Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar-Bodega Bartolí, la verdadera estación de Sants

En pie y alegrando gaznates desde 1939 (que se dice pronto), es un lugar de culto tanto en materia de desayunos, aperitivos como de comidas

Garbanzos del Bar-Bodega Bartolí

Garbanzos del Bar-Bodega Bartolí / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Bienhallado todo el mundo. Espero que hayáis vuelto con más ganas de las que os fuisteis de vacaciones y, si es el caso de que ahora mismo iniciáis vuestro periodo vacacional, espero que hagáis una muy pequeña pausa de vuestra lectura para brindar quien ahora mismo os profesa una importante envidia (insana, por supuesto).

Por esta parte, se vuelve con ganas no tanto de trabajar como de volver a ir pisando, en lo que espero ya sea una temporada íntegra y definitivamente postpandémica, un montón de lugares a lo largo y ancho de Catalunya (y más si puede ser) para poder contarlos en este rinconcito en el que cada vez se encuentra uno más a gusto.

Bar-Bodega Bartolí

Vallespir, 41. Barcelona

Teléfono: 933 39 10 21

Menú: 14,45 €

De un tiempo a esta parte (y especialmente tras esta basura de pandemia) sucede que procuro, en la medida de lo posible, ir a comer con mis padres "fuera". A visitar sitios como los que ellos, de jóvenes, me enseñaron cuando yo era una criatura y a los cuales les debo en buena parte esta -bendita- adicción gastronómica. Y pasa que no hay manera de sorprenderlos, en especial al 'pater familias', porque si bien cuando le dices que quedamos en el lugar tal o tal otro, te dice que ni idea, pero nos sentamos y no tarda en espetar con muchísimo tacto "ah, pues si aquí ya he venido yo 20 veces, cuando tocaba trabajar por la zona". Mira, buena señal, porque quien tuvo retuvo.

Esto mismo volvió a pasar en uno de los lugares sin los que el barrio de Sants no seguiría siendo -a pesar de los pesares- lo que es: el Bar-Bodega Bartolí, en pie y alegrando gaznates desde 1939 (que se dice pronto). Tocando a la estación de marras y lugar de culto tanto en materia de desayunos, aperitivos como de comidas, es un lugar que frecuento menos de lo que lo recomiendo a toda persona que desee disfrutar por la zona. Y es que, pisar este estimado adoptivo e irse sin gozar en la Bartolí no tiene mucho sentido, la verdad. Espero no equivocarme mucho, pero diría que el inductor, hace ya muchos años, de que venga por aquí, es mi estimado Abel, quien insistía casi cada sábado por la mañana en ir a pedir una de boquerones en vinagre; que los siguen sirviendo y siguen estando bien ricos (¡bien!).

La sala del Bar-Bodega Bartolí.

La sala del Bar-Bodega Bartolí. / Alberto García Moyano

Con este sacro lugar me pasa que me cuesta avanzar cuando me avisan de que ya hay mesa porque me quedo embobado con alguno de los mil detalles de las paredes o con las ristras de ajos y pimientos que te dan la bienvenida antes de sentarse en el comedor. Sentados, Vicent o Albert te cantan la extensísima oferta de menú primeros y segundos que ofrecen en su menú del día, amén de otras suculentas sugerencias que pueden hacer que te pierdas y/o te quieras quedar ahí una semana seguida para acabar con todo, porque todavía no me he comido algo allí que no me haya hecho tilín.

Los garbanzos del Bar-Bodega Bartolí.

Los garbanzos del Bar-Bodega Bartolí. / Alberto García Moyano

El saque de honor para los garbanzos con panceta y chorizo, que contaron con un gran aliado como es el ajo. Bien dorado y no ocasional, sino bien presente en el plato, como debe ser, caramba. La 'mamma' se hizo con unos guisantes con morcilla que mucho ojo con ellos, porque te obligan a meter tenedor en plato ajeno para probarlo y comprobar que tan ricos como los garbanzos o más.

El 'tall rodó' del Bar-Bodega Bartolí.

El 'tall rodó' del Bar-Bodega Bartolí. / Alberto García Moyano

La remesa de segundos quedó dominada en nuestro caso por el bonito en tomate (un monumento para este veraniego y marinero plato urge, sinceramente) y uno de los que más me pirran del lugar: el 'tall rodó' (redondo de ternera). Creo que hay dos salsas en el mundo por las que podría cometer alguna locura que otra: la del fricandó del Gelida y la que acompaña al 'tall rodó' del Bartolí. Por lo que sea, fricandó se ve pero redondo se ve menos aún y no me parece justo.

Como la ocasión la pintan calva, no dudé en hacer aterrizar cachos de pan que, junto con las patatas fritas (¡qué arte tienen también con ellas aquí, caray!), permiten que no te dejes nada en el plato y lo dejes como corresponde, como un espejo. La ternera se corta prácticamente sola pero no se desmorona, que ahí está la clave del asunto y fácil no es conseguirlo.

El 'mel i mató' del Bar-Bodega Bartolí.

El 'mel i mató' del Bar-Bodega Bartolí. / Alberto García Moyano

Como el nivel en esta casa no se baja ni por asomo, el postre es otro de esos por los que volver a repetir exclusivamente. Ya tardaba en hablaros de otra joya de nuestra gastronomía y predilecto de quien os escribe: el 'mel i mató'. Que parece sencillo componer un postre con un corte de queso y un chorro de miel, pero hay que saber escoger ambos productos, atemperarlos y, con mucho cariño, coronarlo con nuez. Sencillez exquisita al alcance de prácticamente todo el mundo.

Fachada del Bar-Bodega Bartolí.

Fachada del Bar-Bodega Bartolí. / Alberto García Moyano

El menú del Bartolí roza el límite de lo permitido en esta sección (14,45 €) y es una suerte que así sea, porque tanto la comida (y bebida) como el excelente servicio y el precioso lugar hacen que valga la pena. Una vela puesta para que sigamos gozando de la Bartolí, cuanto menos, hasta su centenario.

Que tengáis una buena temporada 2022/2023.