdicha de una escudería de Fórmula Uno, no se comportaran como los ciclistas merecían: primero pincha Christophe Laporte, tras poner la carrera patas arriba, y luego, lo criminal, Van Aert, cuando se estaba jugando la victoria con el nieto de Raymond Poulidor.
En la edición más rápida del ‘Infierno del Norte’, la prueba se decidió en el Carrefour de l’Arbre. Allí fue donde John Degenkolb se fue al suelo en un adelantamiento discutible -¿para qué esta el VAR en el ciclismo?- entre las piedras y las hierbas, un choque con Van der Poel, un codo protector del neerlandés y el ciclista alemán, vencedor en 2015, se va al suelo, el día en el que parecía reencontrarse consigo mismo después de un atropello en Alicante, en 2016, cuando un coche embistió a su equipo mientras entrenaban y que casi puso fin a la carrera de un ciclista llamado a distinguirse en los esprints y en las clásicas.
Y fue también el momento escogido por Van Aert para atacar, para ser contrarrestado por Van der Poel, con la imagen más repetida de siempre. Ambos solos, hacia la victoria.
Cuando parecía que la pareja, más que una pareja, volvería a obsequiar con un duelo hasta el infinito y más allá, llegó el pinchazo de Van Aert. A menos de 20 kilómetros para la meta se acabó la carrera y comenzó la épica de Van der Poel, que ganó en Roubaix después de hacerlo en San Remo y tras acabar Flandes en segunda posición. Su compañero Jesper Philipsen derrotó a Van Aert en el esprint por la segunda plaza. Una vez más, Van der Poel y Van Aert compartieron podio. Y una vez más el neerlandés fue mejor que el flamenco, desgracias aparte y con la polémica por la caída de Degenkolb, siempre discutible. Iván García Cortina fue el mejor entre los españoles. Llegó en la 32ª posición. ¡Dios salve a los adoquines!
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