Incivismo en el suburbano
El asalto de grafiteros a la L5 del metro de Barcelona se fraguó fuera de España
Detenidos cinco grafiteros de los 62 que han perpetrado el "mayor ataque de la historia" del metro de Barcelona
Homenaje visual a los 10 años de Murs Lliures, el arte urbano legal, en la ciudad
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
El asalto de un nutrido grupo de grafiteros a una estación de la L5, el 10 de octubre, es la demostración más evidente de hasta qué punto esta práctica vandálica ha evolucionado en los últimos años. Lo sabe TMB, lo saben los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana y lo viven los responsables de la seguridad del metro, que suelen ser los primeros en intervenir cuando hay un aviso. Años atrás, el perfil podía ser el de un chaval de entre 17 y 20 años que pasaba de las gamberradas clásicas a pintar trenes. Un salto importante que se traducía más en 'tags' (firmas) que en dibujos elaborados. Solían ir en grupos de tres, máximo cinco, y actuaban muy deprisa. La cosa, ahora es mucho más sofisticada. E internacional, porque el grupo que entró en la L5 albergaba personas de distintos países. Y de hecho, la organización de la incursión se fraguó en un país del centro de Europa.
Las bandas juveniles de principios de siglo podían tener, en el sumum de la sofisticación, un amigo que se encargaba de la vigilancia. Al advertir la presencia de personal del subterráneo, pegaba un grito y se marchaban todos corriendo. El perfil lo aportan un par de miembros de seguridad del metro de Barcelona consultados por este diario, que, a pesar de este vandalismo, siguen denunciando que el "verdadero problema" que tienen en su trabajo diario son "las peleas y la violencia" las noches de los jueves, viernes y sábado. "En cuanto a los grafiteros, ahora hablamos de personas más mayores, que vienen de todas partes. Y mucho más organizadas". Explican que se encuentran con puertas reventadas, lo que requiere de "herramientas especiales" y cámaras de seguridad vandalizadas.
Como los surferos
Eso mismo sucedió el 10 de octubre cuando más de 60 personas se colaron en la estación de Vall d'Hebron, final de la línea 5, con el objetivo de pintar el nuevo modelo 7.000 del metro de Barcelona, que empezó a circular a mediados de marzo en la L3. Cinco de ellos fueron detenidos. Se trata de ir tachando, como el surfista que ya ha cabalgado olas en Maverick (Estados Unidos), Superbank (Australia), Jeffreys Bay (Suráfrica, ojo con los tiburones) pero le falta Teahupoo (Tahití) y Pipeline (Hawái). Lo mismo con el metro: he pintado en Berlín, Londres y París, pero me falta Barcelona. "Aquí, además -señala una persona que conoce bien el mundo del grafiti-, las multas son de risa y es mucho más fácil entrar en las estaciones y talleres que en otras ciudades". Ahora, sin embargo, asegura un grafitero consultado por este diario, los Mossos tienen una unidad de investigación destinada a ellos, con lo que la reincidencia les empieza a complicar las cosas.
Carolina solía pintar trenes pero ahora se ha quitado. Como supondrán, no se llama Carolina, pero al ser un mundo tan pequeño, esta grafitera solicita el anonimato. En conversación con este diario, explica que la quedada del día 10 no se organizó en Barcelona. Ni tan siquiera en España. Tampoco era la primera vez que operaban, ya que el año pasado hicieron lo mismo en otra gran ciudad europea. "Todo se hace en base a conocidos de conocidos de conocidos..., se crea el grupo, se presenta la propuesta y se lleva cabo, no tiene mucho secreto".
El impulso de pintar
Lo que sí es cierto es que nunca antes se había fraguado una incursión tan numerosa. "Se habían hecho tres trenes a la vez, pero cuatro..., no en ninguna locura, pero no es nada habitual". Esta aficionada al arte urbano asegura que el hecho de que cada ve haya más seguridad y más cámaras hace que "el impulso de pintar y de realizar acciones como esta sea más brusco".
Luego está el tema de la violencia. Al parecer, cuenta el personal de seguridad de TMB, uno de sus compañeros fue agredido en el asalto masivo a la L5. "Le pegaron, no le hicieron daño, pero le quitaron la defensa, el chaleco...". Antes los grafiteros eran más precavidos y el hecho de pasar desapercibidos formaba parte del juego. "Que de ellos solo quedara la firma en el tren", aporta otro experto en la materia. "Ahora ha desaparecido la sutilidad del grafitero, de entrar y salir sin hacer ruido. Les da igual y si hace falta agreden o lanzan piedras". Carolina, en cambio, sostiene que hubo épocas peores, "de más peleas con los de seguridad. "Pero que quede claro que la violencia la aplican personas que para nada nos representan", añade.
Cuenta un vigilante que el martes también se produjo una nueva entrada en la L5 del metro. "Nos dijeron que incluso habían visto un dron volando", asegura. El control del entorno es otra de las novedades. Explica que ya han aprendido a identificar a los ojeadores. "Son chavales que llevan sudader con capucha, mochila y una gorra. Se ponen a estudiar los accesos, los andenes, todo. Está claro que ahora planifican mucho más que antes". Y luego está la tecnología asociada a los esprais. "Antes olían mucho y si restaban pintando en una parada, el paso del tren movía el aire y te llegaba el tufo. ¡Pero ahora ya los hacen sin olor!".
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