LA CONTRA

L-2 y L-4: de la Barceloneta a Badalona

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Bernat Gasulla

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La línea 4 del metro de Barcelona es una hija díscola y emancipada de la L-3, de la que en su momento fue un simple ramal. Ahora, ya con personalidad propia y con los tramos de túneles más antiguos de la red de metro de Barcelona, puede presumir de tener dos caras. Una en otoño-invierno, trabajadora y que acerca a la ciudad a uno de sus barrios más pobres, el eje del Besòs, y otra en primavera-verano, lúdica y canalla. 

Nos quedaremos con la cara de verano. Y es en esa época donde el centro de Barcelona se desplaza. Como tanto le gustaba decir a principios de los 2000 al entonces alcalde de Barcelona, Joan Clos, la ciudad necesita un segundo centro. Clos lo decía desde el mar, suspirando mientras miraba el imponente 'skyline' del nuevo eje de Poblenou-Diagonal Mar.  Pero en verano, adonde se desplaza verdaderamente el centro  de la ciudad (o lo hacía en la era precovid) es hacia la Barceloneta.

Si usted se sube en verano a cualquier convoy de la L-4, sabe que le toca sufrir estrecheces hasta llegar a Barceloneta, donde se apea la marea de chanclas, toallas, sombreros imposibles y aftersún. No es extraño (al menos en los veranos previos al covid) que los vagones de la línea amarilla se conviertan también en fiestas dignas de las mejores 'rave' ibicencas. Fiesta, sol y playa… olé. Y en noches señaladas en el calendario por los festivales de música, es el medio de transporte para llegar al Fòrum, ese lugar que nadie sabe  qué es pero en el que se celebra casi todo.

Qué bonita es Badalona

La L-2, la lila (aunque también parece fucsia), parece haber salido del metro de Londres. Por un lado el túnel es casi circular y la línea tiene uno por cada sentido, como el 'tube' de la capital británica, la madre de todos los metros. Y, por otro lado, pásmense ustedes, los convoyes circulan por la izquierda en el tramo entre Sant Antoni y Sagrada Família. Pero también parece británica su pretensión de enlazar con el resto de líneas de metro para llegar a parecer como algo similar a una Circle Line londinense. La L-2 tiene transbordos con la L-3 (Paral.lel, y la terrorífica con Paseo de Gràcia), L-1 (Universitat, un transbordo cuesta abajo en un sentido y tortuoso en el otro, y Clot), L-5 (Sagrada Família) y L-4 (La Pau).

La maldición de la Sagrada Família aboca al turista, aunque sea ocasional, a ser usuario habitual de la L-2. Su tridente mágico, Sagrada Família-Monumental-Encants, conforma un triángulo de las Bermudas que absorbe al visitante. Y cuando se cumpla ese onírico enlace con la L-9, la del aeropuerto, será el culmen. Toda Barcelona al alcance de un solo viaje en metro.

Pero la pretensión principal de la L-2 no era  facilitar el acceso a determinados monumentos o enclaves populares. La línea lila es el metro de Sant Martí y entrada metropolitana a Sant Adrià de Besòs y Badalona. Es el metro de Badalona, en el que se pueden ver hasta las historias de la romana Baetulo. No tenemos ninguna duda. Un turista que visitara la obra magna de Gaudí y, en un ataque de exotismo, decidiera continuar el trayecto de la L-2 hasta llegar a la tercera ciudad de Catalunya cantaría "Qué bonita es Badalona, en invierno y en verano". 

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