Modelo de ciudad

Batalla por la vivienda en el Poble-sec: vecinos contra caseros que anhelan pisos turísticos

Siete sentencias más obligan a legalizar pisos turísticos en Barcelona

El ayuntamiento anula 69 de las 120 licencias turísticas de la calle Tarragona

Un juez fuerza a Barcelona a autorizar 120 pisos turísticos en un mismo bloque

santa madrona

santa madrona / Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

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Carmen era la portera de la finca. Lo fue durante muchos años, unos 40. Su marido, Isidro, era el chico para todo: reparaciones, obras en los pisos que se quedaban vacíos; lo que hiciera falta. Eran los 'masovers' del número 2 de la plaza de Santa Madrona, en el barrio de Poble-sec, un edificio construido en 1913 por el arquitecto Manuel Joaquim Raspall i Mayol, discípulo de Lluís Domènech i Montaner. Lo pinceló por encargo de la familia Parladé, que tenía siempre un piso vacío en la finca. Por si las moscas. En 2014, el clan se desprendió del edificio y la nueva propiedad intenta ahora dar un giro a la vida del bloque: un hijo y un nieto de Carmen e Isidro, y otros cinco vecinos más, han recibido un burofax en el que les notifican que tienen que irse de sus casas. Los dueños han solicitado licencias de piso turístico y ahora se abre una negociación con muchos frente: la lucha vecinal y la gentrificación, los surcos legales de la Administración y el derecho a la actividad económica regulada.

La entrada del número 2 de Santa Madrona, una finca construida a principios del siglo XX

La entrada del número 2 de Santa Madrona, una finca construida a principios del siglo XX / Jordi Otix

El edificio dispone de 11 pisos. Tres ya están vacíos, uno desde hace tiempo y dos desde que los arrendatarios recibieron ese burofax y optaron por marcharse. Uno ha entregado llaves y está a punto de mudarse. Otras dos viviendas tienen contrato hasta 2024 y 2028, así que todavía tienen algo de margen. Cinco vecinos que también han recibido la notificación de extinción inmediata del alquiler han decidido batallar por sus casas y se han apoyado en el Sindicat de Barris del Poble-sec, que lo primero que les dijo es que respondieran al burofax, lo que proporciona, de manera automática, una prórroga de seis meses. El caso es que, según consta en el registro municipal de viviendas turísticas, cinco de los pisos disponen de esta licencia y otras dos están a punto de ser aprobadas. En total, siete. Cómo tumbarlas es el caso que los vecinos están intentando construir.

Casos distintos

Hay una diferencia fundamental respecto a lo sucedido en el número 84 de la calle de Tarragona, donde el ayuntamiento ha anulado 69 de las 120 licencias turísticas otorgadas días atrás por un juez. Ahí, junto a la estación de Sants, los residentes tienen un alquiler que todavía está lejos de vencer. Los vecinos de Santa Madrona que han recibido la notificación del propietario, en cambio, no tienen contrato en vigor. O sí lo tienen, pero les venció, y ahora la renovación es mensual. Ellos estaban convencidos de que era anual -dicen que así se lo notificó la inmobiliaria- pero resulta que no. Mes a mes.

El propietario del edificio ha obtenido siete licencias de pisos turísticos y los vecinos intentan revocarlas para poder seguir en sus hogares

Hay una vecina, de hecho, que está en esta situación desde 2014. Los vecinos esperan poder acogerse al artículo 36 de la ley autonómica de facilitación de la actividad económica, con el que pasados tres meses de la adjudicación de la licencia, si aún no se ha utilizado, queda revocada. Al responder el burofax, aseguran desde el Sindicat de Barris, "se generan seis meses de prórroga del alquiler, con lo que ya no podrán realizar actividad turística porque todavía vivirá gente en su interior en todo este tiempo". Lo que sí que podrían solicitar los dueños, si les tumban los permisos turísticos, es el alquiler de temporada (entre 30 días y 11 meses), que también es más rentable que un alquiler regulado de toda la vida y todavía no está restringido como sí lo está la vivienda para forasteros de corta duración.

Rosa y Lucía, frente al edificio en el que viven, con las banderas del Poble-sec en los balcones

Rosa y Lucía, frente al edificio en el que viven, con las banderas del Poble-sec en los balcones / Carlos Márquez Daniel

Por parte del Ayuntamiento de Barcelona, la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, ha explicado que se seguirá la misma hoja de ruta que se ha aplicado en la calle de Tarragona. "Al pasar los tres meses daremos por extinguido el plazo y declararemos ineficaz la licencia. Pero al margen de ello, el Parlament debe actuar y revocar todas las licencias de piso turístico que hayan encontrado grietas administrativas para salir adelante", ha resumido la concejala de los Comuns.

Lucía, una de las vecinas que ha enviado el burofax, reclama a la propiedad abrir una negociación. El problema es que las posiciones dan poco margen a un término medio, puesto que el dueño quiere se marchen y ellos quieren renovar y disponer de un contrato nuevo de siete años. Rosa tiene un situación similar, con el agravante de que su marido lleva viviendo aquí desde 1955 y además tiene una discapacidad del 70%. Se acuerda bien de la última propietaria de la familia Parladé, Paquita.

Más de 300 pisos

Murió en febrero de 2015 y tanto ella como su marido solían ir a verla a la residencia. Meses antes, una prima de Paquita, que era la heredera de su patrimonio, capitaneó la venta de la finca a Masamijomi Immobles, una empresa familiar con varios pisos en el Poble-sec y, según el Sindicat de Barris, "con más de 300 pisos en el área metropolitana". Enric Aragonès, del Sindicat de Llogateres ha denunciado que en Barcelona, cuatro de cada 10 mudanzas son un desahucio invisible, es decir, familias que no se quieren ir de su casa pero que no les queda más remedio porque el propietario no les da alternativa porque tiene otros planes para su vivienda.

El Sindicat de Barris denuncia la "tormenta perfecta" que se cierne sobre el Poble-sec. "Tendremos el Barça jugando en Montjuïc, la Copa América y la transformación del parque de las Tres Xemeneies". Todo ello, unido a la densidad turística que ya padecen el Gòtic y el Raval, convierte esta barriada en un "caramelo perfecto para la especulación".