La generación globalizada

Revolución demográfica en Barcelona: menos de un tercio de los adultos jóvenes son locales

La generación autóctona más corta coincide con la creciente diversificación de los inmigrantes en la franja de edad de 25 a 39 años

Barcelonés con 15 años de padrón, la nueva minoría

Barcelona gana población por primera vez desde 2020 gracias a la inmigración

El porcentaje de barceloneses que han nacido en el extranjero supera el 30% por primera vez

Menos de un tercio de los adultos jóvenes son locales en Barcelona

Menos de un tercio de los adultos jóvenes son locales en Barcelona / JORDI OTIX

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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La globalización de Barcelona tiene sesgo generacional. Una franja de edad vive toda una revolución demográfica, al coincidir esta década la llegada a la vida adulta la generación más corta de catalanes con una gran diversificación de la inmigración. Hoy menos de un tercio de los empadronados de 25 a 39 años ha nacido en la ciudad. Seis de cada diez son extranjeros y sobre un 10% procede de otras poblaciones de Catalunya o de España.

Es la generación más internacionalizada de la capital, con una gran capacidad de transformación económica: en esta etapa vital se forman la mayoría de familias, se alquila o adquiere el primer piso y se cimienta la trayectoria laboral. Coincide actualmente con los marcos temporales atribuidos a la generación milenial. El nuevo perfil del ‘adulto joven’ –la denominación que usan los expertos en demografía para esta franja de edad– es un factor incómodo pero imprescindible para entender la Barcelona de hoy.

EL PERIÓDICO ha explorado la correlación de edad y procedencia en los datos del padrón municipal, a fecha 1 de enero de cada año. La evolución quinquenal revela que gracias a la inmigración Barcelona ha mantenido a flote este grupo de edad, porque la baja natalidad y éxodo urbano de los años 80 y 90 hubieran dejado Barcelona casi sin jóvenes. Sorprende en especial la velocidad del cambio: cada año sube entre uno y dos puntos porcentuales el peso de los empadronados nacidos entre 1998 y 1984 en el extranjero. Hace 25 años eran el 6,7%, hace 10 años ya suponían el 41,4% y hoy llegan al 57,1%.

Por distritos afloran diferencias notables. En ninguno de los 10 territorios hay mayoría de jóvenes nacidos en Barcelona, si bien la horquilla va del exiguo 9,3% de Ciutat Vella al amplio 49% de Sarrià-Sant Gervasi. La minorización más vistosa y reciente se da en el Eixample: los barceloneses de cuna no llegan a una cuarta parte de los residentes de 25 a 39 años. En Gràcia son 3 de cada 10 y en Les Corts y Sant Andreu, 4 de cada 10. En todos los distritos es poco significativo el peso de los jóvenes llegados de otras localidades catalanas o españolas.

Qué dicen los expertos

El resto de empadronados, pues, son nacidos en el extranjero. Una característica que cada vez significa menos por sí sola, porque los flujos migratorios en las grandes urbes occidentales son más complejos que nunca. La irrupción de una inmigración de alto poder adquisitivo, la creciente transitoriedad de las estancias o la brecha de nivel educativo entre paisanos desmonta los clichés xenófobos. La globalización, la natalidad y las mudanzas están detrás de esta transformación en curso de Barcelona, según coinciden tres expertos en demografía de la UAB y la UPF consultados por este diario.

“Los extranjeros son mayoría en cada una de las edades que van de los 25 a los 39 años, siendo más acusada la proporción entre los barceloneses de 30 a 34 años”, detalla Antonio López-Gay, doctor, profesor e investigador del Centro de Estudios Demográficos de la UAB. Es uno de los académicos que más de cerca conoce este relevo poblacional, tras haber estudiado el impacto de los nómadas digitales en Barcelona y la reversión del éxodo urbano pandémico. “Es la franja de edad donde tenemos generaciones más cortas por la baja natalidad de los años 80, así que es fácil que se concentre el giro aquí”, resume.

Los datos del padrón son inexactos, pero el retrato que ofrecen es correcto, aclara López-Gay, ante los bulos que circulan. Hay un doble sesgo que se contrarresta en el empadronamiento de extranjeros: por un lado muchos residentes temporales se olvidan de darse de baja al regresar a su país y la administración tarda unos años en borrarles, pero por otro lado cada vez hay más población flotante que no registra su paso por la ciudad.

“A partir de los años 2000 cambia el flujo migratorio y hoy es heterogéneo en muchísimos sentidos”, identifica el docente. “Hacia 2015-16 la llegada de europeos de alta calificación coge carrerilla, frena con la covid-19 y vuelve con intensidad en 2022”, ejemplifica. Más allá de procedencias y rentas, el propósito del viaje se ha diversificado: “Hace 20 años establecerse en la ciudad era parte del objetivo migratorio y por eso se hipotecaban, ahora forma parte de un itinerario más complejo y no siempre orientado a asentarse”. Pese a ello, “algunos han formado familia aquí”: “Tenemos mucho por indagar sobre estos barceloneses, por ejemplo si van a suburbializarse como los locales o no”.

Los que iban y se van

El suburbialización es el éxodo urbano hacia áreas residenciales metropolitanas, que tuvo un fuerte impacto en el censo de Barcelona en los años 80 y 90. Con la ola migratoria de la burbuja la capital recuperó población. No obstante, la salida de nativos no ha cesado nunca. A otra escala, eso sí, y además los hijos del baby boom son muchos menos. “El precio de la vivienda es un factor bastante expulsor, no ha facilitado que los jóvenes se queden en Barcelona”, asevera Clara Cortina, profesora de Ciencias Políticas en la UPF e integrante del grupo de investigación en Demografía y Sociología.

Estas mudanzas, reforzadas por el teletrabajo, también contribuyen a reducir los nativos nacidos entre 1998 y 1984. “No pasa a cualquier edad, pasa cuando se forma familia o se busca la primera vivienda estable”, analiza. “El patrón clásico es irse del centro hacia espacios más alejados que ofrecen condiciones residenciales más atractivas para tu ciclo vital, pero a medida que la metrópolis crece y el ‘centro’ real se expande tienes que irte más lejos”, agrega. “Picos de incremento de precios como los actuales” refuerzan la dinámica.

Fotografía de archivo de una mudanza en Barcelona.

Fotografía de archivo de una mudanza en Barcelona. / Danny Caminal

“Ha aumentado, pero aún no es mayoritario –matiza Gay-López– y más de la mitad de los movimientos residenciales permanecen dentro de la ciudad, también en esta franja de edad”. Si la internacionalización de los milenials irá a más o no es una incógnita. “Los destinos de moda entre los nómadas digitales cambian con gran rapidez” por la “hipermobilidad” de los estratos superiores, y cita el auge y freno de Portugal como receptor. La lentitud de los datos de empadronamiento, en comparación con la media de alquileres, obliga a analizar siempre estos fenómenos con retraso. Tampoco puede validarse aún la hipótesis, extendida a pie de calle, que los precios de Barcelona han ahuyentado a jóvenes de otras comarcas.

Efectos sociales, familiares, asociativos…

Juan Antonio Módenes, también investigador del Centro de Estudios Demográficos de la UAB, profundiza en la “repercusión” de la metamorfosis de esta franja de edad a múltiples niveles. “La población foránea no se distribuye de forma homogénea, la clásica inmigración de clase baja se concentra en las periferias y la nueva urbana y universitaria quiere vivir en el centro”, subraya. Este último grupo “tiene ingresos por encima de la media de los jóvenes nativos y se genera una competencia por la vivienda que desencadena gentrificación o sustitución poblacional, por ejemplo en el Eixample, donde pueden extraerse buenas rentas de este target”.

Un tramo de la calle de Consell de Cent

Fincas del Eixample reformadas para convertirlas en pisos de lujo a precio de oro en Consell de Cent / JORDI OTIX

Por ello, quita hierro a los argumentos sobre mayor calidad de vida y menos contaminación fuera de la capital. A su juicio, “para la inmensa mayoría de la clase media que se va de Barcelona, el factor principal es el económico” y estas mudanzas “tensan la gestión del día a día” en una “sociedad mediterránea basada en las redes familiares”. “Los que no pueden dejar a los padres 40 quilómetros atrás, sea por el cuidado de los nietos o dependencia de los mayores, se quedan a medio camino y han incrementado la presión sobre la vivienda de la primera y segunda corona metropolitanas”, razona.

Finalmente, se intuyen consecuencias sociales aún sin cuantificar: más presión sobre el catalán, nuevos hábitos comerciales, turismofobia, quejas por no reconocer la propia ciudad… Módenes menciona también “el difícil relevo generacional” en entidades vecinales, culturales o políticas: “La sociedad civil que crearon los abuelos de esta generación está en peligro de disolución o en vías de gran transformación”. 

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