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Las nutrias regresan al delta del Llobregat

Tras reconquistar y hasta criar en el Besòs, esta especie, muy exigente con la calidad de las aguas, es avistada en el tramo final del Llobregat

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barcelona/unnamed (1).jpg / AMB

Carles Cols

Carles Cols

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Han sido avistadas nutrias en el manso tramo final del Llobregat, una estupenda noticia, sin duda, pero en la que no está muy claro si hay que felicitar a los ejemplares de este mamífero que han sido capaces de cruzar el muro de autovías, vías ferroviaria e infraestructuras que parte por la mitad la comarca, vamos, unas nutrias con más pericia exploradora que el doctor Livingston, o, por el contrario, quien más motivos tiene para estar de enhorabuena es el propio río, al que en nombre del progreso hasta llegaron a desviar porque su desembocadura constreñía las instalaciones portuarias de Barcelona y que cuando sus aguas llegaban al mar no eran aptas ni para mojar solo los pies. Las nutrias son, como tantas otras bestias indomesticables, lo que se considera en términos ecológicos un bioindicador de primera categoría. Si el Llobregat no fuera hoy un entorno saludable, esta especie no se tomaría la molestia de reconquistarlo.

Ha sido el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) la que con dispositivos de fototrampa ha confirmado el retorno de este mustélido a lo que antaño había sido su hogar, antes de esa etapa que debería comenzar a ser llamada ya, tal vez, como la de la Gran Contaminación, de como mínimo dos décadas, los 70 y los 80. Estos dispositivos son muy simples. También son una lotería. Cada vez que detectan movimiento por delante del campo de visión del objetivo, la cámara realiza una captura de la escena.

El visionado posterior de todo lo que se almacena en el disco duro puede ser, en ocasiones, un trabajo de emocionante suspense. Por delante del objetivo puede pasar de todo. Hay otros sistemas, es verdad, para certificar la presencia de nutrias. Buscar heces en las ribas del río, por ejemplo. Se detectan, al parecer, por su fuerte olor a pescado. Una analítica posterior, si se emplea esta fórmula, no solo permite confirmar que se trata de esta especie animal, sino también seguir su línea genética y averiguar así si son descendientes de aquellos ejemplares que de forma premeditada se soltaron en las cuencas del Fluvià y la Muga en 1995, con gran éxito, o puede que tengan incluso alguna conexión de parentesco con algún ejemplar que se salvó de la extinción aguas arriba.

Otra de las fotos que las propias nutrias han propiciado al pasar por delante del sensor de la cámara.

Otra de las fotos que las propias nutrias han propiciado al pasar por delante del sensor de la cámara. / AMB

La cuestión es que lo que ha conseguido la AMB, con la coordinación de la bióloga Patrícia García Rodríguez, son tres fotografías furtivas, nocturnas, porque los despertares de las nutrias son crepusculares, y con el plus de que en una de ellas el ejemplar mira a la cámara. Podrá parecer poca cosa, además con esa cara de asombro que parece poner la pobre, pero debe tenerse en cuenta que desde 1956 no se había cazado (en aquella ocasión de forma literal, cinegéticamente) una nutria en la desembocadura del Llobregat. No fue hasta 1973 que se prohibió su captura, cuando ya era tarde.

Lo que ese retrato dice del Llobregat, explica García Rodríguez, es que sus aguas están limpias y que en ellas abundan peces y cangrejos, la dieta preferida de las nutrias. También indica que la naturalización de la cuenca, en la que los meandros han sido creados en verdad de forma artificial, ha creado un entorno natural de escondites que las nutrias sienten como un confortable hogar.

Este último punto, no obstante, podría ser parcialmente matizado si se tiene en cuenta lo ocurrido hace poco más de un año en la otra cuenca que flanquea Barcelona, en este caso mucho menos naturalizada. Allí fue más que una foto lo que se obtuvo. La cámara era de video y grabó el paso de una madre con dos de sus crías, ya de buen tamaño. En el Besòs, otra cuenca víctima de la Gran Contaminación, se había constatado en 2019 que como mínimo cinco nutrias pescaban en sus aguas. En 2020, con la videotrampa, se fue más allá y se confirmó un paso de gigante desde el punto de vista medioambiental: ¡habían criado en esa cuenca! Las nutrias son unas madres casi sin parangón a la hora de volcarse en el cuidado de sus crías. Hacen de su panza una confortable cuna mientras nadan de espaldas. Eso ha ocurrido en aguas del Besòs, en un lugar, eso sí, no revelado para evitar inoportunas presencias humanas. Lo único que trascendió entones, por boca del encargado de aquel seguimiento, Arnau Tolrà, es que se trataba de unas nutrias poligoneras, nacidas en el lugar más insospechado, dicho esto por la gran presencia de cemento en los alrededores.

Lo previsible es que más pronto que tarde esa feliz noticia, un alumbramiento, suceda también el Llobregat. La otra, aún no acontecida en el Besòs, es que sean avistadas nutrias en aguas marinas, nunca lejos de la desembocadura, pero sí lo suficiente como para llevar a cabo una nutritiva jornada de pesca.