EL PRECEDENTE CATALÁN

Can Puig, el pionero

Un instituto público de Sant Pere de Ribes aplicó en 1986 las metodologías que ahora son base de la nueva escuela disruptiva

Ferran Miquel, el pasado jueves.

Ferran Miquel, el pasado jueves.

M. J. I. / BARCELONA

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«No se trata de mejorar la calidad de lo que ya tenemos. Se trata de transformarlo, directamente», sentencia Ferran Miquel, el profesor que en 1986 puso en marcha el proyecto pionero de Can Puig, un pequeño instituto público en Sant Pere de Ribes (Garraf), que, sin quererlo, se ha convertido en referente para muchas de las escuelas que ahora apuestan por el modelo disruptivo. «El actual sistema educativo es eficaz, no lo niego, pero el tema de fondo es si este sistema es realmente el que conviene. Quizás reivindicando más dotaciones y más presupuestos para mejorar las escuelas, lo que estamos haciendo es contribuir a hacer más eficaz la ineficacia», reflexiona.

Por eso, cuando el Ayuntamiento de Sant Pere de Ribes contactó con Miquel, psicopedagogo y consultor internacional sobre educación, para poner en marcha un nuevo instituto en el pueblo, el docente tuvo claro que su modelo sería diferente. Inspirado en la experiencia del colegio Súnion de Barcelona, implantó metodologías como el trabajo por proyectos, los créditos de síntesis y el trabajo en equipo, tanto de los alumnos como de los profesores. Conseguir un buen clima relacional en el centro fue una de sus obsesiones y desfortunadamente fue una de las cosas que no logró, por las reticencias de algunos profesores.

«Lo primero que me planteó el consistorio, cuando me hice cargo del proyecto de Can Puig, fue el problema de desarraigo que tenía en esos momentos el municipio, donde los jóvenes que se iban a estudiar a Sitges o a Vilanova ya no regresaban a Sant Pere», explica Miquel. Una de las soluciones que aplicó fue la de estrechar lazos entre el instituto y el pueblo. «Participábamos en actividades de las fiestas locales, organizábamos actos en el centro abiertos a la asistencia de los vecinos y durante una semana al año, nuestros alumnos realizaban trabajos sociales en el municipio, ya fuera reparando mobiliario urbano, ya fuera colaborando con alguna entidad», relata este activo profesor, ahora ya jubilado.

La experiencia, que se empezó a apagarse en 1992, cuando Miquel dejó el centro, topó con un escollo importante: la Administración y un cambio normativo, el de la LOGSE, que dificultó la aplicación de estos métodos pioneros. «No fue por razones económicas, porque no es un modelocaro. El problema, entonces y también ahora, es de actitud, hay que creerse que se trata de un proyecto que va más allá de la escuela, que tiene un impacto en la sociedad», insiste.

Otros centros

Antes de que los jesuitas popularizaran este curso el modelo, otros institutos, públicos como el de Can Puig, han estado investigando y llevando a la práctica unas metodologías que en primaria son bastante más conocidas. Siete de ellos (uno de Barcelona, uno de Sant Sadurní d'Anoia, dos de Terrassa, uno de Sils, otro de Castellbisbal, y el Montgròs, también en Sant Pere de Ribes) han creado una red de centros innovadores que colabora con el Institut de Ciències de l'Educació de la UAB.

«Muchas de las escuelas e institutos que aplican estas metodologías son centros de nueva creación, nacidos durante el tripartito», explica el sociólogo de la UB, Xavier Martínez-Celorrio, «Eso ha permitido a los directores y a sus plantillas empezar desde cero, con un proyecto pedagógico nuevo». dice.

«Tuvimos innovadores y tenemos innovadores todavía en la red pública pero no líderes políticos con visión de futuro que confíen en la creatividad disruptiva que nace desde abajo. ¿A qué esperan?», lamenta el investigador.