Comer por menos de 15 €

Menú del día: El Cullerot de Sants, un joven clásico

Este restaurante del barrio de La Bordeta es un lugar joven llevado por una pareja joven que sirve desayunos, almuerzos y comidas

Porra malagueña del restaurante El Cullerot de Sants

Porra malagueña del restaurante El Cullerot de Sants / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Escribir esta crónica me hacía tanta ilusión como miedo/respeto me daba. Me explico. Ilusión, porque ya había pisado un par de veces este restaurante del barrio de La Bordeta y salí bien contento por ello; miedo, porque me comprometí a escribir de casas populares clásicas y no sabía qué hacer con El Cullerot de Sants, que cumple algunos cánones pero que, 'a priori', podría ser que no cumpliera otros en mi —cada vez menos, por suerte— cuadriculada mente para estas cosas. Y, como a la tercera va la vencida, me dispuse a hacer la visita del desempate para darme cuenta que nunca hubo nada que desempatar. A ver si me aclaro explicándooslo ahora.

Esta crónica es una excepción. Aquí no hay relevo, aquí no hay legado sobre el que apoyarse para dar el subyacente discurso de siempre. Se trata de un lugar joven llevado por una pareja joven que, como tantos, lo apostaron todo al rojo a un restaurante (y rosticería) en el que se sirven desayunos, almuerzos y comidas. Un lugar en el que no hay mantel de papel en cuatro idiomas ni es un local con decorados de décadas de antigüedad ante los que postrarnos como adoradores habituales que solemos ser (al menos algunos).

El Cullerot de Sants

Olzinelles, 114. Barcelona

Teléfono:  93 431 90 69.

Menú: 12,5 €

Desafiando a mi miedo con la elección del primer plato, y porque me comprometí a no hablar siempre de arroz, me planté allí un viernes (aunque, si vais en jueves, vais a temblar con los arroces, palabra). Pudiendo escoger un potaje de garbanzos y churrasco que tenía tremenda pinta, me tiré al vacío a por uno de esos platos que no pido nunca fuera de casa porque, teniendo sangre antequerana en las venas, “como el hecho en casa no hay ninguno mejor” y blablablá. Pedí porra malagueña. Con jamón y huevo duro. Textura ideal, jamón-jamón y huevo en suficiente proporción como para dar inmejorablemente la bienvenida a este adelantado verano de porras, ajoblancos, salmorejos y gazpachos. Pondría la mano en el fuego y no me quemaría si digo que mi queridísima madre saldría encantada de probarla.

Pies de cerdo del restaurante El Cullerot de Sants.

Pies de cerdo del restaurante El Cullerot de Sants. / Alberto García Moyano

La elección de los segundos platos estaba también reñida en mi caso. Caldereta de cordero, calamares guisados y 'trinxat' se iban sirviendo por la sala pero la cabra tira al monte y, basado en anteriores experiencias, opté por los pies de cerdo. En esta ocasión en salsa de ibéricos (como os merecíais una tregua, esta vez sin papas fritas) y custodiados por un plato para depositar el producto del deshuesado y suficientes servilletas. El preludio de un rato de un pegajoso disfrute sin igual.

Tampoco es que me coma tantos pies a lo largo del año ni en tantos sitios diferentes pero, en materia de pies guisados, ahora mismo pondría a estos a la altura de los que prepara el Molt Honorable Jaume Subirós en el Motel Empordà. Y ya no me extiendo más porque con esto creo que ya está todo dicho.

Natillas del restaurante El Cullerot de Sants.

Natillas del restaurante El Cullerot de Sants. / Alberto García Moyano

Postre, siempre postre. Y hasta en esto lo clavan en esta casa. Me decanté por las natillas, con virutas de chocolate negro-negro, que así os doy descanso también con la turra del flan y encima hago proselitismo de este habitual postre en nuestros menús. Y este, concretamente este, estaba ejecutado pues como todo lo que hacen. Donde hay mano (y producto) hay mano y no hay mucho más que decir tampoco.

Entrada del restaurante El Cullerot de Sants.

Entrada del restaurante El Cullerot de Sants. / Alberto García Moyano

Decía al principio que lo de El Cullerot de Sants no era un relevo y ahora me desdigo un poco. Porque abrir un garito de cero con el mismo espíritu de una casa de comidas “de toda la vida” sí es relevo. Porque estos clásicos tan venerados hoy en día algún día fueron nuevos. Porque aquí huele a clásico (y yo no he sido). Porque esa tremenda calidad por 12,5 € el menú no se merece más que acompañarlos todo el tiempo que ellos quieran seguir partiendo la pana en La Bordeta como lo hacen.