RECUPERACIÓN DE UN recinto EMBLEMÁTICO DE LA CIUDAD
El bar Velódromo muestra solera y tecnología en su inauguración
tras nueve años de silencio, el ambiente de café, el vaivén de tapas y cervezas y el ruido seco de los tacos de billar al golpear las bolas resucitaron ayer el mítico bar Velódromo. La nueva etapa del local, que abrió sus puertas por primera vez en 1933, fue inaugurada ayer con una fiesta de presentación en la que centenares de ciudadanos pudieron comprobar que el recinto no ha perdido su entrañable apariencia. El objetivo de los actuales propietarios, la cervecera Moritz, ha sido restaurar el local manteniendo su arquitectura, aspecto y función originales. El Velódromo reabrirá sus puertas definitivamente el próximo 6 de julio.
Cuando el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, levantó ayer las persianas del emblemático bar del 213 de la calle de Muntaner, quedó al descubierto un local con una inédita mezcla entre majestuosidad y sencillez. Colores cálidos, mucha madera y una mezcla ligera de clásico y art-déco se mezclan ahora con elementos contemporáneos y nuevas tecnologías acústicas, de climatización, iluminación y ambientación.
ELEMENTOS ORIGINALES / La escalera central y las barandas de caoba, las cornisas teñidas de nicotinas y el billar son algunos de los elementos más visibles del diseño original de 1933. También se ha conservado la barra principal de formica y acero cromado de los años 80. Los sofás de antaño han sido retapizados y se han restaurado las sillas Thonet de madera curvada, que ahora conviven con otras más actuales de chapa roja y amarilla.
«Queremos que el Velódromo sea un punto de encuentro de las generaciones de antes y ahora», dijo el director general de Moritz, Albert Castellón. El chef Carles Abellan, dueño del Comerç 24 y del Tapaç 24, se encargará de la cocina. Tapas clásicas pero exquisitas. Esta es la filosofía gastronómica del local. Ayer pudieron degustarse patatas bravas, ensaladilla rusa, callos y croquetas. El bar estará abierto de seis de la mañana a tres de la madrugada.
Para Manuel Pastor, el antiguo propietario del Velódromo, será una delicia volver a sentir bajo sus pies el ajetreo del bar que engendró su familia. Pastor nació en 1935 en la vivienda que su padre construyó encima del local y hoy sigue afincado en el mismo lugar. «Estoy muy satisfecho de que el bar vuelva a abrir y de que se haya respetado la estética del local», asegura el barcelonés, que cerró el negocio tras jubilarse.
Una lluvia de recuerdos empezó a brollar de los ciudadanos con más primaveras a sus espaldas. A sus 78 años, Antònia Contel, vecina de la calle de Londres, miraba a través de las ventanas del Velódromo como buscando un reflejo del pasado. «Está casi igual», decía sorprendida. «Mi marido, que murió hace cinco años, venía siempre a jugar al billar y tenía que pedir número de tanta gente que había», explicaba Antònia.
LUGAR HISTÓRICO / «Yo trabajaba en la Casa Tejusa, una empresa textil que estaba justo delante del bar. Durante 20 años vine cada día a tomar un cortado», recordaba Manel. «Es un lugar que forma parte de la crónica sentimental de la ciudad», resumió Jordi Hereu, quien añadió que su padre le explicaba que, en los años 50, muchos políticos e intelectuales se encontraban en el Velódromo.
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