Accidente fortuito
Luto en el puerto de Barcelona por Carol, la popular vendedora de cupones que cuidaba a los gatos
Falleció este martes al caer de la bicicleta, con la que solía transportar la comida que echaba a los felinos que habitan los muelles
PERFIL | La madre de todos los gatos
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Los trabajadores del puerto de Barcelona están de luto por la repentina y desgraciada muerte de Carol García, popular vendedora de cupones de la ONCE y vecina del barrio del Raval, también conocida por estibadores, oficinistas y otros empleados por cuidar de los gatos callejeros que pululan en torno a los muelles. La chica -joven, quizá de menos de 40 años, según quienes la conocían- falleció este miércoles por una fatalidad: Carol cayó de la bicicleta que conducía, con tal mala suerte que se desplomó ante un camión que la arrolló. El conductor no pudo hacer nada para esquivarla.
"Fue un infortunio", comentan en el puerto. La Autoridad Portuaria ha expresado sus condolencias este jueves. "Formaba parte de la gran familia de la comunidad portuaria de Barcelona, ya que recorría todas las instalaciones y terminales vendiendo los cupones de la ONCE", ha recordado.
El Port de Barcelona ha resaltado que la chica era también "una gran amante de la colonia de gatos" que vaga por los embarcaderos. "Los fotografiaba", ha evocado.
'Madre' de Marilyn y Paul Newman
Carol contó a EL PERIÓDICO en 2018 que velaba por los felinos del puerto desde hacía años. Los bautizaba a todos. A uno lo llamó Calvin Klein; a otra lo apodó Marilyn; había uno que atendía al nombre de Paul Newman, porque era "un guaperas", justificaba la muchacha. "Aunque ese nombre no se lo puse yo, se lo puso la protectora. En realidad, yo le hubiera puesto David Bowie, porque tiene un ojo de cada color", aclaraba.
También estaba el gato John Silver, como el pirata de 'La isla del tesoro', de Stevenson. Sus amigos la describen como una lectora voraz, siempre curiosa por lo que se cocía a su alrededor. Calculaba que recorría unos 20 kilómetros al día en bici para vender cupones y mimar a los gatos. Hacía sonar un cencerro para invocar a los felinos y echarles de comer. Cargaba con unas alforjas bajo el sillín, en las que transportaba alimento para los animales.
"Cuando alguno desaparece te temes lo peor -confesaba a este diario-. A los gatos callejeros los atropellan, o se enferman y se esconden en algún agujero y no los vuelves a ver. Por desgracia ya ha habido unos cuantos. Chulín, el Rusito, la Chula…". Notaba que se ponían tristres cuando se marchaba con la bicicleta. "Se quedan ahí, mirándome", decía. "La echaremos de menos", concluye el mensaje del Port de Barcelona.
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