abierto por vacaciones
Casa Seat: moverse y disfrutar de parar
La novísima propuesta en el paseo de Gràcia se rinde a la futura movilidad pero ya es punto de encuentro ciudadano
Patricia Castán
Periodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Patricia Castán
La Barcelona en tiempos de pandemia es terreno pantanoso en términos de movilidad. Para quien comulga con la ecociudad, los pies, bicis y patinetes son la panacea del desplazamiento sostenible y, de repente, aséptico por su individualidad. Para quien funciona a cuatro ruedas, los jeroglíficos pintados por el ayuntamiento sobre la calzada son un galimatías que enciende su ira mientras ve mermados carriles y rutas. Y para el sufrido usuario del transporte público, la triste nueva normalidad implica agudizar reflejos para distanciarse de sus congéneres y de una invisible y amenazante trinchera de virus. En este marco agotador, aterriza en Barcelona Casa Seat, apelando a la movilidad, al futuro, y a una «ciudad que se mueve». O que lo pretendía hasta hace apenas unos meses.
En esa metrópoli semiparalizada por el covid-19 y las incertidumbres, se agradece más que nunca que aún pasen cosas. Que surjan novedades. Que haya reclamos para los propios ciudadanos Porque se mueva uno como se mueva, e incluso si uno prefiere estar parado, el edificio del 109 del paseo de Gràcia merece una incursión en cualquier momento.
A Casa Seat uno podría acudir a conocer o a sucumbir ante las novedades de Seat, Cupra o Seat Mó, pero la mayoría irán a muchas otras cosas: alucinar con la arquitectura del estudio de Carlos Ferrater, capaz de convertir un antiguo banco-búnker en un icono visual de vidrio curvilíneo que invita al chafardeo y la entrada a ese recinto ahora diáfano. O a descubrir cómo el interiorista Lázaro Rosa-Violán incita al público a sentirse en el corazón de un coche, respirando mecánica y movimiento. O a una charla, exposición o recital, entre el sinfín de historias que sin tregua (ni vacaciones) Seat programa gratuitamente. Solo se abonan puntuales actividades contratadas por terceros.
El visitante acaso podrá flipar con nuevos prototipos de coche eléctrico y formas de «micromovilidad» individual no contaminante, de propiedad o por la pujante modalidad compartida, que han llegado para no marcharse.
De 1950 al 2020
Al futurista espacio, contrapunto de la marca nacida en 1950 en Barcelona y tan asentada en las biografías locales desde el lejano y entrañable 600, no le faltan tampoco argumentos gastronómicos: Su café restaurante, bajo el paraguas Ametller Origen Mercat d’Autors, dispara a mediodía un menú cerrado de 30 euros con platos de chefs como Nandu Jubany o Hideki Matsuhisa (Koy Shunka) en dos turnos, y una carta informal de platillos todo el día.
Espacialmente, el original hub se estructura desde un auditorio para 300 personas (ahora menos) en el subterráneo hasta su planta de desarrollo y oficinas, pasando por la de exposición y la generosa zona de estar. Y es que lo mejor de esta rompedora casa es que todos estén invitados a hacerla suya. Sea como punto de encuentro creativo o social, como lugar de 'coworking '(abierto y sin reserva) o incluso como una gran área de descanso urbano, aislada del bullicio pero asomada a un cruce clave de la capital catalana.
La controvertida esquina –que al final no fue un hotel– late con ganas, a la espera de que la ciudad pospandemia recobre el pulso.
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