El frenesí del universo digital

La gran pausa

Desde el nacimiento de Facebook en el 2003 tengo la sensación de que todo va demasiado rápido

ilustracion de  leonard  beard

ilustracion de leonard beard / periodico

IMMA SUST

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Estoy muy alterada. No puedo con tantos cambios. No puedo con tanta rapidez. Nací en el año 1974. Franco todavía estaba vivo. Teníamos televisión en casa, con dos canales, un tocadiscos enorme de color rojo que explotó un día mientras me contaba un cuento y una radio gigante donde escuchamos atentos el golpe de Estado del 23-F. Estudié EGB, BUP y COU. No me ofrecieron mi primer porro hasta los 23 años. Me marean los porros. No me gustan. Me relajan demasiado y claro… Como soy un poco histérica, el paso de la histeria al relax lo tengo que hacer muy bien para que no me dé algo.

¿Por qué os cuento esto? Pues porque desde entonces, no han parado de pasar cosas. Muchas. Pero nada tan heavy como internet. Y desde el nacimiento de Facebook en el año 2003 tengo la sensación que todo va demasiado rápido. La especie humana se ha acostumbrado a los cambios durante la historia de una forma más progresiva. Más lenta. Nos daba tiempo a asimilarlo todo más o menos bien. ¿Pero qué pasa con las nuevas tecnologías? Es absolutamente imposible entenderlas todas. ¿Y las redes sociales? ¿Cuantas conversaciones a la vez puede mantener un ser humano? ¿Y la información? ¿Es necesario saberlo todo? Una histeria colectiva se ha apoderado de nosotros y no se nos puede escapar nada. Aplicaciones que nos lo hacen todo. Dentro de poco las calles estarán desiertas de personas y solo habrán recaderos llevando comida y cosas de un sitio a otro. Trabajaremos todos desde casa.

En Catalunya somos tan avanzados que tendremos incluso un presidente viviendo en
tro país

En Catalunya somos tan avanzados que incluso tendremos un presidente viviendo en otro país.  El Gran Hermano de George Orwell ha llegado y me da mucho miedo. Ya no valen los currículums, las referencias o las buenas amistades. Ya no vale mentir. Nada se puede falsear. Nada se puede esconder. Gente especializada se dedica a entrar en internet para analizar psicológicamente a las personas. Un mal comentario en Twitter, una declaración de intenciones en Facebook o una foto con un personaje determinado en Instagram me puede vetar un trabajo o me lo puede dar.

El pasado no se puede borrar. Lo que digas o hagas en internet se quedará allí para siempre. Todos tenemos que ser graciosos, inteligentes, medir bien nuestras palabras y parecer súpernaturales. Una súpermega exigencia se ha apoderado de nosotros. El pánico a ser destruidos. Eliminados. Ya no eres mi amigo de Facebook o ya no te sigo en Twitter. Has salido del grupo. Nos estamos vendiendo a nosotros mismos y todo... ¿para que? No lo sé, ¡pero lo hacemos! Es terrible. La gente nos juzga, nos analiza y nos define constantemente. Nos etiqueta, que es una palabra terrible que se usa en Facebook para definir a las personas.

Cambiar de opinión, evolucionar o aprender

Y lo peor es que la red no te permite cambiar de opinión, evolucionar o aprender. Yo tengo todo el derecho a posicionarme políticamente ahora en algo y cambiar 10 años más tarde de opinión. Tengo derecho a que me guste un grupo y odiarlo cinco años más tarde y tengo derecho a decirte que te quiero ahora, pero no me puedes obligar a quererte toda la vida. ¿Me tacharan de incoherente si deja de gustarme Bruce Springsteen o un día dejo de ver Juego de Tronos? Nos obligan a encorsetarnos, a definirnos, a decidir si nos gusta o no nos gusta, si somos fans… Dónde estamos, qué hacemos, qué pensamos, qué leemos... ¡Y todo rápido! Nada de pensar, tiene que ser al instante. Todo es para ya. Nos creemos que somos libres pero estamos más que acorralados. Somos prisioneros de nuestras propias palabras. Todo lo que digas o hagas puede ser utilizado en tu contra.

Si la ley de Moore, sobre el crecimiento exponencial de los avances tecnológicos, concluye en el 2021 los nativos digitales tendrán un problema

Toda esta histeria se debe a la ley de Moore. Una ley creada en los años 60 que nos dice, resumiéndolo mucho,  que los avances tecnológicos crecen de forma exponencial y no lineal. O sea, megarrápido. Cada día que pasa, todo es más barato, más pequeño y más potente. Se dice que un teléfono móvil de ahora, en los años 90 costaría unos cuatro millones de euros y ocuparía una habitación entera. No sé que tiene que pasar para que los adolescentes del siglo XXI alucinen como alucinamos la generación de los 80 del siglo pasado.

Dentro de un capítulo de 'Black Mirror'

Mi primer ordenador tenía 64 K de memoria y mi móvil del presente tiene 64 gigas. ¿Cómo le explicas esto a un milenial? No sé puede. No lo entienden. Los nativos digitales tendrán un problema si la ley de Moore llega a su fin en el 2021 como predicen algunos. Me los imagino a todos como zombis deambulando por las redes en busca de nuevos y rápidos cambios. No sé si están preparados para la gran pausa. Pero si la ley de Moore no muere y se sigue cumpliendo, acabaremos viviendo, si es que no lo estamos haciendo ya, dentro de un capitulo de Black Mirror. Esa es otra. Lo que nos agobia de nuestro presente a la vez nos fascina. Ni por todo el oro del mundo me gustaría volver al siglo XX. Con dos canales de tele y quedando con la gente una semana antes para ir al cine. No. Larga vida a la ley de Moore.