Cata Menor

El ego del chef no importa, por Pau Arenós

El lujo, hoy, ahora, es comer una alcachofa recolectada la misma mañana en la huerta de al lado

Cèntric: alcachofa

Cèntric: alcachofa / Elisenda Pons

Pau Arenós

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No siempre prestamos atención a cómo el sitio en el que está ubicado un restaurante determina su cocina.

Pensamos, de forma común, en establecimientos construidos desde lo personal, propiedad de alguien que lo diseña, según apetencia, según lo que le gusta a él o ella, reflejo de una manera de ser y siempre condicionado a lo que esa persona pueda pagar. Primero, yo, mis gustos, mis deseos, mi ambición; el cliente, después.

Pero ¿y cuando es al revés, cuando el ego queda sumergido en la funcionalidad? Cèntric, el restaurante que dirige Susana Aragón asociado con su pareja, Óscar Teruelo, es un ejemplo de casa con condiciones: es el bar-restaurante de Cèntric Espai Cultural, un equipamiento propiedad del Ayuntamiento de El Prat, con biblioteca, sala de exposiciones, archivo municipal y auditorio, y buenas croquetas.

Para comenzar, no es el sitio que hubieran construido ellos, sino el que construyeron otros. Después, el requisito obligatorio de que la máquina funcione a toda mecha todas las horas del días, por lo que necesitan un equipazo: ¡28 personas!

Últimamente escribo mucho de lugares con dos o tres trabajadores: las magnitudes que se acercan a la treintena de empleados son las habituales de la alta cocina. Y eso no es lo que hacen en Cèntric, al menos, no con el lujo clásico como bandera. Porque el lujo, hoy, ahora, es comer una alcachofa recolectada la misma mañana en la huerta de al lado.

Tercero, el precio, con la obligatoriedad de lo asequible (plato del día a 10,30 y menú a 13,50 €) y, cuarto, un registro culinario amplio para complacer a una comensalidad variopinta.

Óscar dice que quiere eliminar los nachos con queso y pico de gallo, y no digo ni que sí ni que no: a mí no me interesan como tampoco el falafel y los burritos, pero ¿por qué privar de eso a los clientes? Yo prefiero el confit de ‘pota blava’ o el ‘suquet’ de merluza y gamba.

[Aquí, buenos restaurantes de Barcelona en los que comer por menos de 20 € y, aquí, restaurantes donde se glorifica el menú del día]

No es la sala que quieres, sino la sala que tienes.

No es la cocina que quieres, sino la cocina que quieren (y la que quieres tú, sí, también).

No es el restaurante que quieres, sino el restaurante que puedes.

Y, a lo mejor, es el restaurante que se necesita.

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