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Los últimos bares donde jugar al pinball en Barcelona / MAPA

Ahora mismo es más difícil encontrar un pinball en un bar de Barcelona que una verdad en un ‘fact-check’ electoral. Estos son los 5 supervivientes  

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Los últimos pinball de Barcelona

Los últimos pinball de Barcelona / Ángel García Martos

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Te entran ganas de ponerte a la cola Pepsicola. La misma lagrimilla al verlos que al descubrir que Chanquete ha muerto. ¿Eso es un pinball? Ahora mismo es más difícil encontrar uno en un bar de Barcelona que una verdad en un ‘fact-check’ electoral.  

Parece mentira, a estas alturas de ‘boom’ nostálgico. Ya hasta existe una ‘app’ donde rastrear pinballs según la localización (Scorbit, se llama). No está actualizada, pero da pistas. Hay torneos, foros, museos, dos asociaciones (Arcade y Retromaniacs), mil coleccionistas. Pero a pie de barra solo quedan estos 5 bares donde jugar al pinball como en los tiempos de EGB

1. The Bollocks

Aquí han llegado a tener 4 pinballs. Los retiraron hace cinco meses para ganar espacio. Esta semana han tenido que recular. “Me empezaron a llegar mails y mensajes por todos lados: ‘¿Qué pasa con los pinballs?' –recuerda Alex-. Y he tenido que reaccionar”.

Dos clientes echan una partida.

Dos clientes echan una partida. / Ángel García Martos

Esto es The Bollocks (Ample, 46). En este nido rockero del Gòtic han tenido hasta una mesa de pulsos. Junto a la diana y el arcade, reluce desde el miércoles un nuevo pinball de Aerosmith, una máquina de última generación de Stern. Droga ‘vintage’ fina. “Cada vez que alguien bate el récord –promete Alex-, gana 10 cervezas”. Hay quien se ha llevado 20. “Pero ya no vuelvas más”, le suplicaron. Ahora el récord está en algo más de 248 millones. Una novata llega a 12 de carambola.    

Alex Schoihet, 41 años, es uno de los cuatro socios del local. Son los mismos que abrieron en 2008 el Nevermind. “Somos bares rockeros, con un espíritu noventero, y sentimos que tenemos que reivindicar estas cosas”. 

Detalle del pinball de The Bollocks.

Detalle del pinball de The Bollocks. / Ángel García Martos

“Solo me quedan dos clientes de pinball”, detalla Germán González, de la operadora de máquinas recreativas Fun Catalunya. Llegaron a tener unos 25 por Barcelona, calcula. Ahora solo tienen uno en el Bollocks y otro en una asociación cannábica. Ellos proporcionan el pinball y el mantenimiento; la recaudación se reparte al 50%. Cada vez va a menos, lamenta. “Son máquinas muy problemáticas”. 

2. De Copas

“La juventud no sabe cómo va”, dice Rafa a pie de pinball. Ni siquiera saben dónde se echan las monedas. “Oye, ¿y el premio?”, le preguntan. “Esperan que les caiga dinero”, se ríe. 

Rafa Balmaña, el dueño de De Copas, haciendo millones en su pinball.

Rafa Balmaña, el dueño de De Copas, haciendo millones en su pinball. /

Rafa Balmaña, 62 años. No se jubila, no. “No me dejan”. Hace 30 que abrió este bar de Gràcia: De Copas (Bruniquer, 65). Un bar musical de los de toda la vida. Hay pinball, futbolín, billar, dardos y hasta el Hundir la flota por ahí escondido. La sala de billares de al lado (Snooker Club Joanic) también es suya. 

“Ese soy yo”. Rafa señala las iniciales del récord de la máquina: EEE, más de 27 millones y medio. “No hay truco –promete-. Esto se aprende a base de jugar”. Ahora tiene más mérito: ya no se puede ahorrar partidas a la vieja usanza: se agujereaba la moneda, le ponías hilo de pescar, la echabas, jugabas y la volvías a sacar. Las máquinas –advierte Rafa- ya no se dejan engañar.  

Me encanta cómo gritáis”, se ríe al verte sacar adrenalina. “Te ahorras el gimnasio”. Le darás la razón a la quinta bola. Este es difícil, reconoce. Menos mal, resoplas recomponiendo tu dignidad. Hace apenas 4 meses que lo tiene: es el Roller Coaster. Se lo cambian cada 8 meses. 

Su ‘dealer’ de pinballs es Ricard Domínguez, de Factory Arcade. Imposible hablar con él menos de media hora. Podría escribir un libro del tamaño del árbol genealógico de Tamara Falcó. Es multicoleccionista. Tiene 34 pinballs, 4 repartidos por Barcelona. “Si jugara más gente –asegura-, habría más”. ¿Que por qué no juegan? Porque cuesta 1 euro y, a no ser que se te dé un poco bien, se evapora sin apenas avistar las bolas. “Y yo las máquinas las tengo en modo megafácil”, garantiza.  

3. Sala Continental

No hay que salir de Gràcia para hacer gincana nostálgica. Aquí ofrecen copas, conciertos, futbolín y una maquinita, esta es de Shrek, más asumible para novatos. Casi alcanzas al jefe: rozas los 8 millones. “Un bar de rock and roll tiene que tener un pinball, igual que un futbolín o un billar”, afirma Xavier. “Es parte de la decoración”.

Xavier Vilarmau, uno de los socios de la Sala Continental, mano a mano con Shrek.

Xavier Vilarmau, uno de los socios de la Sala Continental, mano a mano con Shrek. /

Xavier Vilarmau, 57 años, es uno de los socios de la Sala Continental (Providència, 30). Si entrara aquí alguien tarareando reguetón, le caería un rayo encima. Este es territorio 'vintage'. 80s, 90s, rock and roll. “Yo espero que los pinballs no desaparezcan –suspira él entre partida y partida-. A los niños les encanta cuando hacemos fiestas privadas. Es como un Chiquipark”. 

4. Ruta 66

“La gente cuando lo ve anunciado en la puerta no se lo creen –asegura Paco-. Se echan las manos a la cabeza, entran a cerciorarse. Hay gente que ha llamado por teléfono a los colegas: ‘¡Venid, que hay un pinball!’”. 

Un jueves por la noche en Ruta 66.

Un jueves por la noche en Ruta 66. /

Es la Ruta 66 de Sant Andreu (Sòcrates, 68). “El nombre es una declaración de intenciones”, asiente el dueño. Es un bar de noche, rockero, con conciertos acústicos y guitarras colgadas en la pared. Hay futbolín, diana, billar, arcade y pinball, por supuesto. Este es de ‘Congo’, la peli de los 90. Enseguida te vienes arriba, es facilito. Aunque hay quien ha roto el cristal de un puñetazo. “Si tuviéramos que tenerlo por lo que recauda, no lo tendríamos –se encoge de hombros Paco-. Es una cuestión más sentimental que otra cosa. Va con el local”. 

Paco Jiménez, en el Congo formato pinball.

Paco Jiménez, en el Congo formato pinball. /

Paco Jiménez tiene 65 años y palique de vecino de toda la vida. Si se jubilara, la gente del barrio iría a picarle a la puerta de su casa. Se ha dedicado toda la vida a la noche. “Le voy a cambiar el nombre al bar: le voy a llamar El último mohicano –tira de ironía-. No es que crea que se van a perder los pinballs, sino los bares directamente. En los barrios cada vez hay menos –lamenta-. Las nuevas generaciones se divierten de otra manera”.

5. My Way 9

Aún huele a nuevo. Abrieron en diciembre en Santa Coloma. Otro local de aire retro a prueba de reguetón: My Way 9 (Vistalegre, 23). Pondrán hasta máquina de palomitas. El pinball apenas lleva funcionando tres meses y ya hay gente que solo viene a jugar. “Todo el que va a la barra, ya le echa”, dicen. Es fácil enredarse: el pinball es de Spiderman.  

Paco Molina (de blanco), durante una partida de pinball en My Way 9.

Paco Molina (de blanco), durante una partida de pinball en My Way 9. /

“Queda entre los 3 primeros y te invitamos a una copa”, te anima un cartelito. Hay que hacer más de 98 millones. Con suerte, llegas a los 3. “La media de edad de los jugadores es alta: entre 35 y 60”, calculan los socios. Él, Paco Molina, tiene 46; ella, Sandra Salguero, 33, pero hace millones en el pinball con pulso de cincuentañero. ¿Que qué aporta una de estas máquinas ‘vintage’? “Hace interactuar”.

 “¡¡¡Una bola de verdad!!!”, ha dicho algún jovencito al verla. En breve, augura Paco, empezarán a preguntar si va con tarjeta, se ríe. “Todo llegará”. 

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