Vista, olfato y gusto
Cata de vino para 'dummies'
Quim Vila te enseña en cuatro pasos cosas que te ayudarán a gozar mucho más de cualquier vino
Trivial: ¿cuánto sabes de vinos?


Ferran Imedio
Ferran ImedioPeriodista. Redactor del canal Cata Mayor
Periodista barcelonés apasionado por su trabajo que lleva casi tres décadas escribiendo en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, donde ha pasado por las secciones de El Día por Delante, Sociedad, Gran Barcelona, Deportes, Exit e Icult. Ha sido coordinador de las páginas de Motor, responsable de Gente y de las páginas de gastronomía Gourmet's.
"No hace falta ser un experto para disfrutar del vino". Esa frase la escucharás centenares de veces en boca de cualquier profesional. Pero, ¿quién te explica cómo gozarlo más y mejor sin saber mucho? Quim Vila (Vila Viniteca), por ejemplo: "El conocimiento ayuda a disfrutarlo pero... ¿verdad que al comer una gamba nadie se pregunta si es macho o hembra? ¿O al escuchar ópera no debes saber solfeo?". Pues eso.
1. OBSERVAMOS.
Normalmente, cuanto más tonos violáceos, morados, azulados y/o granates tenga un tinto, más joven será; y cuanto más maduro, lucirá más tonos rubí, teja, amarillentos, anaranjados, marrones. Aunque hay que saber de qué zona es porque en algún caso es al revés, como los pinot noir de Borgoña y los nebiolo del Piamonte, que tienden a exhibir colores anaranjados al principio. Los blancos empiezan siendo de un amarillo más pálido y con la edad tiran hacia el oro e incluso el marrón.
2. MOVEMOS LA COPA.
Vale la pena para potenciar el aroma que desprende, que será más explosivo en la nariz.
3. OLEMOS.
Un tinto huele a frutas rojas o negras intensas si es joven. Si notamos la madera, no ha pasado suficienciente tiempo para que esta se haya integrado.
4. BEBEMOS.
Catamos un centímetro cúbico cogiendo un poco de aire para que la cavidad bucal y la retronasal (sobre el velo del paladar, tras las fosas nasales) se impregne del vino; eso lo hace más volátil y lo disfrutas mejor. En un trago más largo, imagina cómo te entra en la boca: como una cajita de cerillas, recta y hasta el final; o como un triángulo, estrecho al principio y grueso después (o al revés). Los grandes vinos se alargan hasta el final, tengan la forma que tengan.
Los hay como una bola densa, que te llenan la boca; otros se deshacen. Pueden ser finos o espesos como un coulis de fruta, y algunos dejan la sensación de rugosidad o sequedad del polvo de cacao. Lo mejor es el equilibrio entre alcohol, estructura (la parte espesa, la chicha), el azúcar y la acidez.
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