Jordi Évole: «La solución pasa por una ciudadanía más crítica»

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TXERRA CIRBIÁN / BARCELONA

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Si hay un nombre popular entre los candidatos a Català de l'Any del 2014 este es, sin duda, Jordi Évole, único nominado que ya estuvo en las quinielas de este galardón hace dos años. Fue en el 2012 y llegó a estar entre los seis primeros puestos, junto al oncólogo infantil Josep Sánchez de Toledo, que fue el ganador, Anna Vives, Carme ForcadellElena Barraquer Montserrat Carulla.

Pero parece que en esta ocasión, el director y presentador de Salvados, programa de La Sexta líder de la noche del domingo, con una audiencia media que supera los tres millones de personas esta temporada, tiene muchas más bazas a su favor.

Y eso que el periodista recuerda que Salvados «sería imposible de hacer sin el equipo que hay detrás y con el que hace muchísimo tiempo que trabajo». Esas 30 personas que hacen posible Salvados cada semana. «Sería injusto que me dieran este premio, porque esto no es algo individual, es un trabajo de todo un equipo y creo que a EL PERIÓDICO se le dispararía el presupuesto si nos diera una estatuilla a cada uno», dice con humor.

Pero, sin él, todo sería muy diferente. Nacido en Cornellà de Llobregat, hijo de madre granadina y padre extremeño, Évole estudió Comunicación Audiovisual en la Universitat Autònoma de Barcelona. Tras sus primeras locuciones radiofónicas en partidos de Tercera Regional, con el cambio de siglo fichó por El Terrat, la productora de Andreu Buenafuente. «Antes de ser un trabajador suyo, yo ya era fan de todo lo que hacía. Luego pasé a ser uno de sus guionistas y, con el tiempo, me convertí en su follonero particular», confesaba a este periodista.

Fue en La cosa nostra (TV-3), en el 2000: «Nunca imaginé que acabaría haciendo un programa yo solo. Y menos con el personaje con el que me he hecho un poco popular, sacándole los trapos sucios y las verdades a Andreu. Si me lo hubieran dicho cuando empecé con él no me lo hubiera creído». Poco a poco, el follonero que se atrevía a meter el micro con gracia ante Rajoy y Zapatero en los primeros especiales de Salvados, fue variando el tono. La ironía sigue presente en muchos de sus reportajes, pero el humor ha dejado paso a una mayor profundidad, la explicación didáctica y la denuncia.

Como en julio del 2013, cuando el equipo de Salvados y periodistas locales ayudaron a destapar las irregularidades en la investigación del descarrilamiento del metro de Valencia, en el 2006, que costó la vida de 43 personas. Un trabajo que fue premiado en España y apreciado por medios extranjeros como el prestigioso The New York Times,The New York Times que le llegó a comparar con Michael Moore.

Un tipo de programas que «casi justifican haberse dedicado a esto», decía Évole en este mismo diario. «Y que tienen más repercusión porque salimos en la televisión, tenemos un prime time y nos ve mucha gente. Si no, nos echarían», admitía.

«Pero yo no voy a arreglar nada. La solución pasa por una ciudadanía más crítica y para eso hace falta educación, algo en lo que no se quiere invertir. No aspiro a cambiar el mundo con un programa de tele. Si ponemos un granito de arena para conseguir esa ciudadanía que señala con el dedo, bienvenido sea».

De momento, son muchos miles los ciudadanos que ven el programa. Si sus primeras nueve emisiones, en la temporada 2007-2008 tuvieron 879.000 espectadores de media, a partir del año siguiente, fueron ascendiendo hasta el millón y medio del 2011-2012. El paso de La Sexta a la órbita de Antena 3 supuso un salto aún mayor: desde el 2012, casi tres millones de personas ven el programa de media. Y en los últimos 40 programas, desde octubre del 2013 a la actualidad, tres espacios han superado los 3,5 millones y dos los cuatro millones y otros dos los 4,5 millones: Aló Espe (4.650.000)  y Con Pablo Iglesias en Ecuador, el récord de Salvados, con 4.942.000 personas.

Pese a no ser único en el panorama periodístico español, Salvados ha calado hondo entre la audiencia porque ha sabido detectar lo que realmente le preocupa. Y Évole ha añadido un plus:  «Cada uno tiene unos valores éticos, que no son ni mejores ni peores que los demás, pero que son los suyos. Nosotros aplicamos los de la provocación, intentamos colarnos por las pequeñas rendijas que te deja lo políticamente correcto».