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El peor bocadillo del mundo, por Pau Arenós

Vivimos la edad de oro, plata y sardinas del bocata, que ha dejado de ser ese recurso frío de emergencia para reivindicarse como complejidad cocinada

Walló: bocadillo de tartar y solomillo

Walló: bocadillo de tartar y solomillo / Elisenda Pons

Pau Arenós

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La idea que encabeza este texto surgió mientras escribía la crónica sobre las ‘focaccias’ de Walló, con la tentación de titular: ‘Los mejores bocadillos italianos de Barcelona’.

No recurrí a ese truco tan habitual –una 'trapichería' que usamos a veces, menos de las que la gente cree, más de las necesarias– y que tan buenos resultados da porque, honestamente, no lo sé.

Son buenos, muy buenos, de los mejores bocatas que se empanan hoy en la ciudad, pero, específicamente, ¿los mejores italianos?

[Aquí, sitios con los que volverse majareta con sus bocadillos]

Recuerdo montañas de ‘paninis’ en aquellas cafeterías que en los años 90 exponían una italianidad de cartón piedra –como esas pizzerías franquiciadas.

Panes blandurrios con mortadelas secas e inquietantes, rodajas de tomates atropellados y hojas de lechuga con los bordes ennegrecidos.

Que los de Walló sean ‘los mejores bocadillos italianos de Barcelona’, con los de Santo Porcello y los de Compà en la competición, tampoco es difícil, aunque me falta información para ser concreto.

Vivimos la edad de oro, plata y sardinas del bocata, que ha dejado de ser ese recurso frío de emergencia para reivindicarse como complejidad cocinada. El bocadillo es un ingenio absoluto, hecho de equilibrios entre dentro y fuera, entre el pan y el relleno.

Restaurantes de alta cocina como Teatro, votado por los lectores de Cata Mayor como mejor apertura del 2022 en Barcelona, dedican una parte destacable de la carta del 2023 a los dedos, contenidos bocatiles: el flautín de ternera o el ‘llonguet’ trufado.

[Aquí, la historia con miga de ‘Pepito’ Martínez Fornós]

Empeñados en ‘los mejores de’, sería triunfal el listado de ‘los peores de’. El público disfruta con las catástrofes.

La muerte atrae, con más seducción lectora que la vida; el cierre de un restaurante, antes que una apertura. Lo deficiente nos da alegría porque nos creemos superiores.

La peor fabada del mundo. Los peores arroces del mundo. Las peores tortillas del mundo. Las peores ensaladillas del mundo.

Los peores restaurantes del mundo.

Los peores bocadillos de Barcelona.

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