30 años de Turismo de Barcelona

De los marines al 'boom' de Barcelona: una hostelera y un conserje relatan una vida en primera línea turística

La propietaria del Moka de la Rambla y el jefe de conserjería del Hotel El Palace Barcelona han sido testigos de excepción del crecimiento imparable de la actividad viajera

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BARCELONA 07/09/2023 Barcelona. 30 años de turismo en Barcelona a través de dos personajes que lo han vivido en primera linea . Anna Matamala empresaria del Moka bar de la rambla y Paco Roncero conserje del hotel Palace en Canaletas FOTO ELISENDA PONS

BARCELONA 07/09/2023 Barcelona. 30 años de turismo en Barcelona a través de dos personajes que lo han vivido en primera linea . Anna Matamala empresaria del Moka bar de la rambla y Paco Roncero conserje del hotel Palace en Canaletas FOTO ELISENDA PONS / Elisenda Pons

Patricia Castán

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En el lejano 1993, cuando Barcelona tocó la primera tecla para promover activamente el turismo, solo un 28,4% de los visitantes venían por vacaciones. La gran mayoría lo hacían por negocios, desde Madrid, el resto de la península o Europa. "Entonces casi todo eran feriantes", rememora Francisco Racero, tras 40 años de trayectoria en el Hotel El Palace Barcelona (antes Ritz) donde dio el salto de botones a conserje precisamente en el año olímpico.

En cambio, Anna Matamala, que regenta el famoso Moka de la Rambla y asumió la gestión del restaurante y bar justo en el 93, recuerda de aquellos años el trajín de marines estadounidenses en el concurrido eje, mucho antes de la invasión de chancletas. Ambos han vivido en primera línea el devenir turístico de la capital catalana desde el mismo momento en que nació Turismo de Barcelona para impulsar una actividad entonces prometedora.

TURISTAS EN HOTELES

Se ubican, además, en el meollo, en Ciutat Vella y el Eixample, especialmente sacudidos por el gran 'boom' que datan dede finales de los 90. Para la empresaria, que tomaba el relevo familiar, la Rambla se convirtió en un segundo hogar. Su padre había adquirido el negocio en el 86, con el afán de recuperar el espíritu del Moka original (1934) y de borrar el reciente paso de un 'fast food'. Una enorme foto de la época preside el local, de los tiempos en que su terraza se situaba junto a la fachada y los barceloneses disfrutaban mirando y dejándose ver con un buen café o unos churros. Ahora lucha para que el ayuntamiento le deje mantener la que tiene en la acera lateral, clave para el negocio. Es de las pocas donde tomar algo sin sobresaltos para el bolsillo, como relataba este diario el mes pasado sobre negocios cercanos .

Ana relata que les costó unos años despegar porque a finales de los 80 la zona no vivía su mejor momento. Incluso tenían un vigilante de seguridad en la puerta. El paso de los 90 marcó también un paulatino cambio del público de la zona, desaparecerían los clientes de Onda Radio (con su mudanza), políticos y parte de la farándula, así como "todas las corbatas" que poblaban sus mediodías de menús y que se esfumaron con el traslado de oficinas y la irrupción del trabajona distancia, para ir siendo relevados por turistas de los cinco continentes. "La Rambla se puso muy de moda, llegaron muchísimos americanos, franceses e italianos", luego cada vez fueron perfiles más dispares. "Un bloguero de Corea habló del Moka y ahora vienen muchísimos coreanos a hacerse una selfi comiendo churros, gazpacho y croquetas, todo junto", señala con sorna.

Anna Matamala en la Rambla, en la terraza del Moka.

Anna Matamala en la Rambla, en la terraza del Moka. / Elisenda Pons

Viene a cuento un inciso para detallar que en el 93 Barcelona tenía 155 hoteles, que tres décadas después ya son 443. Y que los viajeros internacionales han pasado de representar el 61% (sumando 1,5 millones) a ser el 83% (con 7,8 millones, tomando el dato de 2019, ya que el año pasado aún estuvo marcado por la pandemia). Esa eclosión se ha dejado sentir en la columna vertebral de la ruta turística, plagada de alojamientos: de hoteles de cinco estrellas a pensiones y pisos turísticos. Por la mañana no dejan de servir desayunos a clientes de hoteles que no han contratado este servicio, y por la noche cenas. En medio, su barra no descansa en horario ininterrumpido durante 16 horas al día.

Hasta mil personas al día

Ese ajetreo supone que cada día traspasan el umbral del Moka de 500 a 1000 personas, "que no quiere decir clientes, porque aquí viene mucha gente a preguntar cosas o al lavabo, y les permitimos entrar", apunta. Con una memoria generosa, Matamala trata de sintetizar unos años de continuo crecimiento, salpicados por alguna crisis económica o coyuntural, donde el periodo de 2016 a 2019 despunta en cuanto a facturación. Son los años también en que se extiende la idea de la masificación turística y la alcaldesa Ada Colau intenta poner freno al sector. "Quiso sacarlos del centro pero lo que han hecho para llevarlos a otros barrios ha hecho que la gente sienta que cada vez hay más turistas", opina la empresaria, que se siente perjudicada por los cruceristas que son desviados con excursiones organizadas o los autocares de la Costa Brava que ya no pueden descargar visitantes de un día en la vecina plaza de Catalunya.

LOS MOTIVOS DEL VIAJE

Nunca llueve a gusto de todos en materia de contador turístico. Pero si algo ha marcado un antes y un después en la rutina de la Rambla, fue el atentado de 2017. A ella le pilló de viaje los primeros días, pero aún llora de emoción al relatar la intensidad de las vivencias de su personal y del río de turistas que cobijaron hasta el amanecer, tratando de apaciguarlos. "Algunos volvieron al día siguiente a abrazar a los camareros y dar las gracias", explica.

Afirma que el vínculo que se estableció entre turistas y autóctonos, entre víctimas y testigos lo cambió todo. De ese momento recuerda el silencio emocional; de la pandemia --que la alejó año y medio del negocio-,- el "silencio físico y económico". El resurgir ha sido bueno, pero no se ha recuperado la facturación de la pandemia. Ni ha logrado imponer una carta más catalana en el regreso. "Me piden paella, pizza y hamburguesas, y lo que intentamos es una cocina mediterránea donde todo sea de calidad y hecho en casa", resuelve, a sabiendas de que el cliente sin fronteras manda.

A no muchos metros, en la Gran Via, Francisco Racero, como jefe de Conserjería del único hotel que dispone de este servicio las 24 horas, con un equipo de ocho personas, no solo ha contemplado la evolución del viajero. El Palace también es testimonio de la notoriedad social de la urbe. Ha visto desfilar a Mijail Gorbachov (con quien se fotografió), Rock Hudson, Freddy Mercury, Michael Jackson, John Major, Noor de Jordania, Woody Allen... Ha vivido la mutación del turismo adinerado más clásico, al nuevo millonario llegado de Rusia o Arabia Saudí y a figuras de máxima distinción que quieren conocer Barcelona desde el sibaritismo. Del feriante de los 90 al puramente vacacional del siglo XXI. Y ha tenido que guiar los pasos de muchos de ellos por la ciudad.

El consejero del viajero

Le piden "consejo gastronómico, rutas turísticas personalizadas, preparativos para ocasiones señaladas..." Desde su posición de conserje de la red internacional Llaves de Oro, la máxima es hacer realidad los deseos legales. Una vez, no pudo. Un cliente japonés muyyyy importante que venía al partido de Champions del Barça y el Chelsea, y al que habían organizado toda la experiencia. Tuvo un retraso en un vuelo y llamó desesperado exigiendo que hablasen "con quien fuera necesario para que el partido se retrasase". Todo por ver a Messi. Racero no daba crédito. Y el hombre se perdió sin remedio la primera parte.

Francisco Racero, en uno de los salones del Hotel El Palace Barcelona.

Francisco Racero, en uno de los salones del Hotel El Palace Barcelona. / Elisenda Pons

Aunque sí tiene otros muchos logros, como una pedida de mano con avioneta y cartel de amor para que una novia la vislumbrase desde Montjuïc. El hotel mima al personal fiel y el ADN de la casa, así que el conocido conserje nunca ha cambiado de empresa. "Ya estoy con los mejores", sentencia. No duda que antes de las escuelas de Turismo, que han profesionalizado como nunca la actividad, los hoteles han sido "las grandes escuelas". "Quien me lo enseñó todo había entrado en 1940", subraya. A él le tocó aprender inglés, francés e italiano, defenderse en unas cuantas lenguas más y propulsar sus contactos y servicios gracias a las nuevas tecnologías. Aunque la clave de su cometido en la 'premier league' del turismo es la "discreción: ver, oír y callar", receta.

"PROCEDENCIA DE LOS TURISTAS EN LOS HOTELES

Para el turismo que ha vuelto y al que vendrá pide el esfuerzo de ayuntamiento y policía para que Barcelona sea "más segura". "Se van muy contentos de la ciudad, excepto cuando tienen el mal recuerdo de un robo", remata.

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