Protestas y denuncias

El rumbo convulso de las medidas antirruido de Barcelona

Las estrategias del ayuntamiento contra la molestia hacen frente a la lentitud de la burocracia, el malestar de los vecinos que exigen más contundencia y la oposición de los hosteleros

Una vecina del Poblenou, en una protesta contra el ruido en el llamado Triángulo Golfo.

Una vecina del Poblenou, en una protesta contra el ruido en el llamado Triángulo Golfo. / MANU MITRU

Jordi Ribalaygue

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Las protestas contra el ruido nocturno en diferentes barrios de Barcelona tras el parón a causa de la pandemia precedieron las tentativas del ayuntamiento para contener una molestia apegada a la ciudad, capaz ahora de causar suficiente malestar como para congregar vecinos para manifestarse y exigir cambios. Tras instalar sonómetros en 11 puntos críticos por exceso de bullicio, el gobierno local promulgó en agosto que se adelantara el cierre de restaurantes, locales de ocio y supermercados en calles de Ciutat Vella, el Eixample y Poblenou. Sin embargo, las limitaciones no han resultado suficientes para sofocar las reclamaciones para que el sueño y el descanso no sean perturbados. A su vez, las medidas han irritado al Gremio de Restauración, a la greña otra vez con el ejecutivo de la alcaldesa Ada Colau: aborrece las reducciones horarias y prevé recurrirlas. 

Tomando el testigo de las movilizaciones de meses atrás, las quejas se reavivaron a finales de octubre. Una nueva concentración en la calle Enric Granados antecedió la orden de que las terrazas que abundan en la vía se retiraran una hora antes de lo habitual, un compromiso del consistorio que se demoró en los trámites. A su vez, los afectados del llamado Triángulo Golfo -donde el jolgorio fuera de los locales de ocio del Poblenou se alarga de madrugada- se plantaron el miércoles pasado ante la sede del distrito de Sant Martí. Se declararon hartos de “promesas incumplidas”, en una convocatoria en que un grupo vinculado a Vox asomó la cabeza y acabó expulsado.

El malestar en distintos puntos de la ciudad ha hecho cristalizar la Xarxa Veïnal Contra el Soroll. La plataforma planea organizar una protesta en la plaza Sant Jaume, delante del ayuntamiento, similar a la que hizo que movimientos surgidos a lo largo de la urbe confluyeran el junio pasado.

¿De qué forma Barcelona trata de paliar la contaminación acústica desde el verano? Estas son las medidas promovidas hasta ahora y así han progresado en diferentes distritos y barrios.

Ciutat Vella

Es donde las cortapisas a los horarios prevé alcanzar más extensión. Esta semana ha entrado en vigor la prohibición de que los súpers de 10 vías del distrito estén abiertos entre las 22.00 y las 07.00 horas. Se impone a 43 comercios de las calles Ferlandina, Joaquín Costa, Paloma, Tigre, Guifré, Peu de la Creu, Carme, Escudellers, Nou de Sant Francesc y Nou de Zurbano. Se pretende así poner coto al botellón. 

A su vez, el ayuntamiento ha aprobado ampliar el horario en que no se permite circular en ‘skate’ en la plaza dels Àngels y las calles adyacentes, enfrente del Macba, un lugar emblemático para este deporte urbano. La modificación no se ha establecido todavía. Una vez que venza el plazo para apelar, la práctica se impedirá durante dos horas más por la mañana, con lo que se proscribirá desde las 22.00 hasta las 09.00 horas.

Aparte, falta avanzar el cierre de los locales de las calles Joaquín Costa y Escudellers y las plazas George Orwell y de los Àngels. La hostelería tendrá que echar el candado a las dos de la madrugada, una hora antes que ahora, y las terrazas deberán desmontarse a las 23.00 horas. No se ha implantado a la espera de que finalice el período para presentar alegaciones y se resuelvan. El distrito defiende que ha sido quirúrgico comprobando dónde se da exceso de ruido antes de variar horarios. Justifica que deben procurar que la actividad comercial no incordie a los vecinos por la noche.  

Eixample

La receta contra el bullicio nocturno en el distrito más poblado se monopoliza en Enric Granados, donde ha surgido un movimiento vecinal activo contra el ruido y la masificación de las terrazas. Se estima que 1.695 personas residen en la vía y, a su vez, se acumulan 1.324 sillas a lo largo de sus 1.200 metros. Tras un proceso burocrático lento, los veladores deben plegarse a las 23.00 horas entre semana y a medianoche los viernes y los sábados. A la par, las restricciones se han ampliado a las plazas del Sol y de la Revolució, en Gràcia.  

El horario ha reabierto las fricciones entre el ejecutivo de la alcaldesa Ada Colau y el Gremio de Restauración, que anunció que acudiría a los juzgados y al Síndic de Greuges para tratar de impedir que los horarios se recorten en la ciudad a raíz del caso de Enric Granados. A finales del mes pasado, los hosteleros de la calle acumulaban 92 expedientes abiertos por incumplir presuntamente las licencias para instalar terrazas. 

Poblenou

El enojo de los vecinos del Triángulo Golfo en torno a la calle Pere IV ha vuelto a dejar patente esta semana que, frente a las propuestas para atenuarlos, los problemas continúan. Ante las críticas, el ayuntamiento señala que las restricciones horarias a bares y comercios de 24 horas son vigentes desde finales de septiembre.

Aquel mismo mes, el teniente de alcalde de Seguridad, Albert Batlle, presumió de que estaban "cambiando las cosas y modificándose comportamientos" en el entorno hastiado por el desmadre que importuna al vecindario a deshoras. El concejal vino a señalar entonces que las soluciones estaban encarriladas cuanto menos. En cambio, la plataforma SOS Triángulo Golfo achaca inacción al gobierno local. Replica que los botellones y las juergas en plena calle siguen atormentando a residentes del Poblenou.