35 años encerrado
Los salvadores de Linito, el mono rescatado en Barcelona: “Le han robado años de vida por incompetencia”
"Había riesgo de muerte en el traslado, pero ahora está súper bien", explica la primatóloga de FAADA que convenció a la propietaria del animal para que lo cediera tras resistirse durante más de una década
Rescatado un mono encerrado en un piso de Barcelona desde hacía 35 años
Así vivía Linito hace siete años: el último mono de Barcelona
El antes y el después del mono Linito, rescatado de una jaula en un piso de Barcelona
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Linito “está descubriendo un mundo nuevo”, cuenta Andrea Torres, responsable del área de animales salvajes de FAADA. Se refiere al mono capuchino rescatado en Barcelona el miércoles, tras pasar 35 años encerrado en el piso de una mujer casi nonagenaria. Torres ha sido una de las artífices de la liberación, conseguida después de que la organización animalista la persiguiera durante más de una década. El primate da muestras de buen ánimo y apetito en el centro especializado de la Fundación Mona en que se halla bajo observación, tras permanecer enclaustrado desde 2014 en una jaula estrecha y habitualmente sucia.
“Había riesgo de muerte en el traslado, pero está superbién”, revela Torres sobre el animal. “Está comiendo, no evidencia signo de presión y está explorando una instalación que es más grande que la jaula donde estaba, aunque no es grandísima, porque está en periodo de cuarentena -relata-. Muestra curiosidad e interactúa con todo lo que le han puesto: una hamaca, elementos de naturalización…”.
El siguiente paso será trasladarlo para que socialice con otros ejemplares de su especie. “Aún es muy temprano y es un proceso largo, que se hace muy poco a poco y con cuidado”, ilustra Torres, bióloga que se especializó en primates en Ruanda.
Tras años resistiéndose a entregarlo, la dueña del mono cedió ante la visita de los agentes rurales, la Guardia Urbana y los miembros de la ONG que llevan años preocupados por las condiciones en que Linito malvivía. La flamante Ley de Bienestar Animal propició que el Ayuntamiento dictara una notificación que la conminaba a entregar la mascota: en caso de retenerla más tiempo, el siguiente requerimiento iría acompañado de la resolución de un juez.
“El rescate se ha conseguido negociando con la propietaria y sin orden judicial”, comenta Torres. Antes, las peticiones reiteradas de la organización animalista a las instituciones habían resultado estériles. “Entré hace 10 años en FAADA y heredé el caso de quien era mi jefa -evoca la bióloga-. Llegó a denunciarlo públicamente y Frank Cuesta vino a grabar un capítulo para uno de sus programas. Acabó diciendo que a este mono le faltaba un telediario y que lo dejáramos tranquilo. De eso hace unos 12 años”.
La primatóloga describe el periplo para liberar a Linito como una frustrante cadena de tentativas fallidas: “Hemos llevado un control y apretábamos, pero no conseguíamos nada. Nos preocupaba que un día pasara una desgracia, también por el bienestar de la mujer. A su casa han ido los agentes rurales, el Seprona, técnicos del Ayuntamiento… Han ido todos y nadie hizo nada. Nos llegaron a decir que no era de su competencia, algo que nos pasa muchísimo con la administración”.
Por su parte, el Ayuntamiento responde que "en ningún caso" ha eludido "ninguna responsabilidad sobre el tema". "Se ha hecho el seguimiento correspondiente y se ha trasladado a quien correspondía hacer la actuación", sostiene.
La pena de la propietaria
Al final, ante las amonestaciones que la norma contempla ahora y las dosis de empatía que los activistas vertieron, la anciana aceptó que Linito estaría mejor en manos de cuidadores experimentados que en casa. Torres se pasó la mañana del miércoles con ella para deshacer reticencias. La convenció, pese al dolor que le he supuesto separarse de la mascota.
“Linito ha pasado a una vida mejor. Y aún va a estar más distraído y va a alucinar más cuando pase a una instalación más grande. Quien siente el vacío es quien se queda en casa”, admite Torres, en referencia a la propietaria. “Había creado mucha dependencia con el animal. Nadie le quiere causar daño”, añade. El trato con la mujer conlleva que recibirá noticia del estado del mono, su evolución y su destino. “Siempre decimos a los propietarios que estén tranquilos y les prometemos que les vamos a informar y enviar imágenes”, señala Torres.
La primatóloga atestigua que, hace unos 10 años, se encontraba cada mes con un rescate similar al que se ha practicado esta semana en Barcelona. “Antes, España era una puerta de entrada de primates. De los que se tenían en casa, el más popular era el macaco de Berbería, que ahora está muy protegido. Quedan pocos casos así, tan solo alguno con titíes”, detalla. Torres apostilla que sí topan con algunos particulares con grandes felinos en casa, lo que la Ley de Bienestar Animal también prohíbe.
Reintroducción paulatina a la convivencia
La bióloga confiesa que, pese a estar satisfechos porque el mono capuchino ha pasado a buen recaudo, los integrantes de FAADA sienten que el despropósito se ha resuelto demasiado tarde: “Nos queda un regusto amargo, porque podría haberse solucionado hace una década. Le hemos robado estar 10 años en un santuario con otros de su especie. Ahora a Linito sí que le queda un telediario. Me basta si le hemos regalado una semana de vida, pero le podríamos haber regalado años, y no se ha hecho por incompetencia. Han faltado ganas. Las administraciones se pasaban la pelota”.
La mujer que lo enjauló en casa compró a Linito a un vecino, quien lo tuvo conviviendo con otro mono. Torres cree que ese antecedente lejano puede ayudar ahora a reintroducirlo con otros ejemplares. No obstante, advierte que ha perdido hábitos tras pasar más de tres décadas en soledad.
“No entrará de golpe en un grupo, sino que le presentarán a un individuo solo a través de una reja”, aclara la bióloga, que desgrana el protocolo a seguir: “Se pondrá a cada uno en una instalación, una junto a la otra, con contacto visual y para que se puedan oler. Cuando a través de la reja se llevan bien y sienten curiosidad, se da un primer acercamiento físico, pero esto lleva tiempo y siempre con obsevación de primatólogos y veterinarios”.
La pareja con la que Linito retomará contacto con sus pares será de su misma especie. “Ayuda también mucho que sea de su misma edad”, subraya Torres. “Si funciona, se puede pasar a la siguiente fase, introducirlo en un grupo y presentarlo uno a uno”, agrega.
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