Menú del día: Bar Olimpiada 92, parece nostalgia pero es mucho mejor

Otra vez de vuelta. Sí, otra temporada más hablando de comer y beber al mediodía y para todos los públicos. Al contrario de lo que prescribe el síndrome posvacacional, y a pesar de lo necesario de descansar, lo cierto es que ya tenía ganas de volver a la búsqueda de menús para conocer nuevos lugares, revisitar otros, disfrutarlos todos y compartir las diversas experiencias en estas líneas.

Y vamos a dar comienzo a este nuevo año laboral con un sitio que ya en 1989 decidió abrir en honor a las olimpiadas que aún no se habían celebrado en aquel entonces, sin saber tampoco en aquel momento que iba a estar -como lo está ahora- enmarcado en el actual barrio de Diagonal Mar i el Front Marítim del Poblenou.

Esta vez, además, en la compañía de uno mismo y nada más, forma de ir a comer a reivindicar con dureza a la vista de que proliferan establecimientos que se oponen a servirte comida si vas solo. Por suerte, existe una inmensa mayoría de lugares que no se suman a esta vergonzosa práctica que nos ha puesto en la cresta de la información veraniega durante más días de los que correspondería.

Al Olimpiada 92 llegué contra pronóstico (no tenía que andar por esa zona el día de la visita), aunque este hecho no fue óbice para acudir con las mismas ganas que con previo propósito de ir. Casi diría que con más, porque de pronto me hallaba frente a un sitio al que le tenía el ojo echado gracias a una carambola logística. Rápida revisión del cartel exterior con los platos del día, paso al frente y para dentro.

Aquí se escogen platos que van de los 3,50 € a los 7 € que, completados por algunos platos de homenaje que suben algo más (pero no mucho), te permiten configurarte un buen menú del día sin problema. Pero las dificultades vienen a la hora de escoger, porque, sea lo que sea que acabes prefiriendo, es más que posible que te vayas con la sensación de dejar atrás otras buenas opciones, todo lo que te ponen en la mesa tiene magnífica pinta y lo que ves servir a tus vecinos también. Todos los males fueran este, la verdad.

Menú del día: Bar Estadio, (el gran mérito de) hacer lo que haces donde lo haces

Superado lo de verte obligado a elegir entre papá o mamá, fui a por los caracoles en salsa (perdonadme, macarrones a la cazuela, volveré a por vosotros), porque me parece una gran idea ofrecer caracoles en un menú del día, porque me pirran en general y porque, 's.e.u.o.', aquí no habíamos hablado aún de caracoles.

Pues ahí estaban: sabrosos y tiernos (porque el caracol no debe ser secundario pese a venir en salsa, por favor), con una más que notable presencia de jamón y chorizo que no hace sino empujarte a echar mano de la panera para deleitarte mojando la salsa. Difícil que algo se estropee cuando comienza tan de cara.

Lo de los segundos es una cosa, porque escogí prácticamente pidiendo perdón al resto de platos por no añadirlos también a la comanda. Y es que el palangre, el bacalao o la 'picanha' que veía en mesas colindantes merecían todas esas disculpas y más.

Pero las decisiones están para tomarlas y adelante con el lomo al whisky con ajitos. Tres piezas de lomo, bien de ajo (siempre de agradecer), unas patatas fritas a la altura de las circunstancias y una salsa al whisky que me trasladó por momentos al sevillano Bar Las Columnas, donde dominan ese plato como nadie. Magnífica forma de viajar.

Y vamos a por el postre, porque en esta casa todas las opciones son caseras (que no es algo sencillo últimamente), hecho que me hizo tirarme a la piscina sin duda a por las natillas: tal y como uno esperaba y además con una galleta María coronándolas. Es que para qué más, de verdad.

Este es un sitio que, cercano al ya relatado Bar Andalucía, no hace sino generar vecinos ufanos porque menudo nivel gastan y porque llevarlo haciendo desde cuando lo hacen y donde lo hacen es de todo menos fácil. Feliz temporada 2023/2024. ¡Al lío!