Paisaje en extinción

Las últimas calles de adoquines de Barcelona

El antiguo pavimento de piedra está condenado a desaparecer, pero no se retirará de oficio y todavía puede verse en varios rincones de la ciudad

Meritxell M. Pauné
Ernest Alós
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Pasear por las callejuelas del pequeño barrio de Sant Pere, en Ciutat Vella, tiene un encanto especial. Igual que la bajada del monasterio de Pedralbes. Y el casco antiguo de Sant Andreu. Y pasajes románticos como el de Permanyer, en Pau Claris. Todos ellos tienen algo en común: adoquines.

Barcelona tiene una relación obstinada con su pavimento, desde el emblemático panot cuadrado de la flor y la polémica hoja de plátano de la Diagonal, hasta las olas de la Rambla –que desaparecerán con la reforma- o experimentos fallidos como la ‘B’ de la calle Ganduixer. Incluso el mote peyorativo de la ciudad, Can Fanga, tiene que ver con la lenta pavimentación durante la construcción del Eixample. Pero entre la variedad de suelos barceloneses, el viejo adoquín ha resistido modas y siglos. Fotogénico, duradero y barato.

Hasta que se ha dado de bruces con la accesibilidad. Las calles tradicionales empedradas –históricamente solo las calzadas– no resultan cómodas hoy. Para peatones con discapacidad motriz o visual, pero también el riesgo de torcerse un tobillo o el ruido al pasar vehículos, maletas, carritos y cualquier elemento móvil. Además es resbaladizo cuando llueve y no marida bien con el incivismo, porque la suciedad se queda en las ranuras.

Los adoquines tradicionales son un paisaje en extinción por su falta de accesibilidad

Los adoquines tradicionales son un paisaje en extinción por su falta de accesibilidad / Ferran Nadeu

Pavimento sentenciado

Por todo ello, el Ayuntamiento de Barcelona lo sitúa como pavimento a retirar. No de forma inminente, puesto que no ocupan calles de gran tránsito, pero sí a medida que haya intervenciones de mejora en estas zonas. “No se sustituye de oficio, pero el día que en ese sitio hay un proyecto de renovación de la calle se elimina”, indica la teniente de alcaldía Janet Sanz. “Lo normal es que se intervenga para pacificar”, considera, por lo que si habrá mayor tránsito de peatones aún más debe garantizarse la accesibilidad.

La Guía de Pavimentos del Ayuntamiento de Barcelona marca en rojo el adoquín, con la etiqueta “no recomendable”. Admite que se use en ribetes y detalles de jardines de forma “excepcional”. Detalla que el auténtico adoquín antiguo tiene un grueso de 8 centímetros y está hecho de granito (gris claro) o bien de piedra basáltica (gris oscuro). Se empezó a usar masivamente a finales del siglo XIX. El boom del automóvil abre su declive, al ser muy ruidosa.

Detalle de los adoquines antiguos que pavimentan la calle de les Basses de Sant Pere

Detalle de los adoquines antiguos que pavimentan la calle de les Basses de Sant Pere / Joan Cortadellas

Nostalgia y personalidad

Sin embargo, es indudable que dan una atmósfera especial a los rincones que las conservan. Realzan el patrimonio arquitectónico y los atardeceres, y son ecológicas porque apenas se rompen y la lluvia puede infiltrarse hasta el subsuelo a través de sus juntas. Además, en la mayoría de las calles donde resiste no pasan apenas coches y los obliga a ir más despacio. Si hay acera lisa a cada lado de la calzada, resulta mucho menos urgente la intervención municipal.

De hecho, fuentes consistoriales apuntan que hasta ahora se ha mantenido el adoquín en las calles donde “ha funcionado adecuadamente y ha sido compatible con la accesibilidad”. Pero instalar adoquines en calles nuevas está descartado, ni siquiera los que han aflorado en la calle Girona durante las obras de la 'Superilla'. Como avanza este diario, el consistorio estudia reciclar la piedra hallada con el mismo tratamiento que se ensayó en la plaza Comercial.

Los adoquines le dan una atmósfera especial al pasaje Permanyer, en el Eixample

Los adoquines le dan una atmósfera especial al pasaje Permanyer, en el Eixample / Joan Cortadellas

Los núcleos más vistosos

EL PERIÓDICO ha rebuscado en la ciudad los rincones más significativos de resistencia del adoquín, que pueden observarse en el siguiente mapa.

La tónica general es la dispersión, pero aún se conservan núcleos con varias calles adoquinadas cercanas entre sí. Uno muy conocido es el barrio de Sant Pere (Ciutat Vella), concretamente entre la plaza de Sant Agustí Vell y Sant Pere de les Puel·les También abundan en cascos históricos de los antiguos pueblos anexionados por Barcelona, como el de Sant Andreu: plaza Mercadal, calles Peronella, Sant Ponç, Pons i Gallarza.... Otros ejemplos destacados son las casitas bajas que rodean la plaza Prim (Poblenou) y el recinto del monasterio de Pedralbes.

Mención aparte para los entornos industriales que han sobrevivido al siglo XX: toda la Coats Fabra (Sant Andreu), el patio de la Fábrica Lehmann (Eixample) o los pasajes Masoliver y Vinyassa (Poblenou). También los hay en costuras de la ciudad congeladas en el tiempo, como el aparcamiento de Adif de la Sagrera o el lateral del Cementerio de Montjuïc. Y finalmente son frecuentes en pasajes de toda índole, que generalmente ven más atrasados en reurbanizaciones o son privados, como los señoriales de Permanyer y Méndez Vigo (Eixample). Barcelonas antiguas u olvidadas, que se resisten a la modernidad....