El testimonio de los vendedores

"Nadamos contra corriente": los tenderos de los mercados de Barcelona se debaten entre el derrotismo y la renovación

Los mercados de Barcelona pierden 2.000 negocios en dos décadas, más del 60% de sus puestos

La Boqueria convive con 21 puestos cerrados pese a que le llueven 'novios'

Proteger el mercado, el de alimentos

Una carnicería cerrada junto a otros comercios abiertos en el mercado de Lesseps, en Barcelona.

Una carnicería cerrada junto a otros comercios abiertos en el mercado de Lesseps, en Barcelona. / RICARD CUGAT

Jordi Ribalaygue

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“No cierre, por favor”, ruega una compradora a Félix, que apura los cuatro meses que le quedan para la jubilación en la pescadería que ocupa desde hace 45 años en el mercado de Sarrià. “Son muchos años de confianza y me piden que siga. Me viene de mis padres, que ya se dedicaban a esto. Mi hija me ayudaba e iba a quedarse con el puesto, pero se ha marchado a trabajar fuera. Ya no da para dos sueldos”, constata el pescatero. Sin relevo, trata de deshacerse de la tienda por 25.000 euros. “La de aquí al lado la vendieron por 40.000 hace años. He puesto un buen precio, pero nadie la compra... Cuando empecé, no había ningún puesto cerrado. Si no la vendo, continuaré dos años más”, se resigna. 

A la espera de ver si Félix da con un sustituto, Sarrià concentra cinco persianas bajadas y 23 levantadas. Pere es la cuarta generación al frente de la tocinería familiar. Lidia con la soledad de estar pegado a tres establecimientos desiertos: “El de al lado lleva más de 10 años vacío. El otro se cerró por enfermedad del dueño. Lo cogió una chica y puso productos italianos, pero no funcionó. En la época de mi padre, era otra historia: muchas más ventas, mucha más gente… La caja nos ha caído entre un 30% y un 40%”. 

“Es el momento en que menos clientes vienen al mercado. Pasa aquí y en todos. Quien diga lo contrario miente”, resuelve Artur Àngel, presidente de la asociación de comerciantes del mercado de Sarrià. Explica que, para 2024, se prevé desmontar los puestos que, tras años desocupados, no hallan quien los adquiera: “Será mejor para nuestro mercado. Afecta mucho que se vean vacíos. El cliente quiere oferta, revolver… Alguna de estas tiendas han salido a subasta y nadie ha apostado por ellas. Se puede cambiar el tipo de producto que ofrecen, pero la burocracia es lenta. Hay quien prefiere buscar un local en la calle, aunque el alquiler sea más caro, y abrir el negocio de inmediato”.  

Àngel calcula que los ingresos en su carnicería han bajado entre un 15% y un 20% en cuatro años. Apunta a una causa en que la mayoría de la quincena de tenderos consultados coincide: la proliferación de los comercios de grandes cadenas los lastra. “Hay la tira. Se debería hacer una moratoria”, plantea.

Una báscula en un puesto de venta vacío en el mercado de Sarrià, en Barcelona.

Una báscula en un puesto de venta vacío en el mercado de Sarrià, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Calidad y trato personalizado

Maria Pia regenta un puesto de comida italiana con obrador en el mercado de Lesseps. “Cuando abre una tienda en la calle, los clientes sienten curiosidad, pero vuelven aquí en poco tiempo. Tenemos una calidad y un trato personalizado que otros no ofrecen”, opone Pia, que preside la asociación de comerciantes de Lesseps. 

Allí tienen una carnicería que se resiste a reabrir desde hace un par de años. Un puñado de locales, todas juntos, están pendientes de ser desmantelados para construirse una aula de cocina. Fueron desalojados hace un lustro y los vendedores, reubicados en otras plazas despobladas en el mercado. “Aparentemente, puede parecer que haya puestos cerrados, pero trabajamos en proyectos de venta ‘online’, nos funciona tener cámaras frigoríficas donde dejar los encargos y alargar los horarios…", enumera Pia. "Estamos modernizados y hemos creado un grupo de comerciantes de 40 a 50 años. Hay muy pocos en edad de jubilarse. Es posible que algún puesto cierre si no se logra traspasar, pero el mercado seguirá bien en los próximos años”, augura.

Caterina Navarro se jubila en enero. Tiene el cartel preparado para poner en traspaso su herboristería en Lesseps. “Seguramente, la cerraré sin venderla -sospecha-. Los que vienen interesados ven que es imposible vivir con mis números. Saco un sueldo justito”. Susanna nota que la charcutería que tomó hace un par de años va “en subida”, pero alerta del “canibalismo” con que los grandes establecimientos les comen terreno: “Debería regularse. Sería bueno para sobrevivir”.

Caterina Navarro, con el cartel de traspaso de la herboristería que regenta en el mercado de Lesseps, en Barcelona.

Caterina Navarro, con el cartel de traspaso de la herboristería que regenta en el mercado de Lesseps, en Barcelona. / RICARD CUGAT

“Desde que abrió un súper aquí cerca, he perdido un 20% de lo que ganaba”, echa cuentas Mari Carmen. Le ronda por la cabeza irse del mercado. Joan Barceló se desprendió de una plaza en Felip II hace un año. Ahora es asalariado en la carnicería de sus primas en Lesseps. No tiene certeza de quién les sucederá: “Cuando cierra un puesto, es muy difícil que vuelva a abrir. Es un trabajo duro, se debe madrugar mucho y el amo, trabajar de lunes a sábado”. 

“No tengo quien me supla”

“Me quedan dos años para jubilarme. No tengo quien me supla en mi familia. No es un buen negocio y, actualmente, es difícil de traspasar”, percibe Xavier Bello, con un colmado en Lesseps. Aún más negro lo pintan en la frutería de al lado. “Los mercados están muertos. Muchas clientas las conozco desde hace 30 años, pero ahora son más mayores, no tienen hijos en casa y compran menos”, resume Carlos.

“El mercado no agoniza. Muchos somos de segunda generación”, replica Natàlia, mientras atiende a una joven en la pollería. “Estamos supermodernizados. Al estar más en contacto con los clientes, podemos dar una respuesta más personalizada. Tenemos que seguir haciendo nuestra faena igual y dejar de mirar qué hacen los otros”, zanja. Joana compró una plaza en Lesseps hace dos años para montar un negocio de conservas y comida precocinada: “El mercado aguanta bien. Ahora hay un relevo generacional en Barcelona. Si se conoce este mundo, es una buena opción”. 

Comercios cerrados en el mercado de Sarrià, en Barcelona.

Comercios cerrados en el mercado de Sarrià, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Esmeralda se instaló hace siete años en el mercado de Sarrià: “Estaba convencida de que me jubilaría aquí. Ahora no lo tengo tan claro. Cada vez lo veo peor”. “La decadencia viene de lejos, pero ahora es muy generalizada”, evalúa Mireia en Lesseps, cuarta generación de pescateros: “Es verdad que en Barcelona hay planes de renovación y eso da nuevas oportunidades. Por otro lado, las costumbres están cambiando: los jóvenes no quieren cocinar y, en la gente mayor, las mujeres se han cansado, cada vez son menos las que hacen comidas familiares. Se están perdiendo, cuando lo que promocionamos es cocinar en casa, llevarse la vianda con la receta… Nadamos contra corriente”.