De Requena a Pomerol

Diana Berrouet García, la española que más manda en el mundo de los vinos de Burdeos

La valenciana dirige el holding empresarial de Jacques Thienpont, que tiene como joya de la corona la bodega Le Pin, elaboradora del codiciadísimo vino homónimo

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Diana Berrouet García, directora general de Domaines Jacques Thienpont

Diana Berrouet García, directora general de Domaines Jacques Thienpont

Ferran Imedio

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Quien más quien menos conoce Petrus, un vinazo que es objeto de deseo de quienes llevan años disfrutando de los vinos. Un mito, más que otra cosa. Pero los 'connaisseurs' siempre tienen en cuenta otro vino, menos mediático pero igualmente maravilloso y caro: Le Pin, cuyas botellas oscilan en el mercado entre los 3.000 y los 5.000 euros para luego revalorizarse hasta el infinito.

Y una de las personas que está al mando de esta bodega de Pomerol (Burdeos) es la valenciana Diana Berrouet García, en cuya tarjeta de visita pone que es directora general de Domaines Jacques Thienpont, un cargo que le sitúa como responsable de Le Pin y otras dos bodegas más del grupo, L'If (Saint-Emilion) y L'Hêtre (Castillon). Probablemente, no hay ningún español con más poder ahora mismo en el paisaje vitivinícola francés.

A sus casi 40 años, Berrouet (apellido que ha tomado de su marido) llegó al cargo tras una sólida trayectoria profesional y gracias a una pasión que ya mamó casi desde la cuna, pues su padre, Vicente García, estuvo trabajando durante 20 años en el Penedès para Segura Viudas.

La valenciana Diana Berrouet García, directora general de Domaines Jacques Thienpont, en la viña.

La valenciana Diana Berrouet García, directora general de Domaines Jacques Thienpont, en la viña. /

De hecho, ella nació en Barcelona y vivió unos años en Sant Sadurní. Tras aquella etapa, su progenitor fundó en Requena las bodegas Pago de Tharsys, que ahora dirige la hermana de Diana, Rebeca, y Torre Oria, la primera que hizo cava en tierras valencianas.

Pero pronto voló del nido para irse a estudiar a Francia. Y después de aprender ingeniería agrónoma y enología, trabajó en Mendoza (Argentina) para completar su formación. No le hubiera importado volver a Requena con su negocio familiar pero su actual país de adopción le gustaba demasiado como para no intentar hacer carrera allí. "Estaba enamorada de la cultura del vino que tienen y de la región", admite la ejecutiva. Corría el 2006. 

Desde entonces, lo suyo ha sido un éxito tras otro. Directora técnica de Château Petit-Village en Pomerol, directora general adjunta de Château Beauregard y Château Petit-Village, y ahora, jefaza del conglomerado empresarial que tiene Le Pin como joya de la corona.

"Mi objetivo es mantener el legado, la filosofía de Jacques Thienpont, el propietario belga del 'holding', un hombre que lo creó todo desde la nada, ya que fundó Le Pin en 1979 y lo vendía a 10 euros. Tengo que gestionar las bodegas hasta que sus hijos, que son aún jóvenes, asumen el mando", explica Berrouet García, que está viviendo una etapa "apasionante" porque no solo toca el ámbito que domina, la parte técnica de la agricultura, sino también temas de producción y comercialización.

Un 100% merlot exótico y sedoso

"Podemos pensar que está todo hecho pero hay que seguir cuidando los detalles para que dure, ya que todo equilibrio es frágil", asegura la experta.

Ese equilibrio tan exitoso se basa en Le Pin, un vino de coleccionista que procede de un solo viñedo de 2 hectáreas del que solo se elaboran unas 4.000 botellas al año. Se trata de un 100% merlot que madura a la perfección incluso en añadas mediocres gracias al suelo de grava que drena el exceso de agua y a la orientación sudoeste (la que tiene mejor exposición al sol). Permanece una media de 15 meses en barrica, se embotella y se vende inmediatamente.

¿Cómo es Le Pin, a qué huele, a qué sabe? Responde la jefa: "Es un vino muy identitario, con aromas de cacao, chocolate... Diría que tiene un lado sensual y exótico, incluso se nota la fruta de la pasión, la mineralidad del suelo. Y su textura es aterciopelada, sedosa, con una suavidad y finura increíbles. De hecho, hay quien piensa que es denso y con mucha madera, y es todo lo contrario. La gente lo prueba y dice: 'Guau, qué fino'. Tiene una identidad única, a menudo comparado con grandes pinot noir de Borgoña".