Comer por menos de 15 €

Menú del día: Ca la Francisqueta, el magnífico legado de la señora Bagó

En esta antigua fonda ampurdanesa (está en Llers) no resulta fácil conseguir asiento

Costillar, chistorra y papas fritas del restaurante Ca la Francisqueta.

Costillar, chistorra y papas fritas del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Pocas cosas me resultan más gratificantes que salir en busca de un nuevo lugar y que, como decía aquel, los planes salgan bien. Como en la gran mayoría de las veces, no me puedo colgar la medalla por ello, porque iba recomendado por dos estimados amigos, Nef y Ainhoa, que, de una visita por el Alt Empordà, no dudaron en insistir en que visitara la localidad de Llers (Alt Empordà), porque allí se halla Ca la Francisqueta. Quien tiene un amigo tiene un tesoro, esto es así y espero no cansarme de repetirlo.

Así que carretera y manta, que hay intriga por visitar esta antigua fonda ampordanesa regentada inicialmente por la 'Molt Honorable' Francisqueta Bagó, quien durante décadas dio cobijo a viajantes de todo tipo a la par que les alegraba el estómago, llegando a ser un indiscutible referente en esta parte del planeta (y parte del extranjero). Actualmente se halla en manos de sus hijos, quienes prosiguen con tamaña responsabilidad sin decepcionar ni a propios ni a extraños, pues no es fácil conseguir asiento para poder disfrutar del lugar.

Ca la Francisqueta

Calle de Sant Quirze, 21 (Llers, Girona)

Teléfono: 972 52 83 62

Menú: 10 €

Todos los días (que abren, se entiende) hay menú del día. Tanto es así, que si llamas para reservar, ya te lo cantan por teléfono mientras te animan a venir, porque textualmente te aseveran que "aquí nadie se queda sin comer". Sin complicaciones: dos primeros y tres segundos, en el caso de nuestra visita. Tal y como está el patio le pido poco a la vida, pero estos detalles ya le sacian a uno antes de sentarse.

Fachada del restaurante Ca la Francisqueta.

Fachada del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

No tiene pérdida el lugar gracias a una atractiva fachada (igual es fetichismo, pero es que me quedo embelesado con estos frontis) y la gente que, pegada a ella, espera turno. Aquí no hay barra para esperar, porque se trata de un local tubular con dos comedores separados por la cocina, en la que obra la magia: uno en la entrada (ahí comimos) y un patio trasero. El salón de la entrada en cierta manera me recordó a la muy desgraciadamente extinta Bodega Carlos.

Uno de los comedores del restaurante Ca la Francisqueta.

Uno de los comedores del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

Pero ello no fue mal augurio, porque ese espacio largo y abovedado es el que pondría de ejemplo para responder orgulloso cuando me preguntan (o, más bien, me pregunto) qué caray es una casa de comidas. Estuvimos severamente vigilados por el mismísimo Salvador Dalí quien, con su retorcido bigote, pende de la pared, enmarcado junto con su propio autógrafo.

Mientras vienen lo que son propiamente los primeros, un entrante: una sencilla ensalada catalana, con su lechuga, correspondiente embutido y un más que decente tomate; más aún si consideramos todo lo que entra en este menú por el importe del que se trata. Detalles.

Arroz a la 'cassola' del restaurante Ca la Francisqueta.

Arroz a la 'cassola' del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

De primero había para escoger entre arroz a la 'cassola' y 'faves' a la catalana. Servidor de ustedes no pudo resistirse a la tentación del arroz, para no variar. Marinero, sabrosísimo y con mucho bicho fresco con el que ibas topando a medida que adentrabas el tenedor en él (¡albricias!). Como la lendakari es una magnífica compañera de vida, mesa y mantel, se prestó a dar buena cuenta de las habas, a la par que me permitió probarlas. Todo potencia, pero con muchísimo control, una verdadera gozada con la que ya conformarse.

Habas a la catalana del restaurante Ca la Francisqueta.

Habas a la catalana del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

Pero quedaban los segundos. Se conoce que se alternan con guisos según el momento de la semana y la temporada, pero ese día tocó carne a la brasa; bandera que se luce con orgullo y se domina como en pocos lugares en la Catalunya interior. Costillar, chistorra y papas fritas. Es que... ¿para qué más? Si llegáis a este punto con hambre, la crema catalana es toda una opción y un clásico de la casa, aunque también corría por el comedor una manzana al horno a la que le hubiera hincado el diente sin piedad, pero a todo no se puede estar. Habrá que volver, qué duda cabe.

Puchero de café del restaurante Ca la Francisqueta.

Puchero de café del restaurante Ca la Francisqueta. / Alberto García Moyano

No siendo una persona especialmente cafetera, debo decir que otro de los grandes detalles de esta antigua fonda es el café. De puchero. Encima de la mesa, dos vasos y la propia cafetera a rebosar. Tú te sirves y repites tanto como quieras, que para eso estás en su casa y consiguen que te sientas como en la tuya.

La verdad es que, escribiendo estas líneas, sigo sin salir de mi asombro: casas como Ca la Francisqueta existen. No me cabe duda, aún sin haberla conocido, que la señora Bagó debe observar contentísima como este monumento necesitaría de un terremoto para tumbarlo. Y ni así, porque carta en la mesa, pesa.