Barceloneando
Historia y morriña del irreverente 'skateboard'
Una exposición en la Casa Seat recoge la historia del monopatín gracias a la colección de Sören Manzoni, que no entiende que Barcelona no alarde de ser la meca del 'skate' mundial
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Hay algo mágico en el 'skateboarding' que es difícil de explicar. Porque tras las repeticiones, las caídas, las muñecas dadas de sí, los tobillos maltrechos y los millones de suspiros, llega un día en el que haces algo distinto y el 'ollie' te sale por primera vez. Es el truco madre, como aprender a levantar la rueda delantera de la bici. Se trata de elevar la tabla pateando primero la parte trasera para, de manera inmediata, hacer lo propio con la delantera. Todo un bautizo. A partir de ahí, a volar. Mucho más que un deporte, el 'skate' ha sido desde sus inicios en los años 50, pero aquí a partir de los 80, un generador de cultura urbana. Para la mayoría, una etapa concreta e inolvidable de la vida. Para unos pocos, una manera eterna de ser y de existir. Es el caso de Sören Manzoni, un barcelonés de padres italianos y nombre danés que posee en el Poblenou -el Manzoni's Garage- una de las mayores colecciones sobre 'skateboarding' de toda Europa. Le ha puesto un poco de orden cronológico a la cosa y ha trasladado retales de todo su material a la Casa Seat de Barcelona. Si el lector patinó en sus años mozos, esta es una excusa de lujo para relamer toda esa magia.
Pero esto es un 'Barceloneando' y se impone la relación del acontecimiento con la ciudad, "la capital mundial del monopatín como Hawái lo es del surf", señala Sören. Es así, en buena medida, gracias al urbanismo de plazas duras de la época de Pasqual Maragall -con Oriol Bohigas, entre otros, a los mandos del diseño-, que llenó la vía pública de saltos, cajones, peraltes y suelos perfectos para los chavales de las tablas. Hace muchos años que desbancamos a San Francisco como meca del 'skate'. Sucedió gracias a la configuración de las calles, pero también por el clima y, sobre todo, algo que ha ido de menos a más, "por la permisividad". Se está bien, el escenario es ideal y la policía no es tan estricta como en otros lugares.
Silencioso número 1
Que se haya perdido ese punto pandillero genera sentimientos encontrados. Porque por una parte se ha desvanecido el romanticismo de saber que estás haciendo algo prohibido, pero por otra, siempre según el relato de este veterano patinador, "sabe mal que Barcelona no saque partido del hecho de ser el lugar al que quieren ir todos los 'skaters' del planeta". "¿Es consciente el ayuntamiento de que deberíamos alardear de ello? ¿Por qué no se lo restregamos en la cara al resto de ciudades?". Madrid, por ejemplo, no tiene este don. Preguntas de Sören que seguramente obligarían -no será este el lugar- a abrir el espinoso y politizado debate sobre qué tipo de turismo queremos para la capital catalana.
Lo primero que viene a la cabeza cuando se habla de 'skateboarding' y Barcelona es la plaza del Macba, nombre popular de la plaza dels Àngels, en el Raval, que les parecerá muy moderna (su aspecto actual data de 1995) pero sus orígenes se remontan al siglo XVI. La imagen actual es la de decenas de jóvenes sentados en sus distintos niveles. Tomando algo o charlando. Y otras muchas decenas, con su monopatín, redondeando todos los salientes del entorno con los ejes o con la tabla.
"¿Es consciente el ayuntamiento de que deberíamos alardear de ser capital mundial del 'skateboarding'? ¿Por qué no se lo restregamos en la cara al resto de ciudades?"
El Macba lo tiene todo: una parada del Bicing, cerca del transporte público, en el barrio más canalla pero no muy lejos del Eixample, con unos baños públicos en la esquina, junto a un edificio monumental que da grandeza a sus videos. Pero como todas las divas, este 'spot' (así se denominan los puntos para patinar) genera opiniones encontradas. Lugar de peregrinaje para muchos, pero también símbolo de la globalización 'skater', de la masificación innecesaria. Manzoni, que cumplió 50 el año pasado, está en este segundo grupo. Le perece "el Lloret y el Benidorm del 'skateboarding' en Barcelona".
Resulta curioso, y es seguramente un caso digno de estudio, observar cómo el denominado modelo Barcelona urbanístico, cuyo principal objetivo era adecentar zonas marginadas a través de la monumentalización y el esponjamiento del espacio público, terminó convirtiendo buena parte de la ciudad en un 'skate park' de primer orden, amén de transformar los barrios en escaparates que con el paso de los años serían bandeja de plata de un concepto, de sobra abordado por este diario, que era desconocido hasta hace un par de lustros: la gentrificación. En cuanto a lo primero, el uso no previsto del diseño urbano, fue tal la moda patinadora que en 2013 los famosos XGames se celebraron en el anillo olímpico de Montjuïc. Tenían que volver en 2014 y 2015, pero los organizadores, la cadena ESPN, canceló la aventura europea.
Turismo sobre ruedas
Muchos turistas, sobre todo asiáticos, vienen solo para contemplar y tocar la Sagrada Família de los discípulos de Gaudí. Otros recorren (o recorrían...) miles de kilómetros para asistir a un partido del Barça. Pues resulta que también son legión los que se suben a un avión o a un tren con una mochila de asalto y un monopatín. Y un par de amigos, por supuesto, porque esto es, también, una gran familia. Y ruedan hasta el Macba, el parque de las Tres Xemeneies del Paral·lel, la coqueta plaza de la Universitat, los 'skate parks' de la Mar Bella, Nou Barris o Zona Franca o el interminable Fòrum. También la premiada (ni más ni menos que un FAD en 1984) plaza de los Països Catalans, pero está tan destartalada (su reforma requiere de una carambola entre Adif y el ayuntamiento) que ya apenas tiene encanto incluso para destrozarla.
Y es una lástima, porque tal y como recuerda Sören, todo empezó en Sants y fue este barrio el que mantuvo vivas las brasas del 'skateboarding' durante los años de tremendo bajón, a finales de los 90. Quedaron vencidos el Turó Park (mítica era la tienda Skate Only de las galerías Vía Wagner, la segunda en abrir en la ciudad tras Free Sports) o la avenida de Gaudí, los primeros 'spots' de Barcelona. Entonces el lema era 'skateboarding' is not a crime (el 'skate' no es un crimen), pero visto que ahora es una práctica casi tan aceptada como sacar la basura o levantar un brazo para pedir un taxi, el comisario de la exposición bromea con la voluntad de recuperar esa esencia delincuencial. "Debería ser 'skate' is a crime". Sören, en definitiva, echa de menos ser lo que hoy es un grafitero.
'Fusta i Rodes'
Lo que nada tiene que ver con la criminalidad -volvamos al origen del texto- es la exposición 'Fusta i Rodes' que puede visitarse en la Casa Seat (plaza del Cinc d'Oros) hasta finales de febrero. Ofrece un recorrido cronológico a través de la historia del 'skateboarding' y derivadas: ropa, cine, música, pegatinas o máquinas recreativas. Todo, sacado del síndrome de Diógenes 'vintage' de Sören, que se ha pateado rastros de todo el planeta pero también ha conseguido perlas muy cerca de casa. Como la tabla Natas Kaupas que un amigo vio en un balcón de la Barceloneta. "Estaba ahí olvidada, entre un montón de trastos". La consiguieron y es de las que guarda con más cariño, por eso no se ha atrevido a llevarla a la Casa Seat. De no haberla recuperado, habría terminado en un contenedor. "Los enemigos número 1 del 'skateboarding' son los padres que lo tiran todo a la basura", bromea. No está la Natas Kaupas de la Barceloneta, pero sí un repaso histórico a una desobediencia que ya no lo es tanto.
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