Los restaurantes de Pau Arenós

My Fucking Restaurant: verduras 'fucking' buenas

Matteo Bertozzi aplica la imaginación a los vegetales para aprovecharlos de las hojas a la raíz en una cocina en la que el gluten no tiene lugar

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My Fucking Restaurant

My Fucking Restaurant / Ricard Cugat

Pau Arenós

Pau Arenós

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El nombre es de impacto: My FuckingRestaurant. Nació como broma interna cuando Matteo Bertozzi tenía otros restaurantes, incluso un obrador para abastecerlos: al abrir este, en la actualidad, el único negocio, se decidió por la combinación malsonante que suena bien.

Fue en el 2017 y entonces estaba aliado con Nicola Drago, hoy al frente de Contracorrent Bar. No existe el censo de cocineros italobarceloneses, aunque, de carrerilla, aparecen unos cuantos alejados de pastas y pizzas, como Fabio Gambirasi, de Agreste, o Riccado Radicce, de Fishology.

My Fucking Restaurant

Nou de la Rambla, 35. Barcelona

Tf: 936.397.827

Precio medio (sin vino): 40 €

Menús degustación: 39 y 46 €

My Fucking no es un italiano, aunque trabajan italianos, como el socio de Matteo, Paolo Mangianti, y sirven unos espaguetis-que-no-lo-son, hechos con apionabo y cubiertos con un cremoso de parmesano, una salsa Alfredo, 'kimchi' casero y quinoa crujiente (que eliminaría, o reduciría).

El calabacín, en tartar y a la brasa.

El calabacín, en tartar y a la brasa. / Ricard Cugat

Esa pasta-que-no-lo-es compendia las 'fucking' virtudes: predominio de lo vegetal, salsas y fermentados propios, ingenio y salero. Han eliminado el gluten, al principio como elemento de 'marketing' y hoy, por convicción; forman parte de Slow Food y creen que de una verdura hay que aprovechar de las hojas a la raíz. También hay que hacerlo con las ideas

Los vinos, asesorados por Valeria di Benedetto, siguen la senda de lo natural, con aciertos como el naranja Evelyn 2020 o el tinto Planella 2021, de recuerdo reciente tras una comida en Gresca. 

Aprecio de Matteo la sinceridad al hablar de por qué comenzaron con el 'gluten free' o al reconocer una timidez que le impide subir a un escenario y promocionarse o una frase no exenta de coquetería: «Cocino bien desde hace 3 o 4 años». ¡Pues suerte que sea la primera visita! Es una cuestión de confianza, dice: «Soy más fino».

La mozzarella con pasta de regaliz y fresitas.

La mozzarella con pasta de regaliz y fresitas. / Ricard Cugat

En zona de chancletas, a 200 metros de la Rambla, se niega a una cocina coaccionada por el turismo: «Se acabó el miedo. Si no quieren, que no vengan. El 80% son verduras. Entiendo bien las verduras». 

Reclamo, una vez más, servilletas dignas: «En eso estoy».

La zanahoria con su jugo de My Fucking Restaurant.

La zanahoria con su jugo. / Ricard Cugat

Tacita de caldo vegetal hecho con-lo-que-se-iba-a-tirar.

El 'fucking' calabacín: el verde, tartar; el amarillo, a la brasa; ricotta y un aliño con manzana y lima y un destilado de judía verde. La Destilateca les ha diseñado también una 'gappa' (no-lo-es-pero-lo-parece) con un fondo de verduras y un destilado de remolacha y otro de alga 'codium'.

La 'fucking' mozzarella con pasta de regaliz (¡atrevidos!) y fresitas que les sirve Soulblim de su finca del Parc Agrari.

El 'fucking' boniato asado (qué bueno) con la piel convertida en chip, un 'chutney' de cilantro y un praliné de ajo/soja/miel.

Uno de los comedores de My Fucking Restaurant.

Uno de los comedores de My Fucking Restaurant. / Ricard Cugat

La 'fucking' zanahoria ('bravissimo') con su jugo, humus y pistacho.

La 'fucking' acelga con 'fondue' de queso asiago y aceite de la parte verde del 'calçot'.

La 'fucking' judía verde, con 'miso' casero de judías, almendra y stracciatella ahumada.

La 'fucking' torrija de polenta (uf: qué final contundente) con crema agria y ruibarbo.

La única chicha es angus madurado y con especias indias: sirve de relleno a un canelón hecho con 'daikon', que necesita de una carne más melosa.

El rótulo de entrada de My Fucking Restaurant.

El rótulo de entrada de My Fucking Restaurant. / Ricard Cugat

Al comienzo, he pasado con ligereza por un hecho relevante: los espaguetis de apionabo llevan una salsa Alfredo, y diría que en Barcelona pocos restaurantes italianos recurren a esa leyenda romana que triunfó en EEUU. 

En la cabeza de Matteo está el traslado del establecimiento, o abrir otro, más pequeño, la mitad o menos de las 70 plazas, tal vez en una calle menos alborotada.

El luminoso de My Fucking Restaurant atrae a los paseantes como la miel a los insectos.  

El equipo

Giovanni Luca Carlino, Elena Pantaleeva, Roberto Levorato, Andrés Moisés Arias, Lidia María Vías, Elena Stikhina, Lujdmila de Lullo, Vachik Aleksanya y Esther Hernández.

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