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CLAVES | ¿Por qué los vecinos de La Mina piden 12,5 millones de indemnización por un bloque deteriorado?

Un centenar de familias de La Mina pide 12,5 millones de indemnización por el deterioro del bloque Venus

La desolación de Venus vapulea a los vecinos de La Mina: "No nos sacarán de aquí ni en 2039"

Una vecina se asoma a uno de los patios del edificio de la calle Venus, en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Una vecina se asoma a uno de los patios del edificio de la calle Venus, en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / JORDI OTIX

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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Si una desdicha merece etiquetarse de interminable sin riesgo a exagerar en el entorno de Barcelona, esa es la que soportan los vecinos del bloque de la calle Venus, en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs. Un deterioro perenne embarga al edificio, situado en una de las manzanas donde menos renta se declara en Catalunya, 7.099 euros per cápita en 2021, según el Instituto Nacional de Estadística. Está condenado a la piqueta por un plan urbanístico desde 2002, aunque aún ahora carece de fecha clara para ser demolido. 

Casi un centenar de familias del inmueble pide que se indemnice a cada una con 10.000 euros por cada año en que se ha retrasado el desalojo y la demolición, ambos programados, pero no ejecutados. Contando que han pasado 13 años desde que se ratificó un proyecto de expropiación estéril, la reclamación asciende a cerca de 12,5 millones de euros. 

Una cuarentena de hogares del bloque maltrecho elevó la petición al juzgado la primavera pasada, tras cursar los primeros trámites en 2019. Otros 50 han registrando la solicitud en los últimos días en el Consorcio de La Mina, el ente al que se encomienda la remodelación de la zona y que la Generalitat, la Diputación y los ayuntamientos de Barcelona y Sant Adrià financian. ¿Qué ha llevado a los habitantes de la periferia desfavorecida y marcada aún por la estigmatización a exigir una compensación millonaria a las administraciones que les adeudan un rescate tardío? Aquí una breve guía para orientarse en el laberinto de Venus.

Inacción

El motivo principal que los demandantes esgrimen es que son afectados por un retraso que tachan de injustificado. Lo imputan al Consorcio de La Mina y, en consecuencia, a las instituciones que lo sostienen. El organismo acordó en diciembre de 2009 que los expropiaría, pero aplazó sus propias previsiones ‘sine die’ y aún no las ha culminado. Los vecinos sostienen que la demora los ha forzado a malvivir en un bloque que supura degradación por estar pendiente de derribo y del que no pueden escapar, debido a sus escasos ingresos

Tras años de parálisis, la causa de los afincados en Venus se anotó un triunfo cuanto menos simbólico en 2020, diez años después de fracasar la tentativa para realojarlos. Fue cuando el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) les dio la razón. En un fallo sucinto, los magistrados constataron que la vivencia que atestiguaban 48 vecinos que recurrieron ante el alto tribunal “hace que resulte patente la inactividad de la administración”. La resolución impuso que se siguiera adelante con el proceso de expropiación; en cambio, evitó referirse a las indemnizaciones que parte del vecindario ya requería por entonces.

Un vecino observa los buzones reventados de una de las escaleras del bloque Venus, en La Mina.

Un vecino observa los buzones reventados de una de las escaleras del bloque Venus, en La Mina. / JORDI OTIX

Condiciones “infrahumanas”

El pronunciamiento del TSJC fue una reprimenda en toda regla a las principales instituciones catalanas por haber postergado un plan concebido para aliviar las anómalas circunstancias que coartan la vida en Venus. Sus moradores lidian con desperfectos, penurias, insalubridad y mercadeo de droga. Todo ello es todavía fácilmente constatable. 

El anterior síndic de greuges, Rafael Ribó, lo expresó sin rodeos en una dura resolución en 2014. Criticó la “situación de dejadez” que el edificio acusa porque, señaló, “no ha sido objeto de mantenimiento” desde que se anunció que se echaría abajo. El aplazamiento “ha provocado una importante degradación física” del inmueble, que “ha obligado a los vecinos a vivir en condiciones infrahumanas”, remachó el síndic. Pese a que han transcurrido nueve años desde que lo pusiera por escrito, el diagnóstico de Ribó aún es válido hoy en día.

Realojo fallido

Enzarzada en la pobreza, la desventura de Venus se enredó aún más a partir de 2010. Debía ser el año clave para hacer efectivo el derecho de realojo concedido a los vecinos. La premisa parecía sencilla: todo aquel que acreditara vivir en el bloque desde antes de que se promulgara el plan de mejora de la Mina en 2002 sería trasladado a una de las nuevas viviendas públicas del barrio. 

Sin embargo, los requisitos económicos para canjear uno de los pisos sentenciados al derribo por otro de los recién construidos fueron un dique infranqueable para gran parte de los residentes. El intercambio se supeditaba a que los afectados abonasen la diferencia entre el valor en que se tasó las viviendas del edificio -desgastado y levantado en los años 70 del siglo pasado- y el precio de otras acabadas de erigir. Debían asumir un desembolso que, según el caso, variaba de 30.000 a más de 40.000 euros. Algunos de ellos -sin empleo fijo o perceptores de pensiones bajas- toparon con una negativa al rogar un crédito para financiar la mudanza. Solo una treintena de hogares fue capaz de sufragarla. 

Los vecinos instaron a que el Jurado de Expropiación interviniera para que fijara un precio adecuado. Sin embargo, el Consorcio de La Mina desistió de otorgar la aprobación definitiva al proyecto y elevar la discrepancia al órgano competente para dirimirlo. 

Con la disputa sin resolverse, los pisos reservados para los residentes de Venus acabaron adjudicándose a demandantes de viviendas de protección oficial. Eran 422 pisos vacíos, que permanecieron deshabitados durante años y vigilados por un gasto anual de más de 300.000 euros para las arcas públicas. Un concejal del PSC de Sant Adrià fue condenado a nueve años de inhabilitación en 2020, años después de descubrirse que pagó bajo mano al cabecilla de un clan vinculado a la droga y el crimen en la zona para evitar que los pisos fuesen asaltados. Poco después de que se detuviera a ambos durante unas horas, los domicilios fueron tomados por la fuerza.

El bloque de la calle Venus, en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

El bloque de la calle Venus, en el barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / FERRAN NADEU

Nuevo proyecto

Después de que el TSJC les reprendiera por desidia, la Generalitat, la Diputación y los dos ayuntamientos implicados desempolvaron la carpeta de Venus. Entre todos, se comprometieron a repartirse un coste de 30,8 millones de euros para dar una salida a los vecinos y tirar de un vez el inmueble, paradigma de las carencias y el abandono institucional que han marcado a La Mina, concebida en tiempos del alcalde franquista José María de Porcioles para amontonar a los pobladores de los suburbios de barracas un paso más allá de la linde de Barcelona.

Los demandantes han hecho coincidir su reclamación con la entrada en vigor de un reformulado proyecto de expropiación. Prospere o no esta vez, las familias se niegan a que se haga tabla rasa y se deje sin reparar el daño patrimonial que denuncian que se les ha infligido. El nuevo plan trata de deshacer los obstáculos económicos que retuvieron a los afectados en el edificio. De todos modos, no está cerrado qué se brindará a cada uno de ellos y vuelven a asomar algunas divergencias.