Plaga urbana

El Síndic de Barcelona pide que se prohíba echar comida a las palomas

El órgano de control del Ayuntamiento propone que la normativa municipal vete alimentar a las aves al menos mientras no se logre rebajar la sobrepoblación de la especie

El Pódcast de EL PERIÓDICO | Barcelona trata de disuadir a los alimentadores de palomas

Un grupo de personas da alimento y se fotografía con las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona.

Un grupo de personas da alimento y se fotografía con las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona. / JORDI COTRINA

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Ayuntamiento de Barcelona da vueltas desde hace años a cómo poner coto a la colonia de palomas. Según las últimas estimaciones conocidas, unos 85.000 ejemplares anidan en la ciudad, una cantidad que el consistorio tacha de “sobrepoblación”.

El gobierno municipal señala que la estrategia para contener las bandadas de la ave urbana a las que se asocian molestias de suciedad y riesgo de transmisión de patógenos pasa, ante todo, por disuadir a los grandes alimentadores de palomas. Asegura que tiene identificadas a unas 350 personas que les proporcionan más de dos kilos de alimento al día. El consistorio ensaya con un plan piloto para que dejen de hacerlo, desde una mirada social porque suele tratarse de personas frágiles. En paralelo, el Síndic de Greuges de Barcelona, David Bondia, plantea una acción más expeditiva y recomienda que echar comida a las palomas quede prohibido en la normativa municipal.

“La Sindicatura cree conveniente que se valore la posibilidad de prohibir expresamente a la ciudadanía la alimentación de palomas”, aconseja una resolución reciente del Defensor del Pueblo barcelonés. Para ello, sugiere que se modifique la ordenanza municipal de protección, tenencia y venta de animales. 

El órgano fiscalizador del Ayuntamiento considera que, “como mínimo”, el veto debe permanecer en vigor “mientras no se consiga una población adecuada que coexista con la ciudadanía y no genere suciedad en la calle”. “Eso al margen que se continúe trabajando con las personas alimentadoras, especialmente las que se encuentran en una situación de vulnerabilidad”, añade el pronunciamiento del síndic.

El posicionamiento surge de una queja que un vecino del Poble-sec trasladó a la Sindicatura el pasado diciembre. El denunciante manifestaba que había reclamado en repetidas ocasiones al Ayuntamiento que atajara la proliferación de palomas en la zona, patente por los excrementos en vehículos y aceras en puntos del barrio. Lamentaba que los ruegos cayeran en saco roto.

Una turista da de comer a las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona.

Una turista da de comer a las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA MARTOS

La resolución reseña que las pesquisas del Ayuntamiento detectaron que una persona se había habituado a arrojar comida a los pájaros en el parque de la Primavera, cerca del lugar donde se producía la incidencia que dio pie a la queja presentada. “Uno de los factores que incide en la elevada densidad de estas aves es la alimentación continuada o desaforada por parte de la ciudadanía”, advierte la Sindicatura en el dictamen.

Incordio en Sant Antoni

Otro ejemplo de que cebar a las palomas deviene en un tormento vecinal se da en la calle Viladomat, en el barrio de Sant Antoni. “Hay una vecina bastante mayor que sale al balcón para alimentarlas dos veces cada día, primero entre las 10 de la mañana y las 12 del mediodía y luego después de las cuatro de la tarde”, detalla Sandra, una lectora que ha contactado con EL PERIÓDICO para contar el caso. Conoce bien la situación y los quebraderos de cabeza que conlleva porque su madre vive justo ahí. 

Siempre tiene permanentemente 10 o 12 palomas en el balcón, esperando en la barandilla a que salga la vecina a alimentarlos”, explica Sandra. Comenta que el incordio ha ido a más desde el verano pasado: “No sé si es que comenzó entonces a darles más de comer. Al principio, mi madre se encontraba excrementos en el balcón. Ahora está cada día con una rasqueta para quitarlos. Aparte, picotean las plantas”.

Los vecinos prueban cómo ahuyentar a los animales con un surtido amplio de espantapájaros. “Han colgado cedés, plásticos brillantes con purpurina, unos búhos de mentira…", enumera Sandra. "Debajo del piso hay un coche que suele tener un cartón encima para protegerse de los excrementos. Además, las migas caen del balcón a la acera y ha causado algún lío con los locales de la calle”, agrega.

Unos vecinos observan las palomas que se acumulan en un terrado del Poble-sec, en Barcelona.

Unos vecinos observan las palomas que se acumulan en un terrado del Poble-sec, en Barcelona. / JORDI OTIX

Los residentes han llamado en ocasiones a la Guardia Urbana. “Pero no hacen nada”, lamenta. Añade que las tentativas para persuadir a la mujer de que deje de atiborrar a los pájaros tampoco han surtido efecto. 

A menudo, tras la rutina de nutrir a las aves se ocultan trastornos de salud mental o historias de precariedad que requieren de atención. La Sindicatura de Greuges indica que la prueba piloto del Ayuntamiento para reconducir a los alimentadores trata de “conocer las motivaciones que conducen al hecho de alimentar a las palomas”. El fin es derivarlos a “los servicios municipales o las entidades del tercer sector más adecuadas en función del perfil personal”, apunta.  

Desde 2017, Barcelona dispone de 44 dispensadores de pienso anticonceptivo con los que aspira a poner freno a la reproducción de las palomas. “Pero la presencia continuada de personas alimentadoras dificulta la efectividad del tratamiento”, previene la resolución del Síndic.

Suscríbete para seguir leyendo