"Sobrepoblación"

Barcelona trata de disuadir a 350 alimentadores de palomas: “Habrá menos en dos o tres años si dejan de dar comida”

El Ayuntamiento estudia cómo reconducir a quienes echan más de dos kilos de alimento al día para nutrir a la especie urbana por excelencia, inductora de suciedad e insalubridad cuando abunda

El incordio de convivir con palomas en Barcelona: “Las oigo como si estuvieran dentro de casa”

Una multitud de palomas se agolpa para comer en la plaza Catalunya, en Barcelona.

Una multitud de palomas se agolpa para comer en la plaza Catalunya, en Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA MARTOS

Jordi Ribalaygue

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Se estima que unas 85.000 palomas anidan en Barcelona, según el último recuento conocido. El Ayuntamiento no duda en hablar de “sobrepoblación” de la ave urbana por excelencia, sospechosa habitual de ser portadora de suciedad e insalubridad cuando se desplaza en bandada. El consistorio afirma que la proporción tolerable fluctúa entre 300 y 400 ejemplares por kilómetro cuadrado, pero ahora se cuentan 838 palomas por cada uno. 

Para controlar a la especie, el gobierno municipal señala que “la estrategia a medio y largo plazo pasa, en gran medida, por reducir la cantidad de alimento disponible que la ciudadanía facilita”. En ese sentido, el Ayuntamiento prepara un plan centrado en quienes cataloga como “grandes alimentadores” de palomas. Calcula que unas 350 personas arrojan más de dos kilos al día de productos para nutrir a los pájaros en calles, plazas y parques de la ciudad. Por ahora, Barcelona ha iniciado un plan piloto extendido a siete espacios para tratar de disuadirlos a que sigan atiborrando a las aves.  

“Es el punto clave para tener una población de palomas estable”, indica el ejecutivo municipal. Alega que si los alimentadores “dejaran de dar alimento, tendría un impacto muy notorio en poco tiempo”. Sostiene que, de convencerlos para que dejen de echar comida, la cantidad de palomas “se reduciría de forma notable en dos o tres años” en Barcelona. 

“Complejidades” a tratar

El Ayuntamiento explica que diseña “una estrategia con perspectiva social para tratar los casos de grandes alimentadores en el espacio público”. Puntualiza que los grandes abastecedores de comida que tiene detectados “tienen asociadas, a menudo, otras complejidades que requieran una actuación transversal”.

Unas personas dan de comer a las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona.

Unas personas dan de comer a las palomas en la plaza Catalunya, en Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA MARTOS

La ordenanza de protección animal tipifica que alimentar a “jabalíes o cualquier otro animal salvaje que se encuentre en las vías o el espacio público” supone una infracción leve, penalizada con multas de 750 euros como máximo. “Las denuncias se ponen por ensuciar la vía pública. Ahora bien, el trabajo específico con el colectivo es imprescindible para abordar el problema”, matiza el consistorio. 

El Ayuntamiento enmarca la prueba que ha efectuado por ahora en el plan Endreça, una serie de medidas que el ejecutivo del alcalde Jaume Collboni acomete desde el inicio del mandato para intentar mejorar los niveles (y la percepción) en limpieza, civismo y seguridad. Aunque focalizan el objetivo en grandes alimentadores habituales, trabajadores del Ayuntamiento también han entablado contacto con turistas, personas que tiran comida para llevar en la calle, que dejan caer migas a la acera o comparten con los animales parte del almuerzo mientras lo devoran al aire libre. El objetivo es advertir de los perjuicios de dar alimento a los pájaros, aunque sea de forma ocasional.  

“La abundancia de alimento supone un número más alto de crías y comporta un aumento de la población, más allá de lo que se considera adecuado en la ciudad”, advierte el consistorio. Por ahora, no concreta cómo pretende desincentivar que se lance comida a las palomas. Apunta que “los resultados que se obtengan” en el plan piloto “permitirán configurar una estrategia de ciudad" sobre los alimentadores”. 

No obstante, una resolución de la Sindicatura de Greuges de Barcelona dictada meses atrás ofrece una pista: reveló que la prueba que el Ayuntamiento programó en 2023 consistía en convencer a los alimentadores “para que efectúen tareas de seguimiento y vigilancia en las zonas de colonias controladas”.

Unas palomas comen de un plato con restos de comida en una terraza de Barcelona.

Unas palomas comen de un plato con restos de comida en una terraza de Barcelona. / JORDI COTRINA

La propuesta del síndic

La oficina del síndic ha instado en los últimos años al consistorio a intervenir para poner coto a la población de palomas. Ha sugerido que se coloquen más aspersores de pienso anticonceptivo -había 44 instalados en 2023- o que se combinen con otros paliativos. A su vez, ha planteado que el consistorio “se implique en el seguimiento y control de los dispensadores de alimento para palomas y de las personas identificadas que las alimentan por su cuenta”. 

“Las personas alimentadoras en la vía pública provocan que, en zonas determinadas de la ciudad, la densidad de palomas sea elevada y se mantengan colonias que prácticamente no se marchan de la zona”, se lee en una resolución que el órgano encabezado por el síndic David Bondia emitió el año pasado. Esgrime que “es necesario reducir la cantidad de alimento que aportan las personas alimentadoras”. 

“Perjudica a la especie porque le hace perder sus instintos naturales y, además, sustenta a una población que, si solo se alimentase de manera natural, no provocaría molestias”, abunda. En 2023, la sindicatura concluyó que queda “margen de mejora” para “reducir el número de palomas en la ciudad hasta llegar a una población adecuada que coexista con la ciudadanía”, sin que implique “riesgos sanitarios” y “no genere suciedad”.

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