En Muntaner
El bar El Velódromo de Barcelona festeja 90 años con un plato dedicado a cada década
El icónico local que relanzó Moritz en 2009 mantiene su encanto y anuncia un año de eventos de aniversario
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Patricia Castán
Periodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Patricia Castán
Con lo difícil que resulta soplar velas en la restauración de Barcelona, donde los relevos gastronómicos son la estresante norma, al Bar El Velódromo hay que aplaudirle por partida doble el 90 cumpleaños. Por una parte, por mantener viva la historia y raíces de este punto de encuentro del Eixample nacido en 1933; por otra, por anunciar quelo celebrará evocando cada una de las décadas transcurridas a golpe de sabores. De la 'pilota' tradicional resucitada a la Crokini (croqueta del sándwich que dio nombre a la disco Bikini), un invento que puede encandilar tanto a clientes con solera como a los nuevos 'foodies'.
Los cimientos hay que buscarlos aún más atrás, cuando Manuel Pastor y Pilar Boné llegaron de un municipio de Teruel dispuestos animar con sus guisos la Barcelona que eclosionaba, y abrieron Casa Manolo en Muntaner con Londres, que por aquel entonces era casi un páramo, a finales del siglo XIX. Su 'caliu' de casa de comidas en seguida caló entre sus parroquianos. Y allí se curtió el heredero Manuel Pastor Boné, que ya fue un precursor precoz del 'take away' llevando cafés en bici a los señorones de la zona que no veían adecuado dejar el despacho para hacer una incursión en el bar.
Cuando a la muerte del fundador le tocó tomar el relevo, este decidió ampliar miras y crear El Velódromo en un solar de Muntaner, 213 donde levantó un edificio en el que vivir y trabajar. Tomó el nombre de su afición a las dos ruedas y de un efímero velódromo proyectado en la zona a principios de siglo. Y aunque el bar no fue colectivizado en la Guerra Civil, Pastor hijo vivió algunos sustos que le llevaron con el tiempo a aflojar el ritmo, eliminar el servicio de restaurante y reducir horarios.
Punto de encuentro atemporal
El establecimiento se consolidó como imprescindible de largas tardes de tertulia, como punto de encuentro intelectual y estudiantil y como espacio con alma, coronado por la imponente escalera con barandilla de caoba original que aún luce y con el plus de tantos recovecos en su planta superior. Fue un superviviente a modos y modas.
Otro Manuel más, de apellido Pastor Salvat y acaso con menos vocación por la hostelería, mantendría vivo el negocio que su padre quiso supervisar hasta su muerte en 1980, rememora el cronista Lluís Permanyer en el diario que la casa ha editado por la efemérides. Justo fueron los años en que su estilo retro y su carisma lo pusieron de moda de nuevo entre los más jóvenes, que lo abarrotaban los fines de semana.
Pero en 2000 el último titular de la saga optó por una jubilación tranquila, aunque por fortuna tras el cierre aceptó venderlo a Moritz. La cervecera lo renovó sin pervertir su espíritu, su 'look' 'art deco' original, y lo volvió a poner en órbita en 2009. Esa nueva etapa sí ha estado marcada por la cocina, aunque algunos elementos históricos y hasta su barra de fórmica de varias décadas sigue presidiendo muchos cafés y tragos los 365 días al año y en maratoniano horario de 7.30 horas de la mañana a 1.30 de la madrugada.
Ahora, el nonagenario negocio, con el director gastronómico del grupo, Jordi Vilà, a la cabeza, y el chef ejecutivo del local, Albert Mas, celebra el momentazo sumando a su habitual carta de platos y tapas una selección de nueve propuestas (una por década) con guiños al baúl de los recuerdos. Estarán disponibles a partir del 1 de diciembre hasta el próximo verano. Vilà explica que fusionarán "tradición y modernidad", fieles a su estilo culinario.
En concreto, detalla, Ostras a la Ravigote (años 33-43); la sensacional Pilota con salsa de setas y picada (43-53), un clásico para "hacer la pelota al cliente"); Lasaña Rossini (53-63) por la fiebre italiana; el Crokini de bikini trufado (63-73 en honor a la famosa 'disco'); el Cap i pota (73-83) por el papel de los mercado en tiempos de estrecheces económicas; el imprescindible Arròs Parellada o del 'senyoret' (83-93); la Brandada de bacalao a la 'llauna' (93-2003); La Mona, o versión del pastel Sara (2003-2013) y el Chocolate con aceite (2013-2023), relata con pasión.
El año de festejos de El Velódromo que acaba de despegar incluye una rotulación conmemorativa en su puerta, una fiesta popular en la anexa calle de Lluís Pellicer en primavera, la creación de una cerveza sin filtrar homenaje a las de principios de siglo XX, y otras muchas sorpresas.
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