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Entramos en la guarida de los cíborgs en Barcelona

Pueden percibir rayos cósmicos, infrarrojos, escuchar los colores. Tienen ojos cibernéticos, aletas climáticas, piel electrónica con la que sentir los ultravioleta. Barcelona se ha convertido en la sede del activismo con chips. El epicentro de los artistas cíborgs

BARCELONEANDO 26-01-2021  CYBORG BUNKER   ESPACIO DONDE QUEDAN LOS CYBORGS Y TRANSESPECIES DE BARCELONA Y DONDE TIENEN EL LABORATORIO DE NUEVOS SENTIDOS     - NEIL HARBISSON   ANTENA QUE PERMITE VER COLORES Y RECIBIR IMAGENES    FOTO MARTI FRADERA

BARCELONEANDO 26-01-2021 CYBORG BUNKER ESPACIO DONDE QUEDAN LOS CYBORGS Y TRANSESPECIES DE BARCELONA Y DONDE TIENEN EL LABORATORIO DE NUEVOS SENTIDOS - NEIL HARBISSON ANTENA QUE PERMITE VER COLORES Y RECIBIR IMAGENES FOTO MARTI FRADERA / MARTÍ FRADERA

Ana Sánchez

Ana Sánchez

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Entre estas cuatro paredes hay más chips bajo la piel que los que calcularía a ojo Miguel Bosé. Es un sótano del Poble Sec de Barcelona, pero no desentonaría en un capítulo de 'Black mirror'. El “cíborg búnker”, lo llaman. Es donde quedan cíborgs y transespecies. Donde tienen “el laboratorio de nuevos sentidos”. Sentidos Do It Yourself. “Exacto”, asienten. Al fondo tienen una impresora 3D y estanterías llenas de sensores y chips. “En Barcelona hay mucha gente experimentando con incorporar tecnología en el cuerpo”, dan fe.

No les gusta nada que les llamen superhéroes, aunque la mayoría de los presentes tiene más de un sentido extra. “Nuevos sentidos cíborg”, los denominan. Pueden percibir rayos cósmicos, infrarrojos. Escuchar los colores o  la temperatura. Tienen ojos cibernéticos, aletas climáticas, piel electrónica con la que sentir los ultravioleta. Tardas al menos media hora en dejar de abrir la boca cada vez que te cuentan algo.

Hace años que la ciencia ficción dejó de ser coto vedado de futuros peliculeros. Al menos en Barcelona. Se ha convertido en sede del activismo cíborg. “Sede mundial”, puntualizan ellos. Hace cuatro años que crearon su propia asociación: Transpecies Society. Para “dar voz a las personas que no se sienten humanos”. Cuando aún contabilizaban a los miembros, llegaron a ser unos 300, calcula Neil. ¿Qué reclaman? “La libertad de decidir qué sentidos u órganos queremos tener –responde-. Y poder crearlos nosotros”.

Entramos en la guarida de los cíborgs en Barcelona

Entramos en la guarida de los cíborgs en Barcelona. /

Si tecleas “cíborg” en Google, antes que Robocop te saldrá la foto de Neil Harbisson. Su posado con antena lo mismo se te aparece en la portada de 'Forbes' que en el Libro Guinness de los Récords. ¿El futuro será de carne y chips?, se preguntan los medios junto a su imagen desde 2004. Fue cuando se convirtió en “el primer cíborg oficialmente reconocido por un gobierno”. Consiguió salir con el ojo electrónico en la foto de su pasaporte inglés (nació en Londres, pero se crio en Mataró). A estas alturas, ya ha llenado ocho maletas con recortes de sus entrevistas.

Neil ve en gris. Nació con acromatopsia. Sigue viendo en gris, pero ahora escucha los colores a través de su antena. “Está implantada dentro del hueso occipital –detalla-. Hay un chip que vibra dependiendo del color dominante delante de mí”. Así que va escuchando diferentes melodías según lo que mire. Es decir, que los supermercados ahora le parecen fascinantes. Es como ir a un club nocturno, se ríe. Ya percibe hasta colores del espacio  (lleva internet incorporado) y puede decirte si la alarma de un banco está conectada (escucha infrarrojos). Es su color preferido, dice. “Suena muy profundo”.   

Neil Harbisson.

Neil Harbisson escucha los colores a través de su antena, incluidos los infrarrojos y ultravioletas. / Martí Fradera

“Tus labios suenan muy, muy agudos”. Neil te mira la boca con su ojo electrónico. En vez de cómo te ve, él te dice cómo suenas, claro. “Retratos sonoros”, los llama. Se los ha hecho a Woody Allen, a Nicole Kidman, al príncipe Carlos de Inglaterra. Ahora te apunta a los ojos. “Entre fa sostenido y sol”. Se sienta ante el piano y entona tres notas de 'thriller'. “Suenas misteriosa”, se ríe.

El primer cíborg artista del mundo”, lo rebautizó 'The Guardian'. También ha convertido en coloridos cuadros desde 'La mañana de Grieg' hasta el discurso de Martin Luther King. No es el único que usa su nuevo sentido para hacer arte. El artículo de Wikipedia sobre “arte cíborg” lo copan los barceloneses.

“Es un arte que pasa dentro del artista”, así lo describe Moon Ribas. Es amiga de la infancia de Neil. Durante 7 años, ha llevado en los pies unos implantes conectados a sismógrafos 'online'. "El latido de la tierra", que dice ella. “Sentido sísmico”, lo llamaba. Notaba un par de terremotos cada hora, como mínimo. La rebautizaron como “la bailarina cíborg”. Danzaba siguiendo los temblores que sentía en directo. También se inventó la “percusión sísmica”: 50 años de actividad sísmica de un lugar específico hecha partitura. El año pasado se quitó los implantes. “Ahora quiero algo más relacionado con el mar”.

Moon Ribas.

Moon Ribas ha llevado en los pies durante 7 años implantes conectados a sismógrafos 'online'. / Martí Fradera

En medio del cíborg búnker te topas con un piano de cola y un tambor XXL. Podría pasar por el estudio de un músico. Hay que buscar el “cuarto casi secreto”, se ríe Neil. Ahí puedes encontrar desde un diente con bluetooth hasta una bombilla infrarroja e incluso cuadros de Macaulay Culkin (Neil compartió rodaje con él).  

Neil y Moon son las caras visibles de este movimiento con chips. Fundaron la Cyborg Foundation hace más de una década. Tenía tres objetivos, apunta ella. 1. Ayudar a otras personas a convertirse en cíborgs. 2. Promover el arte cíborg como un movimiento artístico. Y 3. Defender el derecho cíborg: “El derecho a decidir qué órganos y sentidos quieres tener y cuáles quieres que te identifiquen”.

Si les hablas de superpoderes, arrugarán el ceño. “A nosotros no nos gusta nada esta palabra –menea la cabeza Moon-. Todo lo que lleve súper parece que te haga superior. Simplemente tenemos una percepción distinta”.

Identidad tecnológica

Cíborg: “Cualquier persona que incorpore la tecnología como parte de su identidad”, definen. Transespecie: “Una persona que no se siente 100% humano”, añaden. “No tienen por qué llevar implantes. En ambos casos, no nos referimos nunca al cuerpo. La identidad va más allá del cuerpo”.

“Este es el paso cero”. Señalan a Jordi y a Soroush. “De aquí va a salir un órgano implantado”, vaticinan. Soroush Garivani es especialista en robótica. Jordi Carol quiere implantarse un sistema de ecolocalización que sustituya la visión de su ojo derecho. “Lo perdí cuando tenía 12 años”, recuerda. Tiene 26. Su idea es crear un sistema parecido al que tienen los murciélagos. “La gente –asegura- ha pasado de ver la idea del cíborg como algo de ciencia ficción a darse cuenta de que es posible, aunque sea de una forma experimental”.    

Jordi Carol.

Jordi Carol quiere implantarse un sistema de ecolocalización que sustituya la visión de su ojo derecho. / Martí Fradera

¿La reacción social? “Puede ir de un extremo a otro- responde Neil-. Desde la burla a la admiración. En la misma calle puedes tener las dos reacciones”. Manel asiente. “Te acabas acostumbrando”. Él se implantó hace un año dos aletas climáticas en la cabeza. “Estación meteorológica móvil”, lo llaman.

Ahora mismo Manel oye burbujas. Eso es que hay mucha humedad. “Blup, blup, blup”, imita los sonidos que resuenan en su cabeza. Hoy son agudos, no hace mucho frío. Manel De Aguas tiene 24 años y cada tres días tiene que cargarse con placas solares. Sus aletas llevan chips de conducción ósea. “Me permiten escuchar la temperatura, la humedad y la presión atmosférica”, describe. Es su propuesta artística, dice. Lleva tres años trabajando en el proyecto.

Manel de Aguas.

Manel De Aguas escucha la temperatura, la humedad y la presión atmosférica a través de dos aletas implantadas en su cabeza. / Martí Fradera

Se fue a Tokio a implantarse las aletas. “Aquí lo propuse en diferentes sitios, pero me lo denegaron”, recuerda. “Aproveché que tenía un viaje a Tokio. Encontré a un señor que se dedicada a modificación corporal desde hacía años y conocía el movimiento del arte cíborg”. Son cirugías que aún siguen despertando debates médicos y éticos. “Al ser un movimiento completamente nuevo, está claro que hay riesgos –apunta Pau-. Pero si se va con cuidado, no debe de haber ningún problema a la hora de implantarnos cosas”.

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Pau Prats -19 años- enseña una muñequera cableada. Él está desarrollando con un estudiante de ingeniería “el sentido ultravioleta”. “El hecho de adicionar tecnología a nuestro cuerpo –se justifica él- puede ayudarnos a entender más nuestro entorno”. Ya va camino de un segundo prototipo. "Sería algo que llevaría en la nuca", adelanta. ¿Precio? “Realmente es muy barato –asegura-. Son componentes que están en el mercado a un precio muy bajo”. No sabe calcular. “La gente que se está convirtiendo en cíborg no es rica”, le da la razón Neil.  

Pau Prats.

Pau Prats está desarrollando “el sentido ultravioleta”. / Martí Fradera

Kai se coloca al piano y toca unas notas que se le han repetido un par de veces. Él escucha “las melodías de los rayos cósmicos”. Sí, se refiere a las partículas subatómicas del espacio. Percibe notas según su velocidad. “Cada dos segundos, cuatro segundos como mucho, recibo un rayo distinto”.

Kai Landre

Kai Landre lleva una diadema de conducción ósea con la que escucha “las melodías de los rayos cósmicos”. / Martí Fradera

Kai Landre, 20 años. Mote mediático: “El primer músico cíborg”. Él traslada los rayos cósmicos a partituras. Su sentido es 'weareable'. Se lo implantará “cuando consiga que sea lo suficientemente pequeño”. Ahora lleva un receptor en el bolsillo y una diadema de conducción ósea en la cabeza.

Vaticinan que a partir de la próxima década se multiplicarán los implantes cibernéticos. “Los adolescentes cada vez nos contactan más”, dicen. Nadie podrá decir que han perdido el norte. Tres de ellos tienen un implante en la rodilla que les permite saber dónde está exactamente el norte geomagnético.

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