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El cielo arcade está en Cornellà

El nuevo ocio de Barcelona: experiencias inmersivas

“Aquí –te garantizan al entrar- los sueños se cumplen”. Flipas en colores, como se hacía en los 80. Esta es la sede de la asociación ARCADE: una nave con 65 pinballs y más de 100 recreativas originales

Ana Sánchez

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Ahora mismo no te borraría esa sonrisita ni Pancho gritándote a bocajarro «¡Chanquete ha muerto!». Estás flipando en colores, como se hacía en los 80. “Aquí –te garantizan al entrar- los sueños se cumplen”. Y te señalan hileras de pinballs y recreativas hasta donde alcanza la vista. Máquinitas con juegos retro que te ponen la nostalgia de punta: Tetris, Pac-Man, Street Fighter, Out Run. De la impresión ‘revival’ casi se te sale una teta a lo Sabrina.

Este es el nirvana de cualquier exniño de EGB. El cielo arcade está en una nave de Cornellà. Habrá 65 pinballs y más de 100 recreativas. Todas las máquinas son originales de la época, garantizan. Desde finales de los 70. Pero como si no hubiera pasado el tiempo: salen en películas, pódcast y hasta juegan en ‘streaming’ vía Twitch.

Parte de la zona de pinballs de la nave.

Parte de la zona de pinballs de la nave. / JORDI OTIX

Es la sede de la asociación ARCADE (Associació per a la Restauració i Conservació d'Arcades i altres Dispositius d'Entreteniment). “Esto no es un salón recreativo –advierte Óscar a todo el que quiere apuntarse-. Aquí no hay nadie que esté ganando dinero. Todo esto lo mantenemos entre los socios”. 

Óscar Nájera, 37 años. Es el vicepresidente de la asociación. Su hijo ha aprendido a conducir en un arcade. Pregúntale sobre la historia de las recreativas españolas y no parará de hablar durante horas. Pero no le verás jugar, no. “Me gusta más que todo funcione”, sonríe. Tiene un radar para detectar las máquinas que están encendidas. Han llegado a pagar una factura de luz –repite como un mantra- ¡de 1.100 euros! 

Son 125 socios. Desde informáticos a directivos de empresa. Hay quien viene en peregrinación desde Andorra, Lleida, hasta hay un socio de EEUU. “Podíamos ser muchos más”, aseguran. Les das la razón después de cuatro horas: eres incapaz de salir de aquí. “La idea no es entrar, vengo, juego, y me voy, sino sociabilizar”, justifican. “Vienen por las máquinas y se quedan por el ambiente”. 

Antonio se pelea con una recreativa.

Antonio se pelea con una recreativa. / JORDI OTIX

Te pones más nerviosa que cuando hacías un test de la ‘SuperPop’. No sabes por dónde empezar. A la izquierda están los pinballeros; al fondo, “el pasillo de los bailongos”; entre medias, puedes matar marcianitos, conducir un cochazo, meterte en una pelea, la musiquita del Tetris te hipnotiza más que el culebrón de Shakira y Piqué. “Queda una plaza de socio”, te deja caer Óscar al verte más cara de “sí, quiero” que Tamara Falcó al anunciar su boda.  

De aquí han salido las recreativas ochenteras de 'thriller' de ‘La niña de la comunión’, que se estrena en febrero. Y las de ‘Las leyes de la frontera’, de Daniel Monzón. “Estuvimos dando clases particulares a los actores”, recuerda Paco Ortiz, el presidente de la asociación. Y te enseña una foto suya haciendo de técnico en la peli: suele negociar que cualquier socio pueda salir de extra. También repara cosas más que juega. Uno de sus hijos ya participa en torneos de pinball con 8 añitos. 

La idea nació en un foro de internet de arcades y pinballs: “¿Por qué no montamos un club?”. De eso hace ya 9 años. Se pasaron a un grupo de Whatsapp y buscaron sede. Empezaron en L’Hospitalet, en un local de 230 metros cuadrados. Se les quedó pequeño. La nave de Cornellà tiene 400 metros cuadrados, más otros 250 en el segundo piso.  

Cada vez los llaman más. “Sí, sí, sí”, asiente Óscar. La nostalgia se revaloriza año a año. “Ya solo una recre, la Pac-Man por ejemplo, puede valer más de 1.000 euros. De los pinball ya ni te hablo… Se han disparado un montón. Hay pinballs aquí que valen 15.000 euros”. 

Javier y Antonio, entre pinballs.

Javier y Antonio, entre pinballs. / JORDI OTIX

Hay una salita a la que llaman “el museo”. Tienen unas 40 máquinas clásicas “Las que marcaron un hito”, dicen sacando pecho. Donkey, Space Invader, la de Pac-Man está firmada por su creador, Iwatani. Pero Óscar se para frente a la Destroyer: “Este es el primer videojuego desarrollado y comercializado en España”.  

Òscar señala el Pac-Man firmado por su creador, Iwatani.

Òscar señala el Pac-Man firmado por su creador, Iwatani. / JORDI OTIX

Engancha a un nivel muy duro”, te advierten en cuanto te acercas a los pinballs. “El primer día me dolían las yemas de los dedos”, te jura un socio. El 11 de febrero presentarán el nuevo pinball de Stern, el de James Bond. “El mundo del pinball está más activo que nunca”, garantiza Óscar. Hace apenas un mes que la asociación anunció su torneo de este año –el Torneig Barceloní de Pinball (TBAP) será en abril- y ya hay 84 inscritos. “Va a ser puntuable para el Series Europeo. Vendrán jugadores de Finlandia, Italia, Francia…”. 

Se puede ir entrenando en L’Illa Diagonal. Hasta el 4 de febrero, tendrán allí 8 de sus pinballs. Se puede jugar gratis, así que se forman colas cada día ya antes de abrir. Desde padres nostálgicos hasta nuevas generaciones de adictos. “Yo los descubrí en un evento retro y me engancharon”, confesaba esta semana Raúl, 20 años, tras hacerse los 8 pinballs. Y te descubre de tapadillo una app: Scorbit. La abre y aparecen de golpe todos los pinballs que se pueden encontrar en BCN. 

¿Para qué quieres drogas –te dice Kevin, 40 años-, con esto no hace falta”. Y te enseña a jugar al Groove Coaster, un hipnotizante juego de ritmo con vaivén de montaña rusa. Suyas son buena parte de las máquinas musicales. Muchas de las que hay en la nave son de socios; otras son compras colectivas de la asociación. “Es como abrir una Caja de Pandora”, se ríe Kevin.  

Kevin juega al Groove Coaster, un adictivo juego de ritmo.

Kevin se pone a prueba con el Groove Coaster, un adictivo juego de ritmo. / JORDI OTIX

Estas son las máquinas más modernas de la nave: la última, la Dancerush, parece una discoteca móvil. “El pasillo de los bailongos”, lo llaman. “Como el gimnasio, pero más divertido”, dicen Dani, Iris y Aida, los tres son veinteañeros. Hay quien viene a bailar hasta con toallas para el sudor. Muy adictivo. También hay torneo de baile con maquinitas: el próximo será el 20 y 21 de mayo. Incluso organizan una competición solo de matar marcianitos: Shoot’em Up Fest. Será en octubre.  

Iris y Aida juegan al Dancerush, una minidiscoteca móvil.

Iris y Aida bailan en el Dancerush, una minidiscoteca móvil. / JORDI OTIX

Hoy han convocado a los socios para rematar la instalación eléctrica de la segunda planta. “El espíritu es ese -cuenta Óscar-. Hay socios que reparan pinballs, otros tienen conocimientos de electrónica”. Pero no hace falta ser MacGyver para apuntarse. “No obligamos a la gente a aportar –explica-, pero sí que tengan la mentalidad de que no estás pagando una cuota por venir a jugar. Estás pagando una cuota para que esto se mantenga. Y lo mantenemos entre todos”. Pagan 25 euros al mes.  

Marbella Vice”, lees ahora en una máquina con pistola. Así que te pones a disparar. ¿Ese de ahí es Santiago Segura? “Es una película en la que interactúas –explica Óscar-. El director es Álex de la Iglesia”. La compraron más por preservarla que para jugar. “Algunos socios estamos en el proyecto Recreativas.org –detalla Óscar-. Nos dedicamos a preservar la historia de las recreativas españolas”. 

Sesión de disparos antes de comer.

Sesión de disparos antes de comer. / JORDI OTIX

“Mi vida ha cambiado”, promete un socio reciente, Antonio, 46 años. “No solo es jugar –añade Javier, 43-, también se reparan máquinas, se aprende”. “Arcade –asiente al lado David, 39- es un sentimiento”.

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