Testimonios del Raval y el Besòs
La impotencia de vecinos de ocupaciones delictivas en Barcelona: "Quieren que la gente se vaya para quedarse con la calle"
La ineficacia de las denuncias, la intimidación y una conflictividad que llega a alargarse durante años frustran a los barceloneses afincados cerca de viviendas asaltadas para encubrir actividades ilícitas
Barcelona identifica 85 ocupaciones "delictivas" en inmuebles públicos y privados
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
“Quien busca cosas robadas, quiere vender teléfonos robados o comprar droga va ahí”. El testigo se calla de repente, cauto, y observa a quien se acerca antes de retomar el hilo. Habla de una escalera de la calle d’en Roig, en el Raval, proveedora duradera de estupefacientes en el casco antiguo de Barcelona y, a su vez, una especie de bazar donde presuntamente se almacenan artículos hurtados para mercadear con ellos.
Los entrevistados explican bajo anonimato que los ocupantes de la finca conflictiva llegaron hace unos seis años. “Al principio, estuvieron muy tranquilos -recuerdan-. Parecían unos nuevos okupas, sin más, pero comenzaron las peleas. Hubo muchas y se hicieron habituales durante dos años. Vendían crack o heroína y empezamos a ver jeringuillas tiradas en el suelo. Había vecinos viviendo en esa comunidad. A un hombre le rompieron el brazo. Se fue y se quedaron con el piso. Una abuela también se marchó. Ahora todo el edificio es suyo, como si fueran los propietarios”.
A tenor de los datos de la Guardia Urbana, Ciutat Vella es el distrito que acumula más ocupaciones catalogadas como delictivas. Hasta enero, concentraba 29 casos activos de propiedades sustraídas -28 privadas y una pública- que han requerido que la policía local intervenga. La cifra sorprende a algunas fuentes vecinales, por alta.
“Deben de sumar casos que no tienen nada que ver con los narcopisos -deducen-. No estamos en la situación de años atrás, se trabajó mucho para que no vuelva a repetirse. Es verdad que sigue habiendo intentos y continúan existiendo los narcopisos, pero ahora duran poco. Quizá un mes, los explotan rápido antes de que los echen. Pero el caso de la calle d’en Roig sigue operando pese a tener varias denuncias”.
Diferentes fuentes coinciden en que el inmueble es un foco habitual de problemas. Cuando menos, recriminan inacción a la propiedad. No le conceden opción a alegar desconocimiento, porque el trasiego en la calle es poco disimulado. “Me ha pasado que se confundan, llamen a mi puerta y me despierten a las dos de la mañana porque quieren comprar o vender algo”, confiesan en las inmediaciones.
Los vecinos cuentan que los agentes acuden con regularidad a la escalera tomada. “Se ven en peligro, pero la policía viene, apunta y todo sigue igual. Incluso tiraron cristales a los Mossos, pero nadie hace nada. Dicen que, sin una denuncia del propietario, no pueden hacer más". Se sienten solos e impotentes ante los ocupantes: "El problema no es la droga, sino ellos. Quieren que la calle esté fatal para que la gente se vaya y expandirse para quedársela”.
Anomalías "históricas"
Un informe de la Guardia Urbana sobre las ocupaciones en la ciudad a enero de 2024 identifica seis casos delictivos en el distrito de Sant Martí. Al contrario de la percepción en Ciutat Vella, el recuento de los vecinos del barrio del Besòs i el Maresme rebasa el cálculo policial.
“En la calle Messina, hay un caso histórico", señalan. "Van intercambiando una plantación de marihuana entre un piso del segundo y del cuarto de la misma escalera. Se ha informado a la policía, se han hecho fotos de cómo recogen la cosecha, cómo suben y bajan bolsas de tierra… Pero ahí siguen”, lamentan.
“En la calle Palerm han hecho varias intervenciones, pero sigue un caso activo, con un piso en que se hace la receptación de material robado y otro en que se vende -aseguran-. A veces se monta algún lío en el portal porque han robado el móvil a quien no toca y el GPS sitúa que está ahí... El caso de Alfons el Magnànim también es palmario: varias ocupaciones, plantaciones, desmantelamientos… Allí llevamos dos semanas de actuaciones con furgones y policía, desde que han abierto un hotel cerca”.
El relato vecinal transpira impotencia porque no basta denunciar para acabar con escenas desconcertantes. “El problema es el mismo de siempre -observan las voces consultadas-. Hablamos de dos clanes, y ahora un tercer grupo que ha entrado en el barrio, que se dedican a pegar la patada a la puerta para vender la llave y cobrar un alquiler. Hace poco, unas chicas dominicanas pagaron 1.800 euros por una llave, pero las echaron. También controlan otros pisos que los dedican a almacén o plantaciones. En ocasiones, se hace una redada y se desaloja, pero en unos días vuelve a estar igual”.
La confluencia de necesidades en la zona empobrecida del Besòs y la acumulación de domicilios abandonados instigan los asaltos para sacar tajada a costa de la miseria. "Se carga contra el más débil, no se sanciona a los grandes tenedores que son los propietarios y ciertos grupos acaban explotando viviendas que no han pasado al parque de alquiler”, analizan a pie de calle.
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